Colindancias 13 / 2022, 233-237 DOI: 10.35923/colind.2022.13.10
Universidad de Castilla-La Mancha/
Universidad de Sevilla, España
José Lezama Lima. Todo Paradiso
(Paradiso-Oppiano Licario). Ediciones Verbum: Madrid, 2021,683 p.
Recibido: 9.11.2022 / Aceptado: 24.11.2022
Editorial Verbum (Madrid), ha puesto en circulación Todo Paradiso (ParadisoOppiano Licario), volumen que reúne los textos completos de Paradiso (1966) y Oppiano Licario (1977), las dos novelas de José Lezama Lima. El hecho es una hazaña editorial, presentada con una extensa introducción del escritor e investigador cubano José Prats Sariol. Verbum asume la deuda con los lectores de Lezama, bajo criterio que se decanta por el carácter unitario de su obra novelada al presentarla en una continuidad de XXIV capítulos.
Ha llovido desde que Paradiso estremeciera el mundillo literario habanero con el inusitado escándalo de su presentación y casi simultánea retirada de las librerías bajo las acusaciones de describir escabrosas escenas sexuales, rezumar un tufillo metafísico –peligroso para las nuevas generaciones– y, la todavía más grave para la época, de tener «problemas ideológicos». Fue entonces que la oportuna intervención de Julio Cortázar, con la publicación de su conocido texto «Para llegar a Lezama Lima» –publicado, primero, en la revista Unión en 1966 y, luego, en La vuelta al día en ochenta mundos, en 1967, ayudó a poner orden en el caos y, de paso, a lanzar a Lezama y su obra a un merecido reconocimiento internacional. En las palabras de presentación del congreso homenaje a Lezama, celebrado en Poitiers, en 1982, Cortázar lo recordaría así:
Mientras estas cosas sucedían en Cuba, yo salía de la lectura de Paradiso y casi de inmediato escribía de un tirón el texto que luego incluí en La vuelta
Ernesto Sierra
al día en ochenta mundos, y que se llama «Para llegar a Lezama Lima». Se lo envié , y más tarde supe que había contribuido de alguna manera a cerrarles el pico a los cuervos literarios y burocráticos que graznaban contra el libro.
Lezama fue publicando sucesivos adelantos de Paradiso en Orígenes, desde que dio a conocer el capítulo I en los números 22 y 23, de 1949. Finalmente, y con ciertas prisas, el texto es publicado en 1966, por Ediciones Unión, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Es conocido que esta primera edición cubana presentó muchísimas erratas, no obstante, casi enseguida, debido a la intervención de Enmanuel Carballo, se acometió la edición mexicana, por Ediciones Era, bajo el cuidado de Cortázar y Carlos Monsiváis. Aun así, esta nueva edición presentó más erratas que la cubana. En 1980 se presenta una nueva edición de la novela en Cátedra (Letras Hispánicas), bajo el cuidado de Eloísa Lezama Lima, que todavía conserva un número significativo de erratas. Es en 1988 que un grupo de investigadores cubanos, dirigido por Cintio Vitier, acomete la edición crítica de Paradiso para la colección Archivos y queda fijado este como el texto definitivo, que es el que reproduce Verbum en esta edición.
Aquellos sucesivos adelantos de Paradiso en la revista Orígenes compartieron páginas con una inesperada narración que Lezama tituló Oppiano Licario. El texto apareció en el número 34 de 1953, con una dedicatoria a Cintio Vitier y Fina García Marruz y tenía todo el sesgo de un relato autónomo, sin relación aparente con las entregas anteriores. En la introducción de la edición crítica de Archivos, Cintio se detiene en comentar la sorpresa que le causó la aparición de Oppiano Licario, al igual que Cortázar quien, en carta a Lezama –fechada el 23 de enero de 1957–, no relaciona el relato con Paradiso; ambos, Vitier y Cortázar, lo consideraron entonces un cuento. Curiosamente, en el último capítulo suelto publicado en Orígenes, el V, aparece el personaje Oppiano Licario, quien todavía reaparecerá unas cuatro o cinco ocasiones más en la novela, como enigmático personaje que encarna una especie de maestro de José Cemí, visto luego en el conjunto de la obra lezamiana como un alter ego suyo que sustentará, como en un juego de espejos, una mirada crítica y enunciativa de su poética: el sistema poético del mundo.
En los cotejos de originales realizados por Vitier para la edición crítica de Paradiso también constata que a la versión final del capítulo XI de la novela se le añadieron dos pasajes del capítulo I de Oppiano Licario, además de saber ya que aquel primer relato, de 1953, «al que sólo añadiría unas páginas magistrales cuando el libro estuviese ya en prensa en1965» –en el decir de Vitier en la «Introducción» a la edición crítica–, es el núcleo de su capítulo XIV (final).
José Lezama Lima. Todo Paradiso (Paradiso-Oppiano Licario). Madrid: Ediciones Verbum, 2021
De manera que publicada Paradiso en 1966, no resultó una sorpresa el anuncio, por parte de Lezama, de que estaba trabajando y publicaría una segunda novela, cuyo nombre provisional era Inferno. En entrevistas recogidas en la Órbita, organizadas por Armando Álvarez Bravo (1966), y la Valoración múltiple (1970), al cuidado de Pedro Simón, Lezama lo anunciaba y también, en consonancia con su humor y recelos con la crítica y la academia, jugaba a los enunciados y contrasentidos cuando aclaraba que, no porque su primera novela se llamó Paradiso, la segunda tendría que llamarse Inferno.
El conjetural título lo plasmó él propio Lezama en el «Esbozo para el Inferno», manuscrito del plan de su segunda novela, el cual ha sido ampliamente comentado por la crítica –Prats Sariol, quien trabajó con el manuscrito, vuelve sobre el tema en el prólogo a esta edición– y por él se sabe que la nueva novela, como Paradiso, estaría conformada por XIV capítulos. Finalmente, el texto anunciado se publicó, de manera póstuma e inconcluso, en 1977, con el nombre Oppiano Licario y diez de los catorce capítulos concebidos.
Desde entonces la lectura y recepción de ambos textos se dificultó por las características propias de la escritura lezamiana y el ostracismo generado en torno a él y su obra, el cual ha ido cediendo ante la constancia de su selecto grupo de lectores y estudiosos y la paulatina desaparición de las políticas culturales de las cuales fueron víctima, sobre todo en los últimos años de vida del autor.
Revisitar la narrativa lezamiana o introducirse en ella no es tarea fácil, se sabe. Mucho se ha escrito acerca de esta prosa poética de matriz clásica y barroca que no se atiene a un argumento lineal ni a una representación cronológica convencional; Cortázar alertaba que la mejor manera de acercase a ella radicaba en no esperar algo, en dejarse llevar. Lezama era del todo sincero cuando no presumía de ser un novelista y explicaba que recurría a la prosa cuando los medios expresivos de la poesía y el ensayo no le eran suficientes para expresar lo que necesitaba, que resultó ser una cosmovisión, un reflejo del mundo a través de la imagen poética y de su religiosidad compleja, de raíz cristiana, ecuménica; cosmovisión que pide e intenta una nueva teología. Por ello lo que destaca en sus dos novelas es la aventura del conocimiento y su manera de expresarla: el lenguaje.
Así y todo, en Paradiso es rastreable un argumento en torno a la historia familiar
de José Cemí en la Cuba de principios del siglo XX, y a Cemí y sus amigos
Fronesis y Foción, en la etapa estudiantil universitaria. Historia con avances
y retrocesos temporales y largas digresiones intelectivas sobre la amistad, el
sexo, la historia, la poesía, la filosofía, la política, la familia, los
viajes, la música, la pintura, la comida, es decir, la cultura en su amplia
complejidad y expresión. El autor construye una atmósfera narrativa de fuerte
impronta poética y órfica que exige la atención del lector para distinguir las
fronteras entre los planos realidad-sueño, ascenso-descenso, paraíso-infierno.
Es una summa en la cual –como también
había predicho Lezama– se pone a prueba su vasto «sistema poético del mundo»,
su peculiar teoría estéticocosmovisiva.
Ernesto Sierra
Según Lezama, Oppiano Licario es nombre compuesto por las referencias a Oppianus Claudium, senador romano que esperaba que «lo infinito se le manifestase», y de Ícaro, el conocido personaje mítico griego que se quemó las alas de cera por pretender volar demasiado cerca del sol y termina cayendo al mar; metáfora del ansia de infinito y del saber (pretender el Sol) y también de ascenso y descenso (reminiscencia órfica). Licario también remite, en griego clásico, al lobo, de ahí «licantropía», aunque Lezama haya declarado en entrevistas las significaciones primeras. En todo caso, el nombre creado para el personaje que representa al mentor de José Cemí en Paradiso da título a la segunda novela.
La nueva entrega es una evidente continuación de la primera en la cual reaparecen personajes como José Cemí, su amigo Fronesis, Ynaca Licario, la hermana de Oppiano, y otros. Oppiano Licario será el centro de los relatos y lo digo en plural porque el conjetural discurso narrativo de esta segunda novela es más fragmentario que el de Paradiso. En Oppiano… el hilo que hilvana los capítulos es la autorreferencialidad de la obra lezamiana; es un texto de reflexión sobre la escritura de las obras que lo preceden, de él mismo, del proceso de la escritura, de la función del arte y la literatura y, sobre todo, de la personal cosmovisión de Lezama Lima, su «sistema poético del mundo», principio y fin de la totalidad de su obra en verso, ensayo y prosa; Lezama escribió con la motivación y entrega, casi monásticas, de proporcionarle a Cuba su «Génesis», su acta de nacimiento e identidad con todas las singularidades de la Isla anclada en el mar Caribe y, a la vez, de la universalidad.
Todo Paradiso, como dije al comienzo, ofrece la largamente esperada oportunidad de contar con ambos textos en un solo volumen. La propuesta editorial es una apuesta por el lector; a este, en la soledad de la lectura, le tocará discernir sobre los numerosos enigmas estéticos y los prejuicios socioculturales que rodean a Paradiso y Oppiano Licario, como a Lezama y a la totalidad de su obra ¿Son novelas? ¿Una es continuidad de la otra? ¿Qué relación guardan con la obra poética y ensayística de su autor? ¿Qué justifica y aporta el reconocimiento de Lezama y Paradiso a la narrativa latinoamericana de los años sesenta del pasado siglo, visto con el complemento de su novela póstuma? ¿Qué relación guarda la obra de José Lezama Lima con la articulación del discurso en torno a la cubanía?
José Lezama Lima. Todo Paradiso (Paradiso-Oppiano Licario). Madrid: Ediciones Verbum, 2021
El prólogo de José Prats Sariol –quien conoció a Lezama y cultivó su amistad– desde la enjundiosa información que brinda, ayuda a despertar el interés del lector, ya sea el curioso que quiera acercarse al enigma Lezama o el especializado que sigue con fidelidad la evolución de la obra de «el etrusco de Trocadero 162». Se entremezclan, en un abanico de temas que recuerda las lecciones lezamianas, el dato preciso, los análisis esclarecedores y la reflexión subjetiva consecuencia de la identificación afectiva con el autor y su obra.
Todo Paradiso, como el agua violeta que discurre sobre el arrecife bautizado por los dioses taínos es, también, una fiesta innombrable.