Colindancias 10 / 2019, 139-153

 

 

Jamal Fajjaji

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

 

 

Fronteras entre la realidad y la ilusión en la novela Harraga de Antonio Lozano

Recibido: 15.10.2019 / Aceptado: 03.12.2019

 

 


 

 

 

1.  Introducción

La vecindad es un factor decisivo en las relaciones entre los países, como es el caso de España y Marruecos. A pesar de todos los prejuicios que habían acumulado, la historia común que los une siempre influye y determina la necesidad de seguir haciendo esfuerzos para alcanzar cierto nivel de comprensión. Por lo tanto, las controversias, diferencias y debates sobre los principales temas de difícil resolución para las dos partes nunca han llegado a causar una ruptura total entre ellas, ya que la relación entre las dos orillas del Mediterráneo se gestiona con una especie de diálogo pragmático que, claro, ha suscitado políticas polémicas y estados de humor muchas veces difíciles, pero ha sido relativamente eficiente. Entre estos problemas, la migración destaca como uno de los más importantes desafíos para los dos países vecinos, sus repercusiones provocando a menudo varios desacuerdos, siendo esta uno de los permanentes asuntos espinosos derivados de la proximidad geográfica entre África y Europa. Asimismo, hay un sinfín de problemas migratorios que se discuten entre los dos vecinos debido a la ubicación estratégica de Marruecos, que lo convierte en un punto de tránsito para los emigrantes africanos que pretenden abrazar ‘el sueño europeo’.

Por otro lado, la cuestión migratoria para Marruecos es de gran importancia económica y social. Ya se sabe que las remesas de los trabajadores emigrantes son la principal fuente de divisas y la marcha de estos jóvenes al extranjero disminuye la presión sobre su mercado laboral que no llega a atender la demanda de todos los solicitantes de empleo. Sin embargo, esta emigración juvenil, que recurre muchas veces a la clandestinidad e ilegalidad, ha empezado a producir efectos negativos en la opinión pública española y esta situación se ha agudizado, sobre todo, a partir de 1991, por causa de la barrera del visado impuesto por parte de España ante los flujos migratorios. Todo esto, junto al tráfico de drogas, constituye hoy en día un obstáculo más ante la convivencia social e intercultural entre las dos sociedades vecinas. En este contexto, la novela Harraga de Antonio Lozano es el espejo que refleja esta realidad a través de personajes cuya vida se desenvuelve en la frontera entre España y Marruecos.

 

2. Del imperialismo a la época de los flujos migratorios

Cuando se habla de ‘las diferentes corrientes del orientalismo’, es imposible pasar por alto el orientalismo español, sobre todo, la fase que corresponde a su parte árabo-musulmana. Sobra volver a mencionar los motivos que explican el privilegio que tiene España ante otros países europeos, el de desempeñar el papel de


 

 

puente entre los árabes y los europeos, puesto que, como bien se sabe, “Al-Ándalus constituyó una epopeya sin precedentes en las relaciones entre los musulmanes y las demás religiones” (Afaya y Guerraoui 2005: 28). Es de notar que son muchos los estudiosos españoles que han reconocido y han defendido la importancia del patrimonio histórico, cultural y científico que se fue edificando a lo largo de los ocho siglos que duró la convivencia arábigo-andalusí. Entre ellos, citamos a Montávez quien dice: “Al Ándalus no ha dejado de ser y de existir, sigue viviendo, porque se mantiene en el pensamiento, en la memoria colectiva. No sólo en el marco de los valores y beneficios morales y espirituales, sino en el de los valores y beneficios materiales también” (2011: 194).

Resulta necesario destacar que los motivos del nacimiento del orientalismo español no difieren de los que dieron lugar al orientalismo en los demás países europeos. Al investigar la cultura de los árabes, los españoles también pretendieron determinar su propia identidad a través del conocimiento del que ellos consideran como ‘otro’, ‘antagónico’ y diferente, aunque en realidad los lazos históricos comunes entre los árabes y los españoles demostraron que muchas de las actuales manifestaciones culturales de España y de los países árabes procedieron del mismo patrimonio cultural. Por este motivo, varios escritores españoles se han interesado por la cultura y la lengua árabes, tal como es el caso de Juan Goytisolo, cuya pasión por ese mundo se reseña a renglón seguido:

 

El reproche que me hicieron durante mucho tiempo en España fue: “¿A qué viene ese interés suyo por el mundo árabe?”. Cuando en realidad, el problema es ¿A qué viene esa falta de interés por el mundo árabe, que está solo a 14 kilómetros de España? Es increíble que fuera de los arabistas profesionales, yo sea, probablemente, el primer escritor español que hable árabe dialectal desde el Arcipreste de Hita. (2003: 27)

 

Es de notar que la visión positiva dirigida hacia la cultura árabe-musulmana, que pretende conocerla y establecer nuevos puentes de contacto con ella para reforzar los lazos que ya reúnen las dos civilizaciones, no puede negar la existencia de otra postura, negativa y radical, que ve con menosprecio todo un patrimonio creado durante ocho siglos, en vez de admitirlo sinceramente como un componente original de su propia identidad. Valga subrayar, en este contexto, que esta mirada desdeñosa se erige hoy día como uno de los obstáculos permanentes ante un diálogo equilibrado, de mutuo respeto entre España y Marruecos. Esta realidad la señala Abrighach de modo siguiente:


 

 

A pesar de que hubo un avance cualitativo en el contacto directo de los españoles con la realidad sociocultural y religiosa de Marruecos en razón, primero, de su existencia como atracción de cara a los protegidos, se mantuvo intacta la percepción estereotípica de lo musulmán. (2009: 60)

 

Sin embargo, hemos de acentuar que la vecindad de ambas orillas tiene dimensiones naturales e impactos culturales en las dos sociedades. Uno de los aspectos que reflejan esta realidad es la literatura fronteriza o transnacional, protagonizada por generaciones que no solo viven en las fronteras geográficas, sino que están a caballo entre las dos culturas y las dos identidades. Hablar de este tipo de narración significa hacer referencia a toda una corriente literaria relacionada con la presencia de Marruecos en el imaginario de España y viceversa. Es una literatura que entabla una comunicación intercultural y describe experiencias humanas, sufrimientos, sensaciones, ambiciones e ideas forjadas entre los dos pueblos.

Asimismo, hay que subrayar en este sentido que todos los pueblos del mundo fueron inmigrantes en alguna que otra época y es cierto, como se repite a menudo, que un país como España ha pasado de una tierra de emigrantes a ser un destino de acogida. Esta situación influyó decisivamente en la concepción y los comportamientos de algunos españoles con los recién llegados. Pues, aunque la inmigración extranjera empezó siendo apreciada y considerada como un signo del cambio económico positivo, notamos que, progresivamente y a medida que el número de inmigrantes aumentaba, la opinión pública empezó a preocuparse por el flujo migratorio y este tema recibió una atención especial en los medios de comunicación. Así, no solo en España, sino que en toda Europa se vio necesaria la sustitución de la política de atracción dirigida al inmigrante desde los años cincuenta por la política de limitación a partir de los finales de los años ochenta. Se da, así, un cambio decisivo en el comportamiento de los países avanzados contra los emigrantes; la representación sobre estos también se transforma: primero, en vísperas de las ocupaciones coloniales, los emigrantes se ven como necesitados de protección, y después, en los tiempos de necesidad de mano de obra, se ven como fieles servidores. Es, de hecho, este cambio el que da inicio a la construcción de unas sólidas fronteras entre los países, pues de ahí empezaron a forjarse y nutrirse los estereotipos discriminatorios contra las identidades y culturas calificadas ya como rechazadas. Abrighach resume esta situación cuando declara:

 

En los años cincuenta, la política de atracción de la emigración magrebí, en virtud de

una verdadera política de acogida, se desarrolla sin traumas y con indiferencia, porque


 

 

las necesidades de mano de obra son tan urgentes en una Europa muy destruida por la guerra. Esa política, que se continúa hasta los años ochenta, está regida por lo políticamente correcto. Sin embargo conforme va avanzando in crescendo, la presión de los flujos migratorios procedentes del Magreb y de otras latitudes dicha actitud se hace más inflexible. Europa se ve en la necesidad de impermeabilizar, cuando no cerrar las fronteras. (2006: 15)

 

Es de señalar que son varias las razones que se dan para justificar esta reacción contra los flujos migratorios. Muchas veces surgen fricciones por la necesidad de compartir con los emigrantes unos recursos que se ven como escasos, además de aparecer discrepancias relacionadas con la cultura autóctona y la identidad cultural nacional. La principal razón de estas desavenencias deriva del hecho de que el inmigrante y “su espacio simbólico y social es una encrucijada en la que convergen factores económicos, étnicos, culturales, religiosos” (Fernández García 1998: 100). Estos factores constituyen una especie de examen de compatibilidad con otros valores y connotaciones procedentes de la realidad del país de acogida. Pero debemos destacar que el choque entre las dos partes no se debe a la naturaleza y los componentes de las dos culturas, sino a las falsas percepciones e interpretaciones que producen actos contradictorios y egoístas, como declara Fernández García al hablar del “turista que se queda fascinado en las calles de Fez, [y] apenas mira a la cara a los mismos ‘moros’ que han seguido su mismo camino de regreso” (1998: 105). Por lo tanto, subrayamos que estos comportamientos reflejan la tendencia de construir una impermeable barrera entre la propia cultura y la del otro en perfecta articulación con las esquematizaciones hechas en el pasado y que se avivan en la actualidad para seguir identificando al inmigrante como ‘otro’, extranjero, diferente, tercermundista, etc. Estas denominaciones y otras parecidas muestran que una gran parte del mundo no ha podido superar su inclinación a apreciar los seres humanos según sus razas, sus religiones y sus culturas, aunque eso pueda reflejar unas tajantes actitudes esquizofrénicas, como es el caso de muchas personas cuando tienen reacciones xenófobas contra los emigrantes:

 

Resulta irónico que los españoles en cuya identidad hay una notable dosis de etnia, lengua, arte, costumbre y sensibilidad ‘mora’ rechacemos ahora a los magrebíes por extraños. Extrañamiento de los propios antepasados, del origen y la historia propios. Y en general olvido del colonialismo que está en el origen de la inmigración actual y extrañamiento de una identidad que es ya en parte la nuestra (Fernández García 1998: 108)


 

 

Como respuesta a esta realidad, varios autores han empezado a reflejar esta situación en sus obras para llamar la atención de la opinión pública hacia este fenómeno y al mismo tiempo reivindicar la necesidad de los actos de solidaridad y compasión hacia los inmigrantes. Harraga de Antonio Lozano es una novela que se inscribe dentro de este tipo de literatura fronteriza por contar una historia cuya acción se desenvuelve en un proceso de constantes idas y vueltas entre España y Marruecos. Su autor pone énfasis en la cuestión del tráfico de drogas y personas, y la inmigración se presenta como una plataforma donde se focalizan los verdaderos protagonistas de este fenómeno, que son los traficantes que manipulan las víctimas decididas a arriesgarse la vida consumiendo drogas o tratando de llegar allende el estrecho de Gibraltar. Destacamos que en esta narración las drogas y la emigración que atraen a los jóvenes marroquíes se representan como unos viajes. En el primer caso, se trata de un traslado de un estado de ánimo a otro y, en el segundo, del abandono de un país para otro. El resultado, en ambos casos, es parecido: los dos viajes son ilusorios y no tienen nada que ver con la realidad tangible.

3.   Miradas cruzadas entre dos mundos

La novela Harraga refleja la repercusión anímica e intelectual del paso de un mundo a otro y su título se refiere a un término dialectal marroquí que significa quemadores de los papeles. Sin embargo, y a pesar de que el título remite a los inmigrantes ilegales, notamos que la novela empieza con un ejemplo totalmente contrario a esta situación. El protagonista nombrado Jalid hace la travesía a España en total legalidad, llevando su pasaporte con el visado ‘bien ilustrado’, lo que le permite evitar todas las vicisitudes que suelen sufrir sus compatriotas que se chocan contra las fronteras representadas por los trámites del visado y que les prohíben cumplir su sueño de acceder a Europa vista como El Dorado, el paraíso y la civilización.

Es de notar que el hecho de imaginar Europa como el mundo de la civilización, además de ser una repetición de la propaganda imperialista occidental, refleja la dosis de desesperanza nutrida también de las opiniones negativas hacia la propia realidad, asociada con la barbarie. Hablando de su llegada a España, Jalid dice al respecto:

El policía en su cabina revisaba los pasaportes de delante hacia atrás, de atrás hacia adelante, de arriba abajo y de abajo arriba. Sus ojos iban y volvían de la foto al portador del documento. Luego, sádico, suspendía durante unos segundos eternos el sello de bienvenida al mundo civilizado, antes de dejarlo caer sobre la respiración contenida del emigrante. Justo detrás de la cabina me esperaba Hamid, erguido en la puerta misma de Europa. (Lozano 2002: 10)1


1 Para las citas de la obra de Antonio Lozano, a continuación se indicará en las referencias solo la página de la edición de 2002 de su novela Harraga.


 

 

Además, en la obra encontramos a personajes extranjeros que, aunque viven en Marruecos, en vez de apreciar la cultura de los autóctonos que son también seres humanos dignos de respeto, igualdad y justicia como todos los habitantes del planeta, siguen aferrados a las ideas derivadas de los estereotipos heredados de la época imperialista.

Este pensamiento revela que el proyecto colonialista no fue forjado para terminar en un momento determinado de la historia, sino para mantener dependientes a los pueblos colonizados mediante varios lazos y sistemas de mando. La prueba de ello se da a través de las actitudes altaneras, que podemos calificar como colonialistas, propias de algunos residentes en Marruecos. Jalid padece esta situación y expresa su queja y su rencor hacia este tipo de tratos cuando dice: “Entendí una vez más el odio al colonizador, y lo eterno que se hace esperar la verdadera independencia” (43). Estas conductas, que siguen los arcaicos principios colonialistas y que no se pueden adaptar a la nueva realidad de un Marruecos independiente, apoyan los preceptos que construyen y consolidan las fronteras entre los pueblos a base de las diferencias culturales y económicas. El resultado de estos comportamientos resulta aún más dañino cuando vemos que los mismos autóctonos, convencidos por estas ideas diferenciadoras, defienden a su vez este principio que divide el mundo en dos: por una parte, está Europa, asociada con la abundancia, la felicidad y el progreso; por otra, está África, pobre, triste y subdesarrollada. Confrontados con esta realidad, podemos decir que el colonizador ha conseguido sus objetivos por llegar a manejar desde lejos los pensamientos y los sueños de los colonizados. Dice al respecto Walter Mignolo:

 

La colonialidad no necesita de colonias para mantenerse; no obstante, sí necesita mantener la dependencia histórico-estructural y eso es lo que ha hecho con éxito la poscolonialidad imperial”: remozar la retórica de la modernidad para controlar los cambios en la lógica de la colonialidad. (2015: 172)

 

No obstante, es de notar que al lado de los personajes que se dejan llevar por las falsas ilusiones y creen en la existencia del paraíso allende el estrecho de Gibraltar, hay otros personajes cuya experiencia adquirida por haber vivido en los dos continentes les conduce a criticar la realidad de las dos orillas. Según ellos, si el origen es miserable y abandonado, el mundo desarrollado es abusivo y discriminador. Aunque lo hace con la finalidad de justificar sus actos y conductas delincuentes, el personaje Hamid subraya esta verdad confesando:


 

 

Aquí existimos para sobrevivir, luchamos para no morir de hambre, soñamos para no morir de desesperanza. No valemos nada, ni siquiera para nuestros gobernantes. En nuestros países estamos abandonados a nuestra suerte, perdidos en la miseria, desnudos frente a la injusticia […] Fuera de aquí solo somos mano de obra barata, en el mejor de los casos; un problema necesario para hacer un trabajo del que los europeos no quieren oír hablar, un ejército de indeseables que les friega el suelo, recoge la basura, desinfecta las cloacas, limpia los zapatos, siembra los campos. En la calle nos miran de reojo: somos sospechosos, temidos, nosotros que vivimos entre ellos acojonados, con una acusación permanentemente colgando sobre nuestras cabezas, un dedo siempre dispuesto a declararnos culpables, una soga alrededor de nuestros cuellos. (Lozano: 22-23)

 

Esta cita refleja el desgarro que las generaciones de la poscolonialidad sufren entre dos fuerzas aliadas para destruir sin piedad sus esperanzas y sus ambiciones; la primera está figurada en los responsables de los países de origen que no hacen el mínimo esfuerzo para mejorar las condiciones de la vida de sus pueblos, y la segunda la representa Europa que los rechaza. En este contexto hemos de subrayar otro factor que interviene a favor de los traficantes y los divulgadores de las falsas ilusiones, y que está representado por la nueva realidad multicultural impuesta por la mundialización, puesto que esta va acostumbrando a los jóvenes a ver las imágenes de una extraña convivencia entre la miseria y el lujo mezcladas con las tradiciones y hábitos importados de Europa y América del Norte. Por eso, nos parece oportuno citar también el impacto ejercido por los medios de comunicación, sobre todo la televisión, que incitan a estos desamparados a creer en la existencia del paraíso en el otro lado del mediterráneo. Jalid alude a esta realidad cuando dice:

 

A través de las antenas parabólicas, que en pocos años habían invadido las azoteas, llegaban pruebas constantes e irrefutables de que existía un mundo mejor, y a nosotros no nos había tocado vivir en él. Trabajo abundante, dinero para mucho más que un vaquero barato y unos litros de cerveza, noches relucientes de neón, mujeres dispuestas a amar, coches para todos, hamburguesas americanas, centros comerciales gigantescos penetraban en cada hogar, salpicaban nuestra miseria, derrotaban nuestra resistencia. (15)

 

Esta declaración aparece en medio de un proceso de autocontemplación que pone estas imágenes recibidas de El Dorado en contraste con la realidad misérrima de los personajes, que emplean reiteradamente el término de ‘infierno’ para describir su vida.


 

 

4. La imagen del infierno y la ilusión del paraíso

Para los personajes de la obra, no hay un mundo comparable a su situación que el del infierno y por eso lo mencionan 17 veces en la obra. Estos son algunos contextos donde se alude a este término especulativo:

 

-    A veces me parece que me expulsaron de la realidad, que me encuentro en el Infierno. Pero no: en el Infierno no te mete un guardián a empellones, y eso sí lo recuerdo nítidamente. (9)

-    cruzar el Estrecho como quien cruza la frontera entre el Infierno y el Paraíso. (28)

-    Me despedí del Café de París como quien se despide del Infierno. (30)

-    Durante dos años vivió en un infierno en el que todos lo maltrataban. (84)

-    No cuánto se tarda en llegar al Infierno después de muerto, pero le deseé un viaje rápido. (96)

 

La comparación de la vida con el infierno nos transmite el estado de pesimismo que empuja a los personajes de la novela a perder la vista de los posibles rayos de luz que los podrían guiar hacia el bienestar. Mencionar el infierno es una manera de decir que estos seres humanos están en la fase final de la lucha. Por lo tanto, los que intervienen en este momento son los traficantes que aprovechan este estado de desesperanza y se presentan como ángeles que llegan para salvar a esta gente cambiando su destino infernal por otro paradisíaco. El traficante siempre lleva el disfraz de un amigo o un familiar que actúa de forma desinteresada y que solo quiere ayudar a los que procuran mejorar las condiciones de su vida. Por eso, los traficantes acuden a la red que constituye la familia que une las dos orillas y la maniobra de sus miembros consiste en facilitar el paso de la frontera que protagoniza el espacio extendido entre España y Marruecos. Por lo tanto, se utiliza en la obra una variedad de términos que tienen esta connotación: umbral, muro, puente, cruzar, pasar, el Estrecho, el mar, el pasaje, la travesía, la aduana, el consulado, el visado, la embarcación, etc. En la novela seguimos el desarrollo de toda una vida y todo un sistema de negocios que se desenvuelven entre dos continentes y que está manipulado por un equipo de personas españolas y marroquíes relacionadas por una especie de red transnacional. Cuando un miembro entra a formar parte de esta familia, adquiere una nueva identidad que niega los valores, la pertenencia y todos los principios anteriores a favor del tráfico y sus lucros. Por lo tanto, resulta conveniente acentuar que los traficantes sacan provecho de la existencia de la frontera, concebida en este contexto como una mina inagotable, y que solo ellos tienen acceso a la riqueza que alberga, así como son los únicos que manejan las herramientas de su explotación.


 

 

Las pobres víctimas tienen suficientes motivos para dejarse convencer por este bando que les pinta el futuro con los colores de la abundancia, la prosperidad y la eterna felicidad. Por lo tanto, el paraíso resulta ser el término adecuado que se usa en varios contextos de la obra para contrarrestar la imagen del infierno relacionada con las condiciones de la vida de los personajes.

Es de subrayar que la palabra paraíso se repite 15 veces en la novela, apareciendo como una verdadera obsesión de los personajes que, por otra parte, ven el infierno en las circunstancias de su realidad y tratan, por lo tanto, de hacer una especie de peregrinaje hacia Europa a través del Estrecho, guiados por la red del tráfico cuyos agentes no dejan de facilitar esta travesía a sus víctimas. No obstante, conociendo la realidad de la frontera y lo que se arriesga tratando de superarla, podemos decir que estos traficantes que se presentan como capaces de realizar milagros, no son más que unos vendedores de fantasías e ilusiones a unos seres humanos que han perdido la lógica y se comportan como si estuvieran hipnotizados a la hora de decidir de emprender el viaje de forma clandestina. Así, todos los personajes se ven como alucinados por el paraíso que se cita en varios contextos de la obra:

 

-    De vez en cuando llegaba una carta, a la que siempre acompañaba una postal, como

para que pudiéramos imaginar mejor el paraíso. (13)

-    Ahora la añoro como un paraíso perdido. (18)

-    cruzar el Estrecho como quien cruza la frontera entre el Infierno y el Paraíso. (28)

-    Apostamos de lleno por el paraíso europeo, y acabamos derrotados. (66)

 

Valga destacar que en el relato que estudiamos predomina el léxico que recuerda al ambiente religioso que oscila entre el pecado y el perdón, los fieles y los infieles, el paraíso y el infierno, etc. Entre estos extremos está la frontera y los traficantes que facilitan el paso de un lado a otro. Además, notamos detalles precisos sobre el islam como los ritos que acompañan el Ramadán, las llamadas del almuédano y la oración, que comprueban el conocimiento que Lozano tiene de la cultura y las prácticas religiosas en Marruecos. Los diálogos entre los personajes sirven para colocar sus historias en el presente y la realidad tangible. Son también una ocasión para delatar sus pensamientos acerca de asuntos políticos y sociales. Como ejemplo citamos una opinión del personaje Mustafa, quien aprovecha un discurso de Hassan II que habla del entendimiento mutuo que España y Marruecos deberían ponderar en sus relaciones, para decir que el desacuerdo entre las dos partes es la fuente del trabajo que él hace como traficante.


 

 

5.   La voz narrativa: evocar recuerdos, emitir lecciones

En la obra, se dan continuos vaivenes entre la realidad y la ficción. La acción se desarrolla en ciudades conocidas como Melilla, Nador, Málaga y Tánger, que representan referencias espaciales reales donde los personajes evocan hechos históricos como la muerte de Hassan II, las huelgas de 1984 y los acontecimientos del Rif en 1959. Son los personajes los que desempeñan el papel de narradores en la mayor parte de sus historias. Este es el caso, por ejemplo, del protagonista Nabil, que representa también al principal narrador omnisciente, quien parte de un espacio cerrado, una cárcel situada en Tánger, y cuenta los sucesos que lo habían conducido hasta ahí.

El hecho de involucrar la voz narradora en la historia es un mecanismo que pretende evitar las barreras entre el relator y el receptor, el cual puede ser bien otro personaje, bien el narrador mismo o incluso un hipotético lector. De este modo, se estimulan a lo largo de la narración unos sentimientos de complicidad y solidaridad entre las dos instancias del discurso y se crea una simpatía entre ambas. Como observa un crítico: “Los efectos de la compasión se obtienen mediante una implicación profunda en el relato narrado, en virtud de una proyección conmovedora del narrador en la historia, haciendo imposible separar entre el ámbito de la vida y la subjetividad y el del espacio público y objetivo” (Abrighach, 2008: 105). Este tipo de narradores ofrece a la construcción narrativa cierto dinamismo fomentado por una lengua poética que emana de forma espontánea. Los profundos sentimientos del narrador se transmiten mediante un lenguaje transparente y el estilo de la novela está dominado por las frases cortas que abundan, no obstante, en comparaciones y metáforas. La intensidad y la trascendencia expresivas se justifican por la situación del protagonista/narrador principal que vive las últimas horas de su vida y, por lo tanto, decide decirlo todo con la sinceridad de quien no tiene alternativa. Esta característica se destaca también en otras obras que tratan el tema migratorio, como la novela titulada Las voces del Estrecho de Andrés Sorel. En esta obra, la polifonía expresada en el titulo domina la narración y nos brinda una llamada colectiva que parece proceder de las profundidades del mar Mediterráneo para reivindicar atención, comprensión y piedad.

En Harraga, la estructura de la narración alterna el diálogo con la narración en tercera persona, pero también abunda en discursos monologados que tienen como rol, por una parte, afianzar el sentimiento de religiosidad y, por otra parte, presentar al protagonista como alma en pena. “Cierro los ojos” es una frase que Jalid repite continuamente cuando invita al lector a recorrer con él el itinerario que lo había llevado al fracaso. De hecho, se constata que sus reiteradas luchas se terminan


 

 

siempre con la caída y la derrota absolutas, y que su búsqueda del paraíso lo lleva al infierno. Por el tono penoso de las declaraciones de este personaje, se destilan los sentimientos de remordimiento y desazón que sacuden su pensamiento. Es un ser humano que, en un acto de ajuste de cuentas, nos anuncia su abatimiento, sus angustias y sus equivocaciones. Ahora se da cuenta de que el paraíso que intuyó existir allende el Estrecho lo había dejado atrás en su país donde están su madre con sus diarias faenas, su padre con su pasividad, y donde ha abandonado toda una vida llena de sabores típicos, de tradiciones y de costumbres conocidas desde siempre. Por lo tanto, y después de subrayar la felicidad que reside en los pequeños detalles de lo cotidiano, se pregunta: “cómo pude hacer de mi existencia un constante empeño en huir de todo aquello”. (Lozano: 34).

Este arrepentimiento nos parece una rectificación ulterior, que pretende corregir los prejuicios: no solo se trata de darse cuenta del lado positivo de lo que se tiene, sino también de entender que el paraíso debe existir también ‘aquí’ y no solo ‘allá’. Si las actuales generaciones se sienten explotadas, robadas y engañadas, lo que les falta es entrar en una valiente lucha por dos objetivos mayores: el respeto de los derechos violados por los responsables locales y la cooperación económica, social y cultural de los dueños de El Dorado. La resistencia debe ser inagotable y estas generaciones tienen que ser conscientes de la necesidad de emprender el camino que les llevará a la descolonización de sus pensamientos, sus culturas y sus sueños. En la obra, esta actitud la representa Amina, la hermana del protagonista Jalid, cuyos buenos consejos, desobedecidos en su debido momento, resuenan en la conciencia del protagonista: “El mundo mejor que buscas está aquí mismo, me decía con voz firme que era imposible no creerla, y luchar junto a tu gente para construirlo es la manera más digna para pasar por este mundo” (43).

Por lo tanto, es de suma importancia contemplar este consejo que el protagonista no ha tomado en serio a tiempo, y entender que ha llegado el momento para defender el derecho de vivir con dignidad en las propias tierras y, al mismo tiempo, llamar la atención de las potencias del mundo que han de asumir su responsabilidad del desfase económico que es la causa de mucha pobreza, así como de la persistencia de los falsos sueños entre las varias generaciones de los pueblos subdesarrollados. Amina es el prototipo del personaje creado por el novelista como un ejemplo a seguir, porque ha tomado la vía correcta pretendiendo lanzar iniciativas sociales y programas educativos y culturales transnacionales para luchar contra la explotación, la corrupción y todo tipo de obstáculos modelados por los descendientes de ciertos colonialistas que se sirven del retraso de sus excolonias para cuidar sus intereses. Observa al respecto Wa Thiongo:


 

 

Hoy, el principal antagonismo lo encontramos entre las clases imperialistas enemigas y las clases internas de la resistencia. Pero, así como el imperialismo recibe ayuda de conspiradores internos, también las fuerzas de la resistencia necesitan una alianza con partidarios externos de la liberación humana. (2017: 148)

 

Por otra parte, es necesario un profundo tratamiento de los archivos históricos para desvelar las evidencias del menosprecio, la humillación y la inferioridad, por un lado, y las tentaciones de superioridad y dominio, por el otro. Ningún pretexto debe impedir la igualdad y la necesidad de todas las partes en el derecho del intercambio cultural y la influencia recíproca, evitando todas las diferencias discriminatorias. Es precisamente lo que subraya el Africano, en el libro de Amin Maalouf, que, sin determinar ni mencionar su creencia, dice a su hijo:

Musulmanes, judíos y cristianos deben tomarte tal como eres o te pierden. Cuando el espíritu de los humanos te parece estrecho di a ti que la tierra de Dios es extensa y extensos son sus manos y su corazón. Nunca vaciles para alejarte más allá de todos los mares, más allá de todas las fronteras, todas las patrias y todas las creencias. (1987: 499)

 

De hecho, resulta urgente acabar con todas las circunstancias que conducen a destinos semejantes a los que se relatan en Harraga. Para ello, hay que fomentar el espíritu crítico capaz de detectar los prejuicios y los estereotipos que hoy día se divulgan a través de un sinfín de medios. Asimismo, se tiene que contar con el papel del sector educativo, que debe tomar en consideración los cambios y las circunstancias del progreso que caracterizan el mundo actual. Ya se sabe que los jóvenes de hoy hablan un lenguaje globalizado como consecuencia de los medios masivos de comunicación que influyen en sus gustos y sus preferencias, y, por eso mismo, notamos que muchos crecen valorando lo ajeno y menospreciando lo propio a causa, muchas veces, de falsas informaciones. Edward Said critica la situación de la enseñanza en el mundo árabe y musulmán, subrayando la incapacidad de sus dirigentes para establecer instituciones cuyo objetivo sea competir con las europeas y estadounidenses en la formación de ciudadanos e investigadores capaces de participar en la creación y la transmisión de la imagen que se tiene de ellos. El resultado de la ausencia de este tipo de centros científicos, según Said, es que

[l]os estudiantes (y los profesores) orientales todavía quieren venir y sentarse a los pies de los orientalistas estadunidenses para luego repetir ante su público local los estereotipos que he descrito como dogmas orientalistas. Con este sistema de reproducción es inevitable que el erudito oriental utilice su formación estadounidense para sentirse superior a sus compatriotas, porque es capaz de dominar el sistema orientalista. En su relación con sus superiores, los orientalistas europeos o estadounidenses, él no será más que un informante nativo. (2016: 425-426)


 

 

6.   Conclusión

Muchos estudiosos defienden la importancia del Orientalismo para el Oriente por considerarlo un beneficio que ha contribuido a rescatar esta parte del mundo del olvido en que estaba sumergida. No obstante, observando las vías que tomaron los propósitos colonialistas que están presentes en gran parte de estos estudios, se puede considerar que también ha contribuido a la situación de dependencia en la que siguen sumisos estos pueblos. Como se subraya en la obra, el poder internacional ha hecho de África “un continente que el mundo lo ha elegido como despensa, de la que saca lo que necesita, en la que arrima lo que no” (Lozano: 57). Esta declaración insinúa que, frente al comportamiento pragmático de Occidente, el ser humano habitante de las tierras africanas es un ser pobre, sin valor y lleno de angustias. Estas son las imágenes que percibimos de unos personajes que nos transmiten visiones dramáticas sobre su vida y su realidad, tan violentas y opresoras como el infierno.

La experiencia de Lozano como habitante de la frontera le permitió ver de cerca la crueldad de una realidad que empuja a mucha gente a renunciar a su dignidad para ganar un lugar en el ‘El Dorado europeo’. A través de la narración de la vida de estos seres humanos, percibimos la existencia de dos mundos que entran en conflicto: por una parte, se erige el mundo de la prosperidad, la cultura del lujo, la modernidad y la abundancia que corresponde al paraíso y ‘la tierra prometida’. Por otra parte, está el mundo de la precariedad, el retraso y los sufrimientos que pertenecen a la realidad descrita como un inminente castigo infernal. Pero tras sus reiteradas travesías como traficantes de drogas, los personajes descubren que han hecho el itinerario al revés. El paraíso se convierte en infierno. La nostalgia y el fracaso resultan ser los guías que orientan al protagonista en los últimos instantes de su vida hacia el verdadero paraíso abandonado en su país de origen.

 

Bibliografía

 

ABRIGHACH, Mohamed. Superando orillas, lectura intercultural de la narrativa de Concha López Sarasua. Rabat: Editorial El Maarif Al Jadida, 2009.

---. La inmigración marroquí y subsahariana en la narrativa española. Agadir: ORMES, Facultad de Letras y Ciencias Humanas, 2006.

AFAYA, Noureddine y GURRRAOUI, Driss. La imagen de España en Marruecos. Barcelona:

Fundación CIDOB, 2005.

FERNÁNDEZ GARCÍA, Eugenio. “Extranjeros entre nosotros: lógica de la exclusión y el conocimiento”. Logos: Anales del Seminario de Metafísica 32 (1998-99) <https://dialnet. unirioja.es/ejemplar/19876> [09/06/2018]

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