Colindancias 12 / 2021, 125-137


DOI: 10.35923/colind.2021.12.06


 

Teresa de Jesús Ángeles Galiano

Universidad de Jaén, España

 

 

El exilio en París de Vicente Blasco Ibáñez: la imagen de Francia en su correspondencia

Vicente Blasco Ibáñez’s Exile in Paris: the Image of France in his Correspondence

 

 

Recibido: 01.10.2021 / Aceptado: 21.12.2022


 

 

0.    Introducción

El escritor y político valenciano, autor de Los cuatro jinetes del Apocalipsis, se vio obligado al exilio en varias ocasiones a lo largo de su vida, y su estreno lo hizo en 1890 en la capital francesa con apenas 23 años. Vicente Blasco Ibáñez lideró una manifestación polémica contra el entonces jefe del Consejo de Ministros Antonio Cánovas del Castillo, lo que le forzó a elegir entre la prisión y huir al exilio. Pasando por Argel y Marsella, finalmente se instaló en París, donde residiría poco más de un año en la capital gala. Este refugio de políticos españoles perseguidos por sus ideas republicanas supuso en Blasco un punto de inflexión en su estilo literario.

De este modo, “el rebelde de Valencia, proscripto, llega al país de la libertad, la patria de los grandes revolucionarios que él admira” (León Roca 1997: 88). Blasco, quien había luchado siempre por los ideales que encarnaba la historia de Francia, llega sin fecha de retorno, lo que le obliga a luchar por su supervivencia cotidiana. José Luis León Roca escribe: “París cuenta con el bagaje literario de todos los grandes escritores. Todos los hombres de talento tienen dos patrias: una, en donde nacieron; la otra es Francia” (1997: 88).

Hoy en día, disponiendo de la perspectiva global de toda su obra, es imposible concebir la literatura de Blasco Ibáñez sin la presencia de Francia. A lo largo de sus obras encontramos escenarios franceses, como París en Los cuatro jinetes del Apocalipsis o Marsella en Mare Nostrum; personajes principales y secundarios prototípicos como Mademoiselle Norma o la amante del doctor Aresti en El intruso, e ideales que simbolizan la libertad, igualdad y fraternidad francesas en valores como el derecho a la propiedad privada o la lucha entre los señoríos y el pueblo trabajador, tal y como aparece reflejado en La Barraca o La Bodega. Es por ello interesante analizar las primeras influencias dentro de sus escritos, en este caso, tomando como principales fuentes las cartas que le enviaba a su novia María Blasco, quien se convertiría meses más tarde en su esposa; y los artículos que semanalmente iba publicando en el periódico El Correo de Valencia (creado en 1855). Dichas cartas se encuentran en el fondo histórico de la Casa-Museo de Vicente Blasco Ibáñez en Valencia. Recordemos también que Blasco, jovencísimo recién llegado a París, buscó diferentes fuentes de financiación para su estancia y, pues, encontró en la publicación de artículos un medio de recurso económico para su estadía, aparte del dinero que le enviaban sus padres. Después de analizar los citados documentos, podemos dividir el exilio del ‘Zola español’ en dos etapas: la primera, que corresponde a un período de difícil adaptación donde reina la tristeza y la soledad (según le cuenta a María) y las descripciones costumbristas de la ciudad; y la segunda, en la que vemos a un Blasco más integrado y disfrutando de la experiencia. De este modo, se puede apreciar cómo la imagen del

Otro va evolucionando cronológicamente.


 

 

Para el análisis de estas imágenes no solo se ha tenido en cuenta la propuesta metodológica de los tres ejes (análisis del léxico, análisis estructural y condiciones de producción textual) de Daniel-Henri Pageaux, sino también los autoimagotipos generados a partir de los heteroimagotipos, es decir, las imágenes de España que surgen en contraste con las de Francia (Pérez Gras 2018). El imaginario, esto es, el conjunto de ideas preconcebidas y prejuicios lanzados sobre un suceso de alteridad, fue un término acuñado por Pageaux para referirse al conjunto de imágenes del extranjero para estudiar (1994). Para este caso, se corresponde con los personajes de los que habla en sus cartas, las fiestas a las que asiste en sus crónicas, las anécdotas que le cuenta a su novia, los escenarios que describe en el periódico, los sentimientos que provoca la situación de exilio y aquellos que nacen por formar parte de una sociedad completamente desconocida para él, entre otros.

 

1.  Primera etapa: difícil adaptación


Vicente Blasco Ibáñez llegó a Francia a mediados de julio de 1890 y su primer artículo sobre París data del 10 de agosto del mismo año. Dos días más tarde, Blasco anunciaba a María que iba a comenzar a escribir en El Correo. Le contaba que obtendría un beneficio de dos duros por cada crónica, lo que serían unos 8 duros al mes:

 

Carta del 12 de agosto de 1890

 

Un día de estos verás en “El Correo” una carta mía sobre París. Voy á (sic) escribir cuatro al mes y me las pagan á (sic) 2 duros cada una ó (sic) sea 8 duros al mes. Si tuviera 4 ó 8 periódicos así hacía la suerte. Voy á (sic) buscar ha (sic) ver si cae algún otro periódico que me reciba de corresponsal.


 

 

Según Javier Varela (2015), estas crónicas aparecerían en la primera página bajo el rótulo de “París”, y serían relatos de la vida en la ciudad. Blasco tiene mucho que transmitir, ya que se encuentra con una ciudad nueva bajo la reforma del barón Haussmann y la reciente Exposición Universal. También nos indica Varela que Blasco “siempre la recordará como una época llena de interés, en que pudo llevar una vida de bohemia muy de su agrado” (2015: 110), en la línea de lo que Ernest Hemingway relataría en su autobiografía París era una fiesta:

 

Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego Paris te acompañará, vayas a donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue. (1964: 57)

 

Durante esta primera etapa, Blasco no perdió el tiempo. A su llegada puso en marcha dos grandes proyectos literarios, los cuales iría perfeccionando en la segunda etapa y los terminaría a su retorno a España: La araña negra, novela anticlerical publicada por entregas en Barcelona, y la Historia de la Revolución Española: desde la Guerra de la Independencia hasta la Restauración de Sagunto, su proyecto más ambicioso hasta el momento.

 

1.1.   Cartas a María: soledad y tristeza

El epistolario de Vicente Blasco Ibáñez durante su primer exilio en París tiene un destinatario principal: María Blasco del Cacho. En la época también se valió de las cartas para comunicarse con compañeros y familiares donde relataba su situación de una forma mucho más objetiva y neutra. La joven conservó gran parte de las cartas que recibía de su novio Vicente, y posteriormente su hija Libertad las guardó para cederlas a la Fundación C.E. Vicente Blasco Ibáñez. De este modo, nos es posible conocer sus primeras impresiones de Francia.

Según podemos ver en las cartas, encontramos a un Blasco solitario, triste y negativo. Manifiesta en diferentes ocasiones que apenas tiene dinero y que está continuamente enfermo, así como la nostalgia que siente al extrañar a su país:

 

piensas que me divierto mucho, pero es porque no sabes que estando en un país donde no entiendes la lengua y donde no te conoce nadie es imposible divertirte pues no haces más que acordarte de la patria y de las personas queridas. [Carta del 27/07/1890]

 

O, también, pensando en la idea de volver a su ciudad natal con enunciados como “créeme que dos o tres veces creía que me había vuelto loco porque empezaba a preparar las maletas con intención de irme”, del 12 de agosto.


 

 

Son numerosas las manifestaciones que Blasco Ibáñez hace sobre la incomodidad de encontrarse lejos de lo que quiere: su patria, sus costumbres y sus seres queridos. De este modo, se analizaría como una imagen con dos signos icónicos: sobre la propia percepción que Blasco tiene de París basada en su experiencia personal y las diferencias que encuentra con su bienestar pasado lejos de ahí. Ambos solo pueden ser comprendidos analógicamente, y esto hace que encontremos en algunas cartas testimonios como el que aparece en la fotografía adjunta. El 6 de septiembre de 1890 intenta tranquilizar a María en relación a la duración de su estancia e incluso confiesa que, pese a que se considera republicano puro, le es inevitable “atacar” a los franceses y a Francia, a pesar de su forma de gobierno. Todo ello lo justifica a causa de su pesimismo y negatividad.

 

Tened ánimo pues la cosa no es para tanto pues ni yo no consideraría que esto no puede durar mucho [...] No creas que no hay algunos ratos en que me encuentro poseído de desesperación y si en mis cartas al periódico ataco á (sic) los franceses es porque todo lo veo de color negro y sin considerar que [...] es una República hablo mal de Francia. [Carta del 06/09/1980]

 

No obstante, al mismo tiempo encontramos a un joven enamorado, romántico y deseoso de reencontrarse con su “Marujita”. El léxico que utiliza es informal y cariñoso. En las cartas se interesa por su familia política y se puede ver que, durante esta primera etapa, la frecuencia de envío de estas es prácticamente diaria.

En estas misivas, Blasco le comenta su rutina parisina, qué suele comer, personas con las que normalmente queda y otros detalles de su nueva vida. Todo ello lo justifica desde su aparente soledad y tristeza, así como la falta de dinero.

 

1.2.     El Correo: costumbrismo y admiración

Desde el 10 de agosto de 1890, con su primer artículo El verano en París – Los que se van y los que se quedan – Elementos nuevos – Ingleses y negros – Los agradecidos a la esclavitud – Los destinos en la Humanidad, hasta el 15 de julio de 1891 con su último artículo ¡Viva la República!, Blasco relató sus impresiones sobre París como emigrante recién llegado en 24 entregas. Según Alborg (1966: 959), aquellas crónicas suscitaron la atención de los lectores españoles, ya que ofrecían una visión de la capital de Europa que por entonces solo estaba al alcance de unos pocos. Dos años después de su retorno, Blasco reuniría y editaría estos artículos en la editorial de Miguel Senent (Valencia).


 

 

Según Pageaux (1994: 122) en la mayoría de los textos comparados, la realidad cultural extranjera suele ser considerada por el escritor superior a la de origen. Correspondería este caso con la intertextualidad reflejada en las crónicas de nuestro escritor, ya que en numerosas ocasiones muestra su admiración y casi idolatría por Francia, desprestigiando al mismo tiempo a España:

 

La Francia previsora es una sociedad que debía ser imitada, por los buenos resultados que produce, en esa España que tanta prisa tiene en hacerse eco de todas las modas y novedades fútiles que incuba esta nación. (2013: 70) [Crónica del 10/09/1890]

 

Valera afirma que “las crónicas de París que envía a El Correo de Valencia son discretas en lo tocante a la política española” (2015: 114). Y así es, no alude directamente a la situación de su país de origen, sino que expresa de forma indirecta el autoimagotipo, es decir, la elección de las descripciones francesas refleja su opinión y postura relacionada con España. París era uno de los puntos principales de acogida de los exiliados políticos, la mayoría forzosos. Según Valera (2015), se calcula que residían en la ciudad unos doscientos republicanos. Entre ellos, cabe destacar que también se hallaban exiliados carlistas de la última guerra, lo que nos lleva a relacionarlo con el protagonista de una de sus novelas más vendidas, La Catedral, o con el padre del príncipe Miguel Lubimoff, personaje principal de su novela de la guerra Los enemigos de la mujer.

Las máximas que profesaba Blasco Ibáñez sobre su vida en Francia estaban divididas en cuatro pilares: admiración por lo militar (que no defensa), gestión política, historia moderna del país y filosofía social. Tal era su interés por el sentimiento patriótico francés que, cuando apenas llevaba un mes en la capital, escribía lo siguiente:

 

Jamás he experimentado emoción, ni creo experimentarla nunca, comparable a la que sentí en aquellos instantes. Un escalofrío de entusiasmo subía a lo largo de mi espalda, y tenía que taparme la cara con el sombrero para que no me vieran llorar. Hubo instantes en que grité como un loco, y di vivas a Francia y a la República. (2013: 47) [Crónica del 18/08/1890]

 

Aunque no todo lo que dice Blasco sobre Francia es exaltador. El valenciano, anclado en los ideales de la Revolución Francesa, se encontró con algo que no esperaba: ‘la belle époque’. A lo largo de sus crónicas describe en varias ocasiones episodios en los que refleja la contradicción de muchos aspectos de la sociedad


 

 

francesa y su forma de divertirse: determinadas escenas por el barrio de Montmartre, manifestaciones homosexuales, etc. Con todo ello, Blasco no tiene problema en expresar su desconcierto expresando su opinión ambivalente, como “Aquello fue una revelación del verdadero carácter del pueblo francés: fugaz y contradictorio” (2013: 51), y “Francia es el pueblo de la antítesis, de la conducta contradictoria y de las transacciones bruscas” (2013: 44) o:

 

Si yo tuviera que simbolizar alguna vez al pueblo francés, lo pintaría como Jano, con dos caras: una en que estuviera retratada esa serenidad sublime, esa sonrisa celestial y grandiosa de los héroes y los genios que miran a porvenir, y otra contraída por el gesto canallesco y la risa estúpida de lo irracional. (2013: 44) [Crónica del 18/08/1890]

 

A lo largo de todas las crónicas de El Correo, tanto en esta etapa como en la siguiente, las descripciones costumbristas protagonizan sus páginas. Los temas más recurrentes son: conciertos, ballets, óperas, y urbanismo. De este modo, siguiendo el esquema teórico de Joep Leersen (2007), dichas descripciones provocan que el lector español busque las similitudes con aquello que lee y, seguidamente, cree las diferencias correspondientes. El escritor valenciano supo facilitar el juicio de lectura puesto que él mismo reflejó la comparativa entre la imagen y la realidad, información que facilitaba al lector la empatía por lo escrito. La simpatía y la animadversión del lector por las descripciones parisinas se desarrollarían en la sucesión de los artículos y, por ello, la construcción del imaginario francés en esta etapa histórica. En este caso, el receptor trabaja el objeto cultural propio e “imagina un objeto equivalente sacado de la cultura francesa que se le presenta con los mismos atributos” (Delrue 2008: 5), como, por ejemplo, en la descripción de los teatros franceses:

 

¡Qué teatros los de París! Nada tan deslumbrante como el aspecto que presentan; pero en ninguna parte podrán estar los espectadores más incómodos (...) y en cuanto al público… que lo parta un rayo. (2013: 218)

 

La recepción de los artículos de Blasco Ibáñez en El Correo supuso una vía de comunicación entre el quehacer francés con la cotidianeidad valenciana y ayudó a la consolidación de la figura francesa como icono de cultura en España, como es la creación del Institut Français en Valencia a finales del siglo XIX. La lectura de estos imagotipos, tanto en prensa como en literatura, supuso la invención del estereotipo francés finisecular que se corresponde con la admiración y crítica que Vicente Blasco Ibáñez refleja en sus publicaciones.


 

 

Con todo esto, se confirma que en el análisis del método comparativo es importante fijarse en el ‘qué’ por qué utiliza esos sustantivos y no otros; y en el ‘cómo’ qué tipo de adjetivos les acompaña. En el caso de las crónicas de Blasco, el valor de la imagología surge cuando los diferentes puntos de vista y perspectivas (autor-lector) se yuxtaponen comparativamente entre sí, y el material, en este caso cultural Francia-España, se estudia desde un punto de vista supranacional.

2.   Segunda etapa: integración francesa

La parte final de la estancia de Blasco Ibáñez en París llega antes de la mitad de esta, en la que veremos a un joven integrado y disfrutando de la oferta de ocio de la ciudad. Son amplias las descripciones de espectáculos y fiestas a los que asiste, además de ciertos rumores que corren por las calles de Valencia sobre Blasco y su forma de divertirse. Emilio Sales nos cuenta en el prólogo de París. Impresiones de un emigrado que “pronto se exhibió como consumado juerguista, participando y liderando festejos de todo tipo” (2013: 11).

Sin duda, podemos ver que la imagen que Blasco proyecta de Francia en sus escritos (epistolario-artículos) es dispar y, puesto que María Blasco es lectora de sus crónicas, percibe esta desigualdad y pide explicaciones a su novio. Es entonces cuando se aprecia un cambio en las cartas: la frecuencia disminuye, el léxico que utiliza es más frío y menos cariñoso, la extensión es mucho menor y la caligrafía es casi inteligible, lo que refleja poca dedicación en su elaboración.

Por el contrario, el joven valenciano sigue en la misma línea temática y formal con las crónicas, algo que nos hace entender que se sentía cómodo escribiendo en folletines, algo que veremos que trabajará mucho cuando funde el periódico El Pueblo y publique algunas de sus novelas cortas y cuentos más famosos. Razona Javier Varela que, para alguien como Blasco interesado en política, todo lo que ocurrió en Francia durante su estancia tuvo que serle de gran interés: “A lo largo de un año pudo observar una vida agitada con huelgas, manifestaciones, mítines y elecciones reñidas” (2015: 128).

La faceta de Blasco cronista terminaría meses más tarde cuando el Gobierno español, junto a la reina regente, concedieron la amnistía. A su llegada a España retomó la actividad política con la intención de alzarse con el liderazgo del republicanismo en Valencia (Reig, 2012). En noviembre de ese mismo año fue nombrado Presidente del Consejo del Partido Federal, lo que le vincularía con reconocidos personajes del gobierno durante varios años, llegando a ser Diputado a Cortes por Valencia.

2.1.   Cartas a María: distanciamiento

El 6 de septiembre de 1890, pese a que no eran muchos los artículos que Blasco había publicado por el momento, le escribe a María:


 

 

Parece mentira que seas tan tonta. ¿No comprendes que un escritor para dar mayor autenticidad á (sic) sus escritos á (sic) de poner á (sic) veces mentiras y barbaridades? [Carta de 06/09/1890]

 

Entendemos pues que, antes de esta afirmación, María Blasco le recriminó las descripciones ociosas que hacía paralelamente en el periódico. Además, en la misma carta, añade: “una cosa soy yo como novio tuyo, que te quiere mucho, y otra cuando escribo”.

Marujita’, después de ser receptora de dos imágenes de París diferentes, se preguntaría cuál era realmente la verdadera, sobre todo después de seguir recibiendo cartas con mensajes así: “Es menester que tengas juicio y sobre todo que no me des más disgustos con esas barbaridades de venirte a París (Carta del 27/09/1890). Tal y como dice Varela: “lo que menos necesita el bohemio es la presencia de la novia y de su futura suegra” (2015: 110); y como se puede leer en la fotografía siguiente, donde cuenta que odia al país y que no tiene interés por aprender el idioma:


Carta del 19 de marzo de 1891

 

Aquí vuelve otra vez ha (sic) hacer frío y mal tiempo. Tengo unas ganas valiosas de salir pronto de aquí y mira si odiaré a este país que no aprendo el francés ni me tomo interés en ello.

 

Gracias al conjunto total de cartas y al conocimiento del resto de su vida y obra, podemos afirmar que, entre la imagen de Francia como país frío, solitario, de gente aborrecible y desagradable, y la de Francia como país de diversas culturas, sinónimo de progreso y evolución, Blasco simpatizaba más con la segunda imagen. Su posición perduraría en toda la actividad literaria y periodística que desarrolló posteriormente. Si hubiera que elegir una frase del epistolario que resumiese la voluntad de Blasco Ibáñez durante su exilio, sin duda sería la de “tengo mayor nombre por haber estado en la emigración” (carta del 27 de julio). Como se pudo confirmar más adelante, el


 

 

entonces joven escritor se formaría como hombre de proyectos y negocios, capaz de buscarle el beneficio a cualquiera de las situaciones, incluso a esta. Él disfrutaba de la vida bohemia de la ciudad y de las distracciones que no encontraría a su vuelta a Valencia. Al mismo tiempo le escribía a María en prácticamente todas las cartas de esta segunda etapa sobre sus planes de matrimonio y su viaje a Valencia: “Hasta que se levante en Valencia el estado de sitio, entonces regresaremos y nos presentaremos ya que nada malo hemos hecho”, enviada desde Marsella en 1896.

 

2.2.    El Correo: meteorología, dureza y despedida

Las crónicas que Vicente Blasco Ibáñez seguía publicando tenían un carácter tradicional y costumbrista mezclado con elementos innovadores de ‘la belle époque’. Esta segunda etapa se caracteriza por la descripción de los escenarios justificándolo a través de la meteorología, pues relacionó las desgracias y miserias con el gélido frío del país y los parques y bailes con la llegada de la primavera. Y como característica blasquista, siempre intentaba relacionarlo con elementos sociopolíticos:

 

Sufres porque te da la gana. ¿Qué haces aquí? Márchate a España; vuela a mi país, donde el sol preside siempre el día y no se esconde aun cuando llueva. ¿Qué te retiene bajo este sucio cielo? no tienes otra patria que el aire y doquiera vayas estarás bien. Feliz el que no siente la nostalgia de la tierra, el que puede llevar a todas partes sus afectos y cariños, el que no tiene recuerdos, y sobre todo… ¡dichoso y bienaventurado el que como tú puede viajar gratis! (2013: 159-160)

 

No dejó de hablar de los valores patrióticos de la sociedad francesa ni de su comparación con la juventud española, como Varela justifica por su impresión de las fiestas patrióticas. El joven Blasco no podía sino sentir admiración por la vigorosa juventud francesa y por su demostración de amor a la nación (2015: 124).

Desde el punto de vista comparatista, podemos intuir que la parte revolucionaria de Blasco se acentuó al tomar contacto con la tierra de Víctor Hugo y Émile Zola, y lo expresó más aún en este período. En sus últimos artículos, más radical que en ningún otro, arremete directamente con su país de origen:

 

Los que estamos acostumbrados a vivir en un país regido tradicionalmente, donde las ovaciones populares al jefe del Estado se regulan por el entusiasmo que dos pesetas pueden producir en la chusma asalariada para dar vivas, no podemos menos de sentir impresión ante una fiesta cual esta, tan espontánea como sublime. (2013: 272)


 

 

Según Delrue (2008), la mayoría de estas impresiones que Blasco proyecta en sus crónicas corresponden a un reciclaje de ideas antiguas preconcebidas, es decir, a pesar de que sus vivencias se crean de forma directa y las transmite, realmente son estereotipos históricos compuestos por los españoles sobre el país galo desde siglos atrás.

Sin embargo, Emilio Sales (2013) comenta que, más allá de la originalidad de la imagen, lo importante es la intención demostrativa sobre los avances y problemas de un pueblo regido por un régimen republicano y que, a través de sus escritos, “tanto él como sus destinatarios pueden hacer cabal balance sobre la trascendencia histórica de determinados acontecimientos del pasado” (2013: 18). A pesar de que se trate de unas crónicas y no de relatos literarios, no tenemos que dejar de lado las advertencias de la investigadora María Laura Pérez Gras en sus estudios sobre Jean-Marc Moura, acerca de que las imágenes no son una duplicación de la realidad, sino creaciones autorreferenciales (2016: 11). Blasco Ibáñez también creará su propia imagen y, al igual que Jano, el extranjero lo vería como abanderado de la patria española, mientras que los suyos lo tacharían de afrancesado (Fourrel 2018: 2).

3.   Conclusiones

Para el estudio imagológico de Vicente Blasco Ibáñez y Francia se ha tenido en cuenta un análisis total, según propone Daniel-Henri Pageaux (1994), del exilio: contexto sociocultural, estudio diacrónico y sincrónico de los discursos y análisis léxico de sus escritos, entre otros. Todos ellos incoherentes en sus respectivos análisis independientes, pero con gran sentido en su totalidad final. Las conclusiones de este ejercicio comparativo son, pues:

En primer lugar, las dos imágenes de Francia que proyecta Blasco en sus escritos: por un lado, Francia como castigo; por otro lado, Francia como premio. Entendemos que se trata de una expresión distorsionada, ya que no quería preocupar a su novia y familia, pero realmente estaba viviendo en la ciudad donde tantos artistas habían desarrollado sus carreras profesionales y donde el pueblo acogió y celebró su ansiada república. Él sabía que se trataba de una experiencia efímera, y por ello quiso aprovecharla al máximo, pero sin dejar de lado sus proyectos españoles, pues sabía que en cualquier momento tendría que volver.

En segundo lugar, podemos apreciar una evolución cronológica de la imagen de Francia en los artículos de Blasco Ibáñez. Teniendo siempre como temas principales el ocio y el costumbrismo, distinguimos ciertos cambios en la expresión del joven, ya que, a medida que pasan las semanas, su discurso político se muestra más furioso y sus manifestaciones a favor de la república son evidentes. Podemos pensar que el estupor generado por su llegada poco a poco se fue amoldando a una comodidad que le permitiría expresar sus ideales políticos sin filtros.


 

 

En tercer lugar, podemos afirmar que esta experiencia influyó en la literatura del valenciano, ya que, después de este exilio, es notable su influencia artística del naturalismo y realismo francés, que claramente se reflejaría en su ciclo de novelas valencianas, las cuales darían a conocer a Blasco como escritor, además de político. Debemos recordar que, gracias a la traducción de La Barraca, comenzó su fama internacional en Francia, donde cinco años más tarde recibiría la medalla la Legión de Honor, debido a su labor como autor de los principales libros en castellano de los liceos del país.

En cuarto lugar, esta percepción perduraría a lo largo de los años ya que se convertiría en un imprescindible dentro de la literatura blasquista. Este exilio encabezaría el primero de sus innumerables viajes al país vecino, encabezados con el grato recibimiento de Francia por el éxito de la traducción de La Barraca (Fourrel, 2015: 2) con toda clase de motivos: por amor, puesto que su amante y futura esposa, Elena Ortúzar, residía en París; por amistad, ya que entabló relación con diferentes españoles que no se acogieron a la amnistía y franceses con los que estrecharía lazos, como es el caso del ministro Marcel Semblat; por trabajo, ya que fue enviado al frente durante la I Guerra Mundial para retransmitir el conflicto bélico como novelista y, a consecuencia de su éxito mundial, como director de largometrajes; por nuevos exilios, debido a la llegada de Primo de Rivera al poder, lo que provocó una intensa actividad política contra el dictador y el Rey; y por su retirada definitiva, donde pasaría el resto de sus días en la villa de Fontana Rosa, en la ciudad de Menton, en la Costa Azul.

En quinto y último lugar, podemos concluir diciendo que los hetero y autoimagotipos se acentuarían con el paso de los años en las tres facetas principales del valenciano: escritor, político, editor y periodista, llegando al punto de no poder concebir la literatura y vida de Vicente Blasco Ibáñez sin Francia.

 

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<https://www.academia.edu/12883098/Vicente_Blasco_Ib%C3%A1%C3%B1ez_et_ le_cin%C3%A9ma_fran%C3%A7ais_1914_1918_ > [15/12/2021]

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