Colindancias 12 / 2021, 77-103
DOI: 10.35923/colind.2021.12.04
Antonio de Padua Andino
Sánchez
Grupo de Investigación (Cod.: HUM318)
Universidad de Granada, España
La impronta
del Mundo Clásico
en la caracterización de Don Quijote, Sancho
y Teresa Panza: Capítulos V y VI
de la Segunda Parte
Recibido: 02.09.2021 / Aceptado: 29.11.2022
Es cierto que desde su encumbramiento por el romanticismo alemán, “cuya sombra es muy alargada” (Barnés 2013: 205) hasta llegar a nuestros días, en el Quijote siempre han llamado más la atención los efectos de su prosa que las causas que la inspiran, y en los estudiosos ha prevalecido —y con toda razón— la potente luz de su narración en castellano antes que el brumoso candil grecolatino, que pudiera alumbrar su creación1. Así, entre el culto a la tradición o la práctica literaria innovadora, el romanticismo alemán enalteció sobre todo su inmarcesible modernidad:
La consagración del Quijote como obra romántica vino de la mano de la interpretación de Schelling, según el cual Cervantes es un poeta-filósofo que, a través
del simbolismo de las aventuras del protagonista, refleja el conflicto universal
entre Realidad e Idealidad: “das Thema im Ganzen
ist das Reale im Kampf mit dem Idealen”2 (Close 2005: 82).
Pero, simultáneamente, no deben causar tampoco extrañeza alguna, a día de hoy, las referencias, imágenes y contenidos literarios de los autores clásicos prendidas en sus páginas; motivo que le valió también la admiración de los ilustrados del siglo
1 “Sus obras han sido más saboreadas que meditadas; el trabajo de la sensibilidad ha sido tal vez mayor que el de la serena reflexión […] Así acontece que aún no se ha producido un libro sobre las fuentes de
Cervantes” (Castro 1925: 19). Toda letra en
cursiva sobre texto propio y ajeno es del autor del artículo.
2 “El tema en su conjunto es lo real en lucha con el ideal”.
xviii. Pues, si existe unanimidad en las afirmaciones de los cervantistas, es en la definición del Quijote como “un libro hecho de libros”3.
No habiendo recibido
Cervantes un adecuado reconocimiento en vida, su viaje desde la Ilustración al Romanticismo lo ha conducido a un
completo éxito,
al que han contribuido decisivamente, con criterios estéticos diversos y aun opuestos,
Gregorio Mayans y Friedrich Schlegel. El Quijote es
una novela tan versátil que puede ser alabada tanto por tirios como por troyanos (Barnés 2013: 208).
Y es que, bajo nuestro punto de vista y acorde con la primera interpretación académica de su obra por los ilustrados4, sin restarle un ápice de mérito como creador, estamos ante un escritor que, antes de dejarla correr en el papel y recrear su talento único, impregna la pluma reflexivamente en el tintero de la tradición clásica de un modo sistemático, casi obsesivo, como si, desde su mentalidad, ese fuera el único método plausible y reconocible de poder generar literatura cabalmente5.
Tal aseveración nos obliga a demostrarlo y acreditarlo, en esta ocasión, analizando y comentando un par de capítulos como botón de muestra, donde en lugar de acción se extiende a lo largo y ancho de ambos episodios el diálogo rico y ameno, que con sus respectivos discursos demuestra los rasgos con los que Cervantes quiere dejar bien claro cómo son sus personajes principales, Sancho Panza y don Quijote; muy lejos, eso sí, de lo que el autor desalmado del otro Quijote apócrifo había dejado entrever.
Para el caso de Sancho Panza, pintándolo con una ambición y
credulidad interesada, Cervantes
nos habla en el capítulo
V de la segunda entrega
“De la
3 “El
Quijote es acaso en mayor grado que
ninguna otra obra de las letras europeas modernas un libro libresco,
‘un libro que está hecho de otros libros y que gira en torno al libro’
” (Baker 1997: 33).
4 En la España del siglo XVIII se destacó
“su originalidad al ser concebido
como una modalidad novedosa
de la épica clásica” (Rey y Muñoz (eds.) 2006: 16). Vicente
de los Ríos en el primer
análisis riguroso que se hace del Quijote
en la primera y lujosa edición realizada
por la Real Academia Española
de la Lengua (1780), “parte
de la premisa de que el texto
de Cervantes es una novedosa
y original variedad
de la épica, ya no heroica y en verso,
sino burlesca y en prosa, lo cual propicia su constante equiparación con los grandes poemas de la Antigüedad, en especial con la Ilíada de Homero y la Eneida de Virgilio, otorgando, en consecuencia, a Cervantes y al Quijote la dimensión de clásicos” (Rey y Muñoz (eds.) 2006: 57). 5 “El afán preceptista y antivulgar tenía raíces
muy hondas en su pensamiento […] La
preocupación de cómo debían ser las cosas en él es obsesionante” (Castro 1925: 55).
discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza, y otros sucesos dignos de felice recordación”. De este modo nos muestra cómo se expande la enfermedad ingenua del amo, primero, entre su criado y, de resultas, por simpatía, entre todo el género humano lector. Sus síntomas casi pertenecen al genoma de la especie: aspirar siempre a una situación mejor. Lo que en Alonso Quijano le empuja a acometer aventuras caballerescas de libro, en Sancho se le añade un plus humorístico, como que un simple campesino sin cultura alguna pretenda llegar a ser gobernador de ínsulas.
El autor, en prevención de posibles críticas de extrañeza o inverosimilitud del personaje, se autodenomina simple “traductor” y, repitiendo el mismo número de negaciones que San Pedro, hasta tres veces llega a decir que es un capítulo apócrifo. Nosotros constatamos que quizá lo hace, presumiblemente a conciencia, para tomar distancia y así desvelar lo más objetivamente posible cómo son auténticamente sus protagonistas. Debido a la popularidad de la Primera Parte, estos deambulaban ya con vida propia libremente entre la gente, y es muy probable que Cervantes acusara un posible rechazo a la deformación de cómo muchos los habían entendido facilona y groseramente cual disfraces de carnaval6. Para Cervantes la literatura está reñida con la vulgaridad7; y por eso expone las mimbres de sus improntas revistiéndolas con una textura literaria culta, distinta y distante de la que acompaña por esos manidos y trillados caminos al Quijote mendaz e impostor.
6 “Un ejemplo que nos permite medir exactamente la inserción de don Quijote
en la memoria colectiva del
siglo XVII, fuera de su contexto de origen (el de la novela), es su presencia no en un texto literario sino
en uno de no ficción, pero que describe una representación. Se trata de una relación
de fiestas (una de las tantas que había en la época,
en prosa o verso, y que se escribían para contar las celebraciones
especiales de reyes, nacimientos de príncipes, victorias militares,
festividades religiosas etc.). La que cito está fechada el 19 de octubre de 1607 (es decir sólo dos años
después de la publicación de la primera parte del Quijote), y en ella se cuenta y detalla una mascarada y juego de
sortija, en las que participan
gente disfrazada, generalmente de personajes literarios famosos o mitológicos. Se detalla en dicha relación
el desfile de los participantes en el juego, todos disfrazados, entre los que
sobresalían los siguientes: el Caballero de la Ardiente Espada (es decir Amadís
de Grecia), el Fuerte Brandaleón, el dios Baco y don
Quijote” (Cabanillas 2006: 25). “Aunque no sabemos hasta qué punto,
o no, debió molestarle en su orgullo
de escritor sabio el perfil
simplificado y simplista con que representaba el vulgo a sus muy logrados personajes, donde sí mostró su
total desagrado y rechazo fue en la desalmada
caricatura que hizo de ambos Avellaneda” (Andino 2019-2020: 18).
7 “Cervantes es refractario al arte vulgar.
Su crítica de las comedias
va precedida de esta declaración 'Puesto
que es mejor ser loado
por los muchos
necios, no quiero
sujetarme al confuso
juicio del desvanecido vulgo'” (Castro 1925: 49).
La primera razón de incongruencia que aduce, es por atribuir a un personaje de tan corto ingenio como Sancho Panza pensamientos tan sutiles:
Llegando
a escribir el traductor desta historia
este quinto capítulo, dice que le tiene
por apócrifo, porque en él habla Sancho Panza con otro estilo del que
se podía prometer de su corto ingenio
y dice cosas tan sutiles, que no tiene por posible
que él las supiese, pero que no quiso dejar
de traducirlo, por cumplir con lo que a su oficio debía […] (723)8
Parece que el autor confiesa, por esta vez, no hacer caso a los dictados de Horacio al respecto:
Horacio, Arte
poética 312-3169:
Quien aprendió qué se le debe a la patria, a los amigos,
con qué cariño debe ser amado un padre, un hermano, un huésped, cuál es la ocupación de un senador,
de un juez, cuál
es el papel
de un general enviado a la guerra,
aquel, sin duda,
sabe dar los rasgos convenientes a cada personaje10.
Pero no es así. El móvil que hace a Sancho estar exaltado con la nueva empresa de salir de andanzas con su amo es el dinero, la ganancia, un elemento muy coherente con la dilatada exhibición de su personalidad a lo largo de la Primera Parte. De hecho se trata de sumar más beneficios a los ya cobrados en el ejercicio anterior, y lo expresa con la misma confusión y revoltijo mental a los que ya tiene acostumbrado al lector: está alegre porque vuelve a salir de aventuras; y vuelve a salir de aventuras porque necesita y espera ganar otros cien escudos, los cuales, pensarlos, lo ponen alegre:
—Mirad, Teresa —respondió Sancho—, yo estoy alegre porque tengo determinado de volver a servir a mi amo don Quijote, el cual quiere la vez tercera salir a buscar
8 En lo sucesivo la alusión y cita de
los dos capítulos analizados en el presente artículo, remitirán a la edición de Don
Quijote de la Mancha de Francisco Rico (2004, volumen 1), señalando entre paréntesis sólo el número
de página. Cuando se aluda a otros diferentes se especificará si es Primera Parte o Segunda
Parte, número de capítulo y página que corresponde a la edición referida
(por ejemplo: I, 10, 123 o II, 1, 692).
9 HOR. ars, 312-316:
Qui didicit, patriae quid debeat et quid amicis, / quo sit amore parens, quo
frater amandus et hospes, / quod sit conscripti, quod iudicis officium,
quae partes in bellum missi ducis, ille profecto / reddere personae scit conuenientia cuique.
10 Las traducciones del latín son del autor del artículo; para
las obras griegas se indica al traductor en el paréntesis bibliográfico.
las aventuras; y yo vuelvo a salir con él, porque lo quiere así mi necesidad, junto con la esperanza que me alegra de pensar si
podré hallar otros cien escudos como los ya gastados (723-724).
En todo caso, quien pecaría de hacer uso de conocimientos impropios es Teresa Panza, cuando utiliza un texto de Cicerón para defender la vida apacible del pobre frente a las ínfulas y complicaciones de los poderosos: “La mejor salsa del mundo es la hambre; y como esta no falta a los pobres, siempre comen con gusto” (725)11.
Se trata de una frase atribuida a Sócrates y recogida por Jenofonte12, por el De finibus y por las Tusculanae disputationes de Cicerón, esta última una de las obras incluidas en la ratio studiorum de la escuela que los jesuitas tenían en Sevilla, a la que el propio Cervantes parece conocer bien, según refleja en la novela Coloquio de los perros13:
Cicerón.
Del supremo bien y el supremo
mal II, 28, 9014: Con este [Epicuro], si dijera
que para vivir felizmente no importa de qué clase de alimento se dispone, yo estaría conforme, incluso lo alabaría;
pues diría la verdad, y eso mismo le oigo a Sócrates,
que no tiene en cuenta
el placer por ningún sitio,
cuando dice que el condimento de la comida es el hambre,
y el de la bebida, la sed.
Cicerón, Disputaciones tusculanas V, 34, 9715: Cuentan que Sócrates, al caminar con
bastante entusiasmo hasta el atardecer y habérsele preguntado por qué lo hacía, respondió que para cenar mejor se proveía
de hambre caminando.
En efecto, la mujer de Sancho se destapa con un texto latino de tema filosófico en torno a Epicuro, y con toda naturalidad lo interioriza e interpreta a través de su mirada estrecha e ignorante, derivando su lógica conclusión: “los pobres siempre
11 Casi el mismo sintagma (“con la
salsa de su hambre, almorzaron”) fue empleado por el propio narrador
en el capítulo xix de la Primera Parte
(226).
12 Jenofonte, Recuerdos de Sócrates
IV, 5, 9: “[…]El hambre,
[…] la sed, […] la pasión amorosa
[…] y el sueño […] son las únicas razones por las que resulta agradable el comer, la bebida y el amor, y también el
descansar y el dormir tras haber esperado y resistido hasta que esas cosas lleguen
con el mayor placer posible
(Zaragoza 1982: 185).
13 Cf. Close 2004: lxxiv-lxxv.
14 CiC. fin.
2, 28, 90: huic ego, si negaret quicquam interesse ad beate vivendum quali uteretur victu, concederem, laudarem etiam; verum enim
diceret, idque Socratem, qui voluptatem
nullo loco numerat, audio dicentem, cibi condimentum esse famem, potionis sitim.
15 CiC. Tusc.
5, 34, 97: Socraten ferunt, cum usque ad vesperum contentius ambularet quaesitumque esset ex eo, quare id faceret, respondisse se, quo melius cenaret, obsonare ambulando famem.
comen con gusto”. Se trata, sin duda, de una broma de Cervantes. Lo cómico brota de la oposición literatura / vida16: el ejercicio del razonamiento práctico popular altera la espléndida verdad del sabio griego, pero logra el efecto jocoso deseado por el autor. En virtud de dicho axioma en este penoso y mal repartido mundo los pobres saborean mejor los alimentos que los ricos, porque a todos les echan la magnífica salsa del hambre que cuentan los sabios libros.
La censura que hace Cervantes al ignorante de Sancho, y que su ingenua mujer expande a todo aquel que entienda su lectura, podría ser la misma que se revela en el De finibus de Cicerón, donde uno de sus interlocutores defiende el epicureísmo frente a los descerebrados afanes humanos, que vagan por el mundo esclavos de pulsiones contradictorias, maltratados por sus ansias y miedos desordenados:
Cicerón, Del supremo bien y el supremo mal I, 18, 6117: En cambio, he aquí que unos son mezquinos y estrechos o que desesperan siempre de todo, o bien malévolos, envidiosos, intratables, que huyen de la
luz, maldicientes, horribles; otros, a su vez, entregados a ligerezas amatorias, algunos descarados, otros osados, desvergonzados,
tan desenfrenados como cobardes, que
nunca se mantienen en su criterio, por tales motivos no hay en la vida de estos pausa para
el disgusto. Por tanto, no existe
ningún ignorante feliz, ni ningún sabio que no lo sea.
En todo caso, Teresa Panza emprende su discurso arrastrada por la eventualidad de que acaso lo de la ínsula fuera una realidad posible, acordándose maternalmente de los derechos de sus hijos. El coloquio deriva a una diatriba sobre el casamiento entre iguales o de diferentes cunas, y da pie a la afirmación de Sancho Panza respecto a la fortuna, con la que conviene dejarse llevar por el viento, mientras sopla favorable, es decir, aprovechar la ocasión cuando esta se presenta, sin mirar las posibles consecuencias. Todo ello termina con el segundo aviso del traductor de la historia:
16 O,
más bien, entre letra impresa
y vida. Esa sería, según nuestro punto de vista,
la auténtica oposición, más apropiada y ajustada a la intención de Cervantes
que la de realismo versus idealismo, que fue como la entendieron los románticos alemanes.
17 CiC. fin.
1, 18, 61: ecce autem alii minuti et angusti aut omnia semper
desperantes aut malivoli, invidi, difficiles, lucifugi,
maledici, monstruosi, alii autem etiam amatoriis
levitatibus dediti, alii
petulantes, alii audaces, protervi, idem intemperantes et ignavi, numquam in sententia permanentes, quas ob causas in eorum vita nulla est intercapedo molestiae. igitur
neque stultorum quisquam beatus neque sapientium non beatus.
Mira, Teresa, siempre he oído decir a mis mayores que el que
no sabe gozar de la ventura cuando le viene, que no se debe quejar si se le pasa;
y no sería bien que ahora que está
llamando a nuestra puerta se la cerremos: dejémonos llevar
deste viento favorable
que nos sopla.
Por este modo de hablar, y por lo que más abajo dice Sancho,
dijo el tradutor desta historia
que tenía por apócrifo este capítulo. (727)
El símil del soplo del viento con los avatares de la fortuna está documentado en la obra de Ovidio, autor favorito de Cervantes18, precisamente ligado al aprecio social, tema que baraja el diálogo del matrimonio Panza. Parece que en lugar de ocultar el despropósito literario, supuestamente inapropiado para con el carácter de Sancho, Cervantes, haciendo un guiño al buen entendedor, lo va resaltando en el momento que lo escribe para dejar claro, precisamente, que, contra lo que el vulgo y el usurpador de su título pudiera pensar, el Quijote auténtico hace uso de material clásico de primera. Es decir, que lo que identifica a sus protagonistas es la altura literaria que acreditan, no la chabacanería, la insana locura, la estupidez o ser carne de manicomio: es ahí y, no en otro sitio, donde hay que buscar, descubrir y denunciar el carácter apócrifo de los falsos personajes de Avellaneda, que ni por asomo cumplen con parámetro literario alguno que les procure noble ascendencia literaria.
Ovidio, Pónticas II, 3, 23-2819:
Nadie es apreciado si la Fortuna no le es favorable
En el momento que ésta atruena, ahuyenta
una por una a las amistades Por ejemplo: yo, en otro tiempo
rodeado de no pocos amigos
mientras una brisa favorable sopló mis velas,
en cuanto las salvajes olas se hincharon
con un viento cargado de nubes me veo abandonado, con mi nave deshecha en medio de las aguas.
El verso ovidiano, pesimista donde los haya, no augura nada bueno para las próximas aventuras de Sancho y su amo, pero una mente basada en el deseo de mejorar económica y socialmente, no toma ese lado que desvela, sino las expectativas suculentas de ganancia en el tiempo inmediato, que nublan toda cautela y mesura.
18 Como “Ovidio español” se autocalificó Cervantes en los versos preliminares de Gandalín, en la Primera Parte
(Cf. Montero 1996: 329).
19 Ov. Pont. 2, 3, 23-28: Diligitur nemo, nisi cui Fortuna secunda est. / Quae simul intonuit, próxima quaeque fugat. / En ego non paucis quondam munitus amicis, / dum flauit uelis aura secunda meis,
/ ut fera nimboso tumuerunt aequora uento, / in mediis lacera naue relinquor aquis.
El episodio entero, en realidad, parece estar inspirado en el tema de la primera de las Sátiras de Horacio, poeta epicúreo del siglo I de nuestra Era, la que nos cuenta que nadie está conforme con su fortuna:
Horacio, Sátiras I, 1, 1-320:
¿Por qué ocurre, Mecenas, que nadie, con la suerte que le ha dado o su entendimiento o el azar, con esa viva contento
y alabe a quien sigue otros derroteros?
Sancho aspira a gobernador y a casar a su hija con gente de otro nivel. Teresa da la réplica incidiendo en los inconvenientes y problemas nuevos que la situación entraña, así como las consecuencias nefastas de un matrimonio desigual. Por eso reivindica la pobreza, libre de pesares, en cuyo vientre cabe lo mismo que en el de cualquier poderoso, incluso con más gusto, porque come con la salsa especial que le procura el hambre, compañera inquebrantable de los pobres:
—Eso no, marido mío —dijo Teresa—,
viva la gallina, aunque sea con su pepita: vivid
vos, y llévese el diablo cuantos gobiernos hay en el mundo; sin gobierno salistes
del vientre de vuestra madre, sin gobierno habéis vivido hasta ahora y sin gobierno os iréis, o os llevarán, a la sepultura
cuando Dios fuere servido. Como esos hay en el mundo que viven sin gobierno, y
no por eso dejan de vivir y de ser contados en
el número de las gentes. La mejor salsa
del mundo es la hambre; y como esta no falta a los pobres, siempre comen con gusto. (725)
La comparación entre ricos y pobres favorable a los que menos tienen porque también menos necesitan, la hace también Horacio:
Horacio, Sátiras I, 1, 45-4921:
Tu campo ha trillado
cien mil medidas de trigo:
a tu vientre no le cabrá más que al mío[…].
Vivir anónimo, con lo imprescindible, sin más adornos, problemas ni compromisos, es una recomendación del ámbito de la filosofía epicúrea, que se integra
20 HOR. sat 1, 1, 1-3: Qui fit, Maecenas, ut nemo, quam sibi sortem / seu ratio dederit seu fors obiecerit, illa / contentus vivat, laudet diversa sequentis?
21 HOR. sat. 1, 1, 45-49: milia frumenti tua triverit area centum: / non tuus hoc capiet venter plus ac meus.
perfectamente y traslada al vivir cotidiano en boca de Teresa Panza; un contrapunto a la ambición desmedida y al afán de riquezas inapropiadas y desnaturalizadas que le propone su marido.
Horacio, Sátiras I, 1, 59-6222:
En cambio, quien necesita de sólo lo
que es imprescindible, ni apura su sed en el agua enturbiada por el barro ni pierde la vida entre las olas. Mas buena parte de los hombres,
engañada por la codicia,
“nada es bastante”, dice, “pues tanto tienes, tanto vales”23.
Porque, en realidad, es más sabio conformarse y adaptarse a lo que uno tiene, sin envidias, que, empujado por el lucro, aspirar a unas metas dificultosas, llenas de riesgo y consecuencias imprevistas, que, además, compitiendo con unos y con otros, están reservadas sólo a unos pocos.
Horacio, Sátiras I, 1, 108-11224.
Vuelvo allá donde partí, como nadie, como avaro que es,
está conforme consigo mismo y alaba más al que sigue por otros derroteros,
y el que la cabra de otro lleve la ubre mucho más hinchada,
lo pone enfermo,
y no se compara con la multitud
mayor
de los más pobres, sino que se empeña en superar a este y a aquel.
He aquí toda la discusión entre Sancho y Teresa Panza. El apetito de medrar socialmente, de obtener ganancias materiales del ingenuo escudero se contrapone a la tesis sobria y cautelosa de la filosofía, que Cervantes ha sabido verbalizar en medio de refranes25 y retahílas en boca de su mujer, revistiendo sus palabras de pragmatismo popular, pero que bebe de la fuente epicúrea en sus aspectos y cálculos
22 HOR. sat. 1, 1, 59-62: at qui tantuli eget quanto
est opus, is neque limo / turbatam haurit aquam neque vitam amittit in undis. / at bona pars hominum decepta
cupidine falso / 'nil satis
est', inquit, 'quia tanti quantum habeas sis'.
23 Véase también Séneca, Epístolas
morales a Lucilio XiX. 115, 14: Ubique tantiquisque, quantum habuit, fuit = “En todas partes
cada uno vale tanto cuanto
tiene”.
24 HOR. sat. 1, 1, 108-112: illuc, unde abii, redeo,
qui nemo, ut avarus, / se probet ac potius laudet diversa sequentis,
/ quodque aliena capella gerat distentius uber, / tabescat neque se maiori pauperiorum / turbae conparet, hunc atque hunc superare
laboret.
25 Así completa Cervantes la caracterización de la mujer de Sancho,
tal como establece la Retórica
de Aristóteles (ARiSt. Rh. 1395a1-5): “El abuso en el empleo de máximas,
historietas o refranes es un desatino y denota falta de educación. Los
campesinos son muy refraneros y dados a hacer aseveraciones” (Racionero 2000: 279).
más restrictivos: vive oculto (λάθε βιώσας), anticípate a las consecuencias porque lo que parece un gran placer, puede ser a la larga un gran dolor, asume la molestia de ser pobres y evita los malos quebraderos de cabeza de ser rico.
Cicerón, Del supremo bien y del supremo mal I, 10, 3626: [Vivimos con la elección establecida] o suprimir placeres para obtener
placeres mayores, o asumir dolores para evitar dolores
mayores.
En lugar de eso, muchos, como Sancho Panza, como acaso todos, buscan honores, dineros, beneficios, destacarse, sin reparar en los daños y riesgos que puedan acaecerles con ello. Todo por aspirar a más de lo que necesitan. Por eso, al cabo de los días, raramente nadie sale contento de este mundo porque haya sido feliz a lo largo de su vida. Todo por culpa de nuestra mala cabeza, trufada habitualmente de ansias, temores, rivalidades, ignorancias e insatisfacciones.
Horacio, Sátiras I, 1, 117-11927:
De ahí que pase que raramente podamos encontrar
quien diga que ha vivido feliz y
cumplido su tiempo abandone la vida contento cual saciado comensal.
La tercera negación del traductor respecto a la autenticidad del capítulo o coherencia de los personajes reales con sus discursos sucede a continuación de una afirmación de Sancho. Sin embargo, es Teresa la que de nuevo hace acopio de expresiones que evocan sentencias latinas o imágenes similares a las homéricas, cuando responde a su esposo por qué no consiente y acepta lo que él aspira. Entre ignorantes que perseveran en el error (y que toman en las palabras de la mujer el mismo nombre de “maldicientes” que vimos antes en Cicerón, Del supremo bien y el supremo mal I, 18, 61) anda el juego:
—¿Sabéis por qué, marido? —respondió Teresa—. Por
el refrán que dice: “¡Quien te cubre, te descubre!”. Por el pobre todos pasan los ojos como de corrida,
y en el rico los detienen; y si el tal rico fue un tiempo pobre,
allí
26 CiC. fin. 1, 10, 36: [electo constituto] ut aut voluptates omittantur maiorum voluptatum adipiscendarum causa aut dolores
suscipiantur
maiorum dolorum effugiendorum gratia.
27 HOR. sat. 1, 1, 117-119: inde fit, ut raro, qui se vixisse beatum / dicat et exacto contentus tempore
vita / cedat uti conviva
satur, reperire queamus.
es el murmurar y el maldecir y el peor perseverar de los maldicientes, que los hay por esas calles a montones, como enjambres de abejas. (729-730)
El enjambre de abejas como muchedumbre de personas que se desplaza en masa es una figura literaria característica de la poesía de Homero (HOM. Il. 2, 87- 93)28. Lo de perseverar en el error está registrado en Cicerón, precisamente, entre ignorantes: Cicerón, Filípicas Xii, 529: “Es propio de cualquier hombre errar; de ninguno, a no ser del ignorante, perseverar en el error”.
Ante el presumible cuadro que le presenta su mujer, Sancho plantea una solución para digerir el nuevo status social que supondría volver a casa en calidad de gobernador de ínsula. Y lo hace desde una argumentación también filosófica: las cosas presentes tienen un mayor efecto sobre la conciencia que las pasadas:
—Mira, Teresa —respondió Sancho—, y escucha lo que agora quiero decirte: quizá no lo habrás oído en todos los días de tu vida, y yo agora no hablo de mío, que todo lo que pienso
decir son sentencias del padre predicador que la cuaresma pasada predicó en este
pueblo; el cual, si mal no me acuerdo, dijo que todas las cosas presentes que los ojos están mirando se presentan, están y asisten en nuestra
memoria mucho mejor y con más vehemencia que
las cosas pasadas.
Todas
estas razones que aquí va diciendo Sancho son las segundas por quien dice el tradutor que tiene por
apócrifo este capítulo, que exceden a la
capacidad de Sancho. (730)
Sancho Panza se refiere a la supremacía de los sentidos sobre el entendimiento en cuanto a intensidad de la percepción inmediata sobre el recuerdo, todo un alarde cognoscitivo para su estrecha mente de campesino.
Cicerón, Del supremo bien y del supremo mal I, 17, 5530: Pues con el cuerpo no
podemos sentir nada más que lo inmediato y que está presente; sin embargo,
con el alma también las cosas pasadas
y futuras.
28 Las abreviaturas de autores y obras grecolatinas aparecen
citadas en el texto o a pie de página según el índice alfabético del ThlL (Thesaurus linguae Latinae, editus auctoritate et consilio Academiarum quinque Germanicarum Berolinensis, Gottingensis, Lipsiensis, Monacensis, Vindobonensis), Leipzig 1900.
29 CiC. Phil. 12, 5: Cuiusvis hominis est errare; nullius, nisi insipientis, in errore perseverare.
30 CiC. fin. 1, 17, 55: Nam corpore nihil nisi praesens et quod adest sentire possumus, animo autem et praeterita et
futura.
De un modo premonitorio de las ideas que reinarán en el siglo XVII bajo la égida de Descartes, tal vez porque ambos se sirven de las mismas fuentes clásicas, Cervantes recala en el problema del conocimiento31: la incertidumbre sobre si la realidad es captada igual por los sentidos que por la razón, o uno u otro nos engaña. Sancho, como hombre ignorante y vulgar, se decide por los sentidos por encima del entendimiento. Pero esta duda ya estaba sembrada en la Antigüedad, naturalmente, y el tema aparece recogido y planteado también por Séneca:
Séneca, Epístolas morales a Lucilio XI-XIII, 88,
43-4432: Protágoras afirma que de cualquier tema se pueden discutir por igual
contra una parte y contra la otra […]. Nausífanes
afirma de las cosas que parecen existir que en absoluto hay más que existen que las que no existen. Parménides afirma que el universo no acoge ninguna de las
realidades que creemos percibir.
Zenón de Elea echó por tierra toda la problemática de la cuestión:
asegura que nada existe. Aproximadamente casi los mismos extremos desarrollan los
pirronianos, los megarenses, los eritrenses y los académicos, quienes introdujeron el nuevo saber: que no se sabe nada.
Séneca, Epístolas morales a Lucilio XI-XIII, 88,
4633: Por consiguiente, ¿qué somos nosotros? ¿Qué son esas realidades que nos circundan,
alimentan y sostienen? Toda la naturaleza es sombra o vana o engañosa.
Pero también la elección interesada del ambicioso escudero va encaminada hacia todo lo que supone alcanzar un mejor status social y gozar de innumerables beneficios. Quienes vean a la familia Panza espléndidamente situada se dejarán persuadir por su pompa y vestuario que, como tales, ante la vista tienen un valor instantáneo, inmediato, presente, en el sentido filosófico de nada duradero, efímero. Sancho, en cambio, pretende llevarlo y torcerlo hacia el otro matiz que contiene
31 Más adelante, en el capítulo
XXXii y ya bajo la máscara de don Quijote,
la incertidumbre sobre la existencia de Dulcinea se extiende a si la realidad es captada igual por los sentidos que por la razón. Al igual que el filósofo
francés, nuestro protagonista pone a Dios como garante
de la autenticidad de lo que conocemos: “En
eso hay mucho que decir —respondió don Quijote—. Dios sabe si hay Dulcinea o no en el mundo, o si es fantástica o no es fantástica;
y estas no son de las cosas cuya averiguación se ha de llevar hasta el cabo” (980).
32 Sen. epist. 88, 43-44: Protagoras ait de omni re in utramque partem disputari posse ex aequo […]. Nausiphanes ait ex his quae videntur esse nihil magis esse quam non esse. Parmenides ait ex his quae videntur nihil esse ~universo~. Zenon
Eleates omnia negotia de negotio deiecit: ait nihil esse. Circa eadem fere Pyrrhon ei versantur et Megarici et Eretrici et Academici, qui novam induxerunt scientiam, nihil scire. 33 Sen. epist. 88, 46: Quid ergo nos sumus? quid ista quae nos circumstant, alunt, sustinent? Tota
rerum natura umbra est aut inanis aut fallax.
más a su favor: sin pasado existente, causando que no se acuerde nadie de su origen vulgar y humilde. Con su estilo propio explica cómo son las apariencias que entran por los sentidos, las que mueven a actuar ante la contemplación de gente principal, más imponentes que el recuerdo de lo que esas mismas personas fueron antaño.
—De donde nace que cuando vemos alguna persona bien aderezada y con ricos vestidos compuesta y con pompa de criados,
parece que por fuerza nos mueve y convida a que la
tengamos respeto, puesto que la memoria en aquel
instante nos represente alguna bajeza
en que vimos a la tal persona; la cual inominia, ahora sea
de pobreza o de linaje, como ya pasó, no
es, y solo es lo que vemos presente. Y si este a quien la fortuna sacó del borrador de su
bajeza (que por estas mesmas razones lo dijo el padre) a la alteza de su
prosperidad fuere bien criado, liberal
y cortés con todos, y no se pusiere en cuentos con aquellos que por antigüedad son nobles, ten por cierto,
Teresa, que no habrá quien se acuerde de lo que fue,
sino que reverencien lo que es, si no fueren los invidiosos, de quien
ninguna próspera fortuna está segura. (730)
Entre los ojos y la razón que provee de sabiduría, se decanta sin ambages por lo que entra por los ojos. Así también perfila su carácter instintivo, espontáneo y vital, al que nos tiene acostumbrados su autor:
Cicerón, Del supremo bien y del supremo
mal II, 16, 5234: En nosotros
el sentido de la
vista, dice Platón, es el más agudo, pero con ella no distinguimos la sabiduría.
Por último, Teresa Panza termina su intervención denunciando la precaria condición de las mujeres y evoca el tópico literario transmitido originalmente por la Medea de Eurípides35 respecto a la condición de las mujeres:
34 CiC. fin. 2, 16, 52: ‘Oculorum’, inquit
Plato, ‘est in nobis sensus acerrimus, quibus sapientiam non cernimus’.
35 “De todo lo que tiene vida y pensamiento, nosotras, las mujeres, somos el ser más
desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y
tomar un amo de nuestro cuerpo, y éste es el peor de los males. Y la prueba
decisiva reside en tomar a uno malo, o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la
separación del marido y tampoco le es posible
repudiarlo. Y cuando una se encuentra en
medio de costumbres y leyes nuevas, hay que ser adivina, aunque
no lo haya aprendido en casa, para saber cuál es el mejor modo de comportarse con su compañero
de lecho. Y si nuestro
esfuerzo se ve coronado por el éxito
y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos el yugo por la fuerza,
nuestra vida es envidiable; pero, si no, mejor es morir” (Medina
y López 1983: 221-222).
—En efecto, quedamos de acuerdo —dijo Sancho— de que ha de
ser condesa nuestra hija.
—El día que yo la viere condesa —respondió
Teresa—, ese haré cuenta que la entierro; pero otra vez os digo que hagáis lo que os diere gusto, que con esta carga
nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros.
(731)
Es el mismo reproche que Marcela hace en el capítulo Xiiii de la primera entrega (169-170) y que F. Rico asocia en nota a pie de página a misceláneas de la época, en concreto, un texto atribuido erróneamente a Cicerón36:
En verdad, grande es la desgracia de las féminas,
porque durante toda la vida se ven obligadas a obedecer siempre: pues o solteras obedecen
y sirven a sus padres o casadas, a sus maridos; así cuanto menos libres,
aún más desgraciadas son; y jamás alcanzan la libertad, a no ser una vez acabada esta vida.
Gusta a Cervantes esa mezcla de simpleza y erudición, de vida versus literatura, porque resulta eficaz creativamente, humorística y risible: después del aserto clásico, el añadido cómico (“aunque —los maridos— sean unos porros”). Es una combinación chocante que viene a enseñarnos cómo suele ser digerido el saber de los libros grandiosos y eternos por las fauces de la realidad cotidiana e instantánea. En esa confluencia, por no decir contradicción, se aloja el humor, un humor humano37, porque aunque lo intentemos (don Quijote lo intenta una y otra vez) nadie puede vivir en el otro lado, en el que habita la ficción, las ideas y los contenidos literarios: todos seguimos anclados a este mundo material, donde los supremos axiomas y sentencias de los grandes sabios de la civilización occidental no pueden trasladarse literalmente a la vida práctica sino a duras penas; y, a veces, si no las más, quedando en flagrante ridículo ante un gentío que sólo entiende y atiende a lo inmediato del ser, a lo más perentorio, el hic et nunc de los sentidos, que se convierten de hecho en un verdadero obstáculo para ver más allá. Cervantes, con una sonrisa, es capaz de transmitir la filosofía fija y permanente que Cicerón, Horacio, Séneca o Aristóteles
36 Magna certe foeminarum miseria est, quia quamdiu
vivunt, parere semper coguntur: aut enim innuptae parentibus, aut nuptae maritis parent et serviunt; sic quo minus liberae, eo magis miserae;
nec unquam liberae, nisi e vita profecta.
37 Risa y llanto
son compañeras y la frontera
de la comedia con la tragedia puede a veces
no distinguirse nítidamente. Entre el mundo material y el mundo ideal
hay el mismo espacio para la
carcajada que para el lamento. En la vertiente trágica, donde el ideal choca
contra la realidad, percibieron los románticos alemanes la escritura filosófica de Cervantes.
le proporcionan, y humanizarla, convertirla en materia literaria en movimiento, casi viva a través del comportamiento de sus personajes. ¿Acaso no es esto de lo que hablan Sancho Panza y su mujer en el sabroso diálogo del capítulo v de la Segunda Parte y por eso hoy, en pleno siglo XXi, todavía empatizamos y simpatizamos con sus pesares y preocupaciones humanas?:
Cicerón, Del supremo bien y del supremo mal I, 18, 5938: Por otra parte, enfermedades del alma son los deseos inmensos y futiles de riquezas, de
gloria, de dominio y también de placeres libidinosos. Les acompañan las angustias, las molestias, las tristezas, que carcomen y consumen con preocupaciones los
espíritus de los hombres, que no entienden que no debe causar dolor al alma nada
que esté apartado del dolor físico presente o futuro. Pero ningún ignorante deja de pasarlo mal por alguna de estas
dolencias, no hay, en consecuencia, ninguno que no sea desgraciado.
Cervantes introduce grandilocuentemente el capítulo vi, con el título “De lo que le pasó a don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los importantes capítulos de toda la historia”. Lo hace para colocar el discurso sobre la nobleza de linaje, amparada en las hazañas vividas más que en los méritos y premios heredados. El hecho de que añada la coletilla “uno de los más importantes capítulos de toda la historia”, parece que incita a pensar en su carácter eminentemente reivindicativo, tanto del autor como del diseño del personaje.
Va cogiéndole gusto Cervantes a la propiedad con la que el sabio loco toca temas más o menos próximos y más o menos elevados con el magisterio que le otorgan sus lecturas. La verdad hablada se manifiesta pura sobre las imperfecciones torcidas de los hechos. En su voz resuena como una superficie lisa y perfecta “lo que debe ser” sobre los escarpados y abruptos precipicios y simas de “lo que es”. Sale a la palestra el don Quijote filósofo, que auspicia un largo y prolífico rendimiento literario en las páginas de la Segunda Parte.
De nuevo es el Mundo Antiguo el caudal que le proporciona los contenidos que vierte en sus argumentos. El mito de las Edades se reescribe sobre los linajes. La auténtica nobleza reside en la virtud, tanto para el caballero don Quijote como,
38 CiC. fin.
1, 18, 59: animi autem morbi sunt cupiditates
inmensae et inanes divitiarum,
gloriae, dominationis, libidinosarum etiam voluptatum. Accedunt aegritudines, molestiae, maerores, qui exedunt animos conficiuntque curis hominum non intellegentium nihil dolendum esse animo, quod
sit a dolore corporis praesenti futurove seiunctum. Nec vero quisquam stultus non horum morborum aliquo laborat, nemo igitur est non miser.
suponemos, para el autor Miguel de Cervantes. No la limita la extracción social ni racial. No es un bien heredable, de castellano antiguo. El pasado de los pueblos muestra la traslación del poder desde el fulgor hasta la decadencia, o de esta al esplendor de otro pueblo, que toma así el testigo de la historia. Alonso Quijano, aun sin haberse colocado la indumentaria de su profesión vocacional ligada a las armas, como hombre también versado en letras, defiende el arte de la caballería andante desde una perspectiva universal, inserta en la historia del hombre. Tras distinguir entre caballero de corte y caballero andante, cuando la sobrina toca el aspecto de la veracidad de las historias caballerescas, espinoso asunto donde ya fracasara en la Primera Parte el canónigo, es cuando el loco de la Mancha despliega su manantial oratorio y ético:
[…] que no todos [los caballeros andantes] son corteses ni bien mirados: algunos
hay follones y descomedidos; ni todos los que se llaman caballeros lo
son de todo en todo, que unos son de oro, otros de alquimia, y todos parecen caballeros, pero no todos pueden
estar al toque de la piedra de la verdad. Hombres bajos hay que revientan por parecer
caballeros, y caballeros altos hay que parece que aposta mueren por parecer hombres bajos: aquellos se levantan o con la ambición o con la virtud, estos se abajan o con la flojedad
o con el vicio; y es menester aprovecharnos del conocimiento discreto para distinguir estas dos maneras
de caballeros, tan parecidos en los nombres y tan distantes en las acciones.
(735)
Don Quijote quiere dejar bien claro que por llamarse caballero andante “no todos pueden estar al toque de piedra de la verdad”. Parece que en clave apela al que ahora vaga por esos mundos bajo un falso disfraz literario. Distinguir entre el mismo nombre que se les asigna a los caballeros y distintas acciones impropias de tales, es también, desde luego, una advertencia al público lector respecto al otro ejemplar apócrifo que circula haciendo el majadero, suplantando la identidad del verdadero don Quijote de la Mancha, al punto de rebajar la categoría y nobleza que Cervantes no está dispuesto a aceptar en su personaje.
En este particular Arturo Marasso (1947: 99) hace mención al mito sobre la senda de la virtud y el camino del vicio de Hesíodo39, autor de más difícil acceso para Cervantes, pasándole inadvertido que la misma idea también la trasladan
39 HeS. Op.
287-293: “Yo que sé lo que te conviene, gran necio Perses,
te lo diré: de la maldad puedes coger
fácilmente cuanto quieras; llano es su camino y vive muy cerca. De la virtud, en cambio, el sudor pusieron
delante los dioses
inmortales; largo y empinado es el sendero hacia ella y áspero al comienzo; pero cuando se llega a la cima,
entonces resulta fácil
por duro que sea” (Pérez y Martínez
2000: 79-80).
Horacio, Séneca, Luciano y Jenofonte40, autores habituales y nombrado este último directamente por el alcalaíno:
pues con saber, como sé, los innumerables trabajos que son
anejos a la andante caballería, sé también los infinitos bienes que se alcanzan con
ella y sé que la senda de la virtud es
muy estrecha, y el camino del vicio, ancho y espacioso; y sé que sus fines y paraderos son diferentes, porque el del vicio, dilatado
y espacioso, acaba en muerte, y el de la virtud, angosto y trabajoso, acaba en vida, y no en vida que se acaba, sino en la que no tendrá
fin; y sé, como dice el gran poeta castellano nuestro, que
Por esas asperezas se camina
de la inmortalidad al alto asiento
do
nunca arriba quien de allí
declina. (738)
Como ejemplo preciso de lo que documentamos, la expresión “senda de la virtud”, ligada a la vida inmortal, ulterior a su paso por este mundo, la usa Horacio, autor de cabecera de Cervantes, unida al desprecio a la trivialidad, a la mediocridad de una vida vulgar y silente:
Horacio, Odas III,
2, 21-2441:
La Virtud, al abrir el cielo a quienes
no han merecido morir, tantea
el camino por una senda intransitada
y desprecia las aglomeraciones del vulgo y el fangoso
suelo con su pluma huidiza.
Por otra parte, la respuesta de la sobrina alaba en primer lugar la locuacidad de Alonso Quijano, propia de un púlpito42, para, después, enfrentar las contradicciones
40 Séneca, Epístolas
morales a Lucilio: La senda llana y suave del
placer y la senda áspera de
la virtud: (Sen. epist. 66, 44); Horacio, Odas:
La senda intransitada de la Virtud (HOR. carm. 3, 2, 21-24); Luciano, Hermótimo o De las sectas de los filósofos: La senda larga, empinada y abrupta hasta la virtud
(lvC. Herm. 2); Jenofonte, Recuerdos de Sócrates: El mito de Hércules y la encrucijada de caminos (X. Mem. 2, 21-34).
41 HOR. carm. 3, 2, 21-24: Virtus, recludens inmeritis mori / caelum, negata temptat iter uia / coetusque uolgaris et udam / spernit humum fugiente pinna.
42 Del mismo parecer será don
Quijote cuando oiga a Sancho Panza utilizar versos de Horacio para glosar el papel que juega la Muerte en las vidas
humanas en el capítulo XX de esta segunda entrega
(873); ambas situaciones tienen en común que Cervantes, para no descubrir
la erudición de las citas tanto en el personaje que las dice,
como en el que las escucha, desvía
la atención hacia el saber
que el pueblo otorgaba a los representantes de la Iglesia.
de su tío, que se cree valiente, siendo viejo; fuerte, estando enfermo; enderezador de tuertos, agobiado por la edad; y, sobre todo, caballero cuando sólo lo pueden ser los hidalgos, pero no los pobres. “Viejo”, “enfermo”, “agobiado por la edad” e “hidalgo pobre” parecen ser una descripción del aspecto físico actualizado y depauperado del escritor, que revela precisamente en los prolegómenos de esta segunda entrega la Aprobación del licenciado Márquez Torres, dedicada a ponderar el mérito y éxito de Cervantes allende las fronteras hispanas con el recuento de sus obras más señeras, así como a hacer una breve descripción de su persona, profesión y condición moral y económica:
apenas oyeron el nombre de Miguel de Cervantes, cuando se comenzaron a hacer lenguas,
encareciendo la estimación en que, así en Francia
como en los reinos sus confinantes, se
tenían sus obras: la Galatea, que
alguno dellos tiene casi de memoria la primera parte désta,
y las Novelas. Fueron tantos sus encarecimientos, que me ofrecí
llevarles que viesen el autor dellas, que estimaron con mil demostraciones de vivos deseos.
Preguntáronme
muy por menor su edad, su profesión,
calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: “Pues,
¿a tal hombre no le tiene España
muy rico y sustentado del erario público?”
Acudió otro de aquellos caballeros
con este pensamiento y con mucha agudeza, y
dijo: “Si necesidad le ha de obligar a
escribir, plega a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras,
siendo él pobre, haga rico a todo el mundo”. (669-670)
6. La “evolución natural de los tiempos”
o series fatorum43
La conversación con la sobrina provoca el discurso sobre los linajes, de raigambre senequista.
Mirad, amigas, a cuatro
suertes de linajes,
y estadme atentas,
se pueden reducir
todos los que hay en el mundo, que son estas: unos,
que tuvieron principios humildes y se fueron estendiendo y dilatando hasta llegar a una suma grandeza; otros, que tuvieron
principios grandes y los fueron conservando
y los conservan y mantienen en el ser que comenzaron; otros, que, aunque tuvieron principios grandes, acabaron en punta, como pirámide,
habiendo diminuido y aniquilado su principio hasta parar en nonada, como lo es la punta de la pirámide,
que respeto de su basa o asiento
no es nada; otros hay, y
estos son los más, que ni tuvieron
principio bueno ni razonable medio, y así tendrán el fin, sin nombre, como el linaje de la gente plebeya y ordinaria. (736)
43 “El desarrollo encadenado de los actos fijados por el destino”.
Tanto en el discurso de don Quijote como en el original de Séneca, en el que pudo inspirarse, hay referencias al destino ineluctable, sometido a permanente cambio y destrucción. Pues no existe estabilidad alguna en los asuntos humanos.
Séneca, Epístolas Morales a Lucilio XIV, 91, 6-744: Todo lo que una
prolongada descendencia ha construido con muchos esfuerzos
y con mucha benevolencia de los dioses,
lo esparce y disipa un solo día. Dio un
largo plazo a los males que se ciernen quien
dijo un día: una hora y un instante de tiempo es suficiente para derribar
imperios. Sería algún consuelo adecuado a nuestra debilidad y a nuestros asuntos si pereciesen todas
las cosas tan tardíamente como se
generan: en vez de eso, los crecimientos brotan lentamente, pero la aceleración hacia su destrucción es
inmediata. Nada hay estable en lo privado ni en lo público; tanto los destinos
de los hombres como los de las ciudades son abatidos.
Séneca,
Epístolas Morales a Lucilio XIV,
91, 1245: Esto es lo único que sé: todas
las obras de los mortales están condenadas a la mortandad, vivimos entre cosas que van a perecer.
A continuación, don Quijote recoge la expresión de Salustio “stipatorum caterva”, utilizada ya en la Primera Parte46 con el mismo empleo peyorativo de origen, que aquí, consciente de su significado, excusa:
De los que comenzaron grandes y acabaron
en punta hay millares de ejemplos,
porque todos los Faraones y Tolomeos de Egipto, los Césares de Roma, con toda la
caterva (si es que se le puede dar este nombre) de infinitos príncipes, monarcas, señores, medos, asirios, persas, griegos y bárbaros, todos estos
44 Sen. epist.14, 91, 6-7: Quidquid longa series multis laboribus, multa deum indulgentia struxit, id unus dies spargit ac
dissipat. Longam moram dedit malis
properantibus qui diem
dixit: hora momentumque temporis evertendis
imperis sufficit. Esset aliquod inbecillitatis
nostrae solacium rerumque nostrarum si tam tarde perirent cuncta quam fiunt: nunc incrementa lente
exeunt, festinatur in damnum. Nihil privatim, nihil publice stabile est; tam hominum quam urbium fata volvuntur.
45 Sen. epist.14, 91, 12: Hoc unum scio: omnia mortalium
opera mortalitate damnata sunt, inter peritura vivimus.
46 En la Primera Parte: I, Prólogo, 12 (“caterva de filósofos”); I, Prólogo,
20 (“caterva de libros vanos de
caballerías”); I, 10, 123 (“caterva de yangüeses”); I, 20, 228 (“caterva de los famosos caballeros andantes”) y I, 25, 303 (“caterva
de encantadores”). En la Segunda
Parte, además: II, 1, 692 (“caterva de
caballeros andantes”); II, 31, 970 (“toda la caterva de las simplicidades”); II, 44, 1081 (“caterva
enamorada”); II, 48, 1110 (“caterva
dueñesca”).
linajes y señoríos
han acabado en punta y en nonada,
así ellos como los que les
dieron principio, pues no será posible hallar agora
ninguno de sus decendientes, y si le hallásemos sería en bajo y humilde
estado. (736-737)
Salustio, La conjuración de
Catilina 1447: En una ciudad tan grande y tan corrompida, Catilina, cosa que era muy fácil de hacer, tenía a su alrededor, como escoltas, a catervas
de facinerosos y malvados.
El despliegue de perfiles morales que acuña, como bien apunta F. Rico48, tienen
igualmente inspiración aristotélica:
Dije virtudes, riquezas y liberalidades,
porque el grande que fuere vicioso será vicioso grande,
y el rico no liberal
será un avaro mendigo, que al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el
tenerlas, sino el gastarlas, y no el
gastarlas como quiera,
sino el saberlas bien gastar. Al caballero pobre no le queda otro camino
para mostrar que es caballero
sino el de la virtud,
siendo afable, bien criado, cortés
y comedido y oficioso, no soberbio, no arrogante, no murmurador,
y, sobre todo, caritativo, que con dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre se mostrará
tan liberal como el que a campana
herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes que, aunque no le conozca, deje de juzgarle
y tenerle por de buena casta, y el
no serlo sería milagro; y siempre la alabanza fue premio de la virtud,
y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados.
(737)
Aristóteles, ética a Nicómaco i, 1149: Declaradas ya estas cosas, disputemos de la misma felicidad, si es una de las cosas que se han de alabar, o de
las que se han
de tener en precio y estima. […] Porque al varón justo y al valeroso,
y generalmente al buen varón y a la
virtud misma, por razón de las obras
y de los efectos la alabamos; y al robusto y al ligero, y a cada uno de los demás, por ser de tal calidad
y valer algo para alguna
cosa buena y virtuosa. (Simón 2000: 36)
Para don Quijote la felicidad de ser rico se basa igualmente en un principio aristotélico: “al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas” (737).
47 SAll. Catil. 14: In tanta tamque corrupta civitate Catilina, id quod factu facillumum erat, ómnium flagitiorum atque facinorum circum se tamquam stipatorum catervas habebat.
48 Cervantes 2004: 456, Notas complementarias 737.39 (vol 2).
49 ARiSt. EN. 1101b10.
Aristóteles, Retórica i, 5. 350: En términos generales, ser rico consiste más en usar
<los bienes>que en poseerlos, pues lo propio
de los bienes es que se pongan
en acto y su uso es la riqueza. (Racionero 2000: 74)
Y, efectivamente, como en el párrafo que sigue de la Retórica de Aristóteles, el buen nombre, la buena fama, es lo que procura la nobleza: “no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes que, aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por de buena casta” (737).
Aristóteles, Retórica i, 5. 351: La buena fama estriba en ser
considerado por todos como virtuoso […] El honor es el signo de < que se posee > la buena
fama de ser capaz de obrar el bien […]. (Racionero 2000: 75)
Así que no sólo por la visión degenerativa de las cosas a través del tiempo y la inerme exposición de la fragilidad humana, sino porque el único sostén de la felicidad humana es la virtud, don Quijote adoptará similares conclusiones a la del filósofo hispanorromano:
De todo
lo dicho quiero que infiráis, bobas mías, que es grande la confusión que hay entre los linajes,
y
que solos aquellos
parecen grandes y
ilustres que lo muestran en la virtud y en la riqueza
y liberalidad de sus dueños.
(737)
Séneca, Epístolas Morales a Lucilio V, 44, 2-552: Una mente sensata
está a disposición de todos, todos
somos nobles en este aspecto. Y no rechaza
ni elige a nadie la filosofía: a todos alumbra. Sócrates no fue patricio; Cleantes acarreó agua
50 ARiSt. Rh. 1361a20.
51 ARiSt. Rh. 1361a25.
52 Sen. epist. 5,
44, 2-5: bona mens
omnibus patet, omnes ad hoc
sumus nobiles. Nec reicit quemquam philosophia nec eligit: omnibus
lucet. Patricius Socrates non fuit; Cleanthes aquam traxit et rigando horto locavit manus; Platonem non accepit nobilem philosophia sed fecit: quid est quare desperes his te posse fieri parem? Omnes hi maiores tui sunt, si te illis geris dignum; geres autem, si hoc protinus tibi ipse persuaseris, a nullo te nobilitate superari. Omnibus nobis totidem
ante nos sunt; nullius non origo ultra memoriam iacet. Platon ait
neminem regem non ex servis esse oriundum,
neminem non servum ex regibus. Omnia ista longa varietas miscuit et sursum deorsum fortuna versavit. Quis est generosus? ad virtutem bene a natura compositus. Hoc unum intuendum est: alioquin si ad vetera revocas, nemo non inde est ante quod nihil est. A primo mundi ortu usque in hoc tempus perduxit nos ex splendidis sordidisque alternata series. Non facit nobilem atrium plenum fumosis
imaginibus; nemo in nostram gloriam vixit nec quod ante nos fuit nostrum est: animus
facit nobilem, cui ex quacumque condicione supra fortunam licet surgere.
y prestó sus manos para regar un huerto; no acogió la filosofía a Platón por noble,
sino que lo ennobleció ella: ¿qué razón hay para desesperar de que tú no puedas llegar a ser igual que éstos?
Todos ellos son tus antepasados si te comportas digno de ellos;
y lo harás si en seguida
te persuades a ti mismo
de que no eres superado por nadie en nobleza. Todos nosotros tenemos
otros tantos
ascendentes antes de nosotros. El origen de la gente se entiende más allá
de la memoria. Platón dice que no existe
rey alguno que no proceda de esclavos, ni esclavo de reyes. Una prolongada diversidad produjo esos cambios y la fortuna revolvió hacia arriba y
hacia abajo. ¿Quién es de noble cuna? El bien dispuesto por la naturaleza para
la virtud. Sólo esto hay que mirar:
de otro modo si te remontas a tiempos pasados, nadie
proviene de antes de donde nada
existe. Desde el primer origen del mundo hasta el tiempo actual nos ha envuelto una serie alternativa
de antepasados ilustres y oscuros. No hace
noble un atrio lleno de imágenes ahumadas; nadie ha vivido para conseguir nuestra
gloria ni es nuestro lo que existió
antes de nosotros: hace noble el carácter, que es capaz de
alzarse desde cualquier circunstancia por encima de la fortuna.
Reclama Cervantes para su personaje central (y, por ende, para sí) el trono de la filosofía. Si cotejamos el texto de Séneca para comentar el de Cervantes, don Quijote está reivindicándose como personaje tan loco como “sensato” y, como su autor, “bien dispuesto por naturaleza para la virtud”, “capaz de alzarse desde cualquier circunstancia por encima de la fortuna”, como prescribe el filósofo hispanorromano en el pasaje citado.
Otro aspecto en el que se funden en un cálido abrazo creador y criatura de ficción es en la reivindicación de las armas y el orgullo de vivir de cara al peligro como carácter diferencial entre el caballero de corte y el caballero andante. Por duplicado resuena también su alegato contra el usurpador de Tordesillas, realizada en el mismo Prólogo de esta segunda entrega:
Nosotros, los caballeros andantes verdaderos, al sol al frío, al aire a las inclemencias del cielo, de noche y de día, a pie y a caballo, medimos toda la tierra
con nuestros mismos pies, y no solemos
conocer a los enemigos pintados,
sino en su mismo ser, y en todo trance
y en toda ocasión los acometemos, sin
mirar en niñerías, ni en las leyes ni en los
desafíos.
(733)
De un modo natural tal aserto evoca las palabras, con las que el propio Cervantes había defendido su virtud puesta en entredicho en las páginas del prólogo de Avellaneda, donde el falsificador lo había tildado de viejo y manco. Él justifica su
mutilación y acredita su valor como soldado por haber sido recibida su herida “en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros” (673).
No está solo en esta afirmación el soldado que fue de Lepanto. La autoridad de Aristóteles lo acoge y reafirma en la misma idea:
Aristóteles, ética a Nicómaco III, 653: Parece, pues, que ni aun en todo género de muerte se muestra el hombre valeroso,
como en el morir en la mar, o de enfermedad. ¿En cuál, pues?: en el más honroso,
cual es el morir en la batalla,
pues se muere en el mayor y más honroso peligro. Lo cual se muestra claro por las honras que a los tales les hacen las ciudades, y asimismo los reyes y monarcas. De manera que, propriamente hablando, aquél
se dirá hombre valeroso, que en la honrosa muerte y en las cosas que a ella le son cercanas no se muestra
temeroso, cuales son las cosas de la guerra. Aunque, con todo eso, el hombre valeroso, así en la mar
como en las enfermedades, no mostrará cobardía. (Simón 2000: 65)
Y más autobiográfico suena aún cuando don Quijote se dirige al ama y a su sobrina diciendo: “Dos caminos hay, hijas, por donde pueden ir los hombres a llegar a ser ricos y honrados: el uno es el de las letras; otro el de las armas. Yo tengo más armas que letras” (737).
Prueba de más de cómo se cruzan autor y protagonista hasta confundirse y motivo para prestarse la descripción del capítulo como “uno de los más importantes capítulos de toda la historia” a una interpretación no sólo literaria sino también autobiográfica, es el hecho de que en el Prólogo de esta segunda entrega Cervantes se dirija al lector para tratar el mismo tema: “la alabanza fue premio de la virtud y los virtuosos no pueden dejar de ser alabados” (737), pese a envidiosos y calumniadores coetáneos.
La honra puédela tener el pobre, pero no
el vicioso: la pobreza puede anublar a la nobleza, pero no escurecerla del todo; pero como
la virtud dé alguna luz de sí, aunque sea por
los inconvenientes y resquicios de la estrecheza,
viene a ser estimada de los altos
y nobles espíritus, y por el consiguiente, favorecida. (677)
Utilizan ambos, creador y personaje, el mismo arsenal dialéctico que le proporciona Séneca. De ahí que entendamos que lectores y críticos hayan tenido a bien identificar en más de una ocasión el pensamiento de uno con el del otro:
53 ARiSt. EN.1115a25-1115b.
Séneca, Epístolas Morales a Lucilio IX, 79, 1754: Ninguna virtud
queda oculta, y haber estado oculta
no supone un daño para ella misma: llegará un día que hará público que estuvo ocultada
y acosada por la maldad
de su siglo.
El sentimiento que embarga a un Miguel de Cervantes, herido por la enfermedad y la falta de recursos económicos a lo largo de su vida, consciente de que la fama y el éxito le han llegado demasiado tarde, es el orgullo invicto de su virtud como escritor y como soldado, cualidades ambas que reúne y revierte sobre don Quijote. Su ilustrada sabiduría como autor precisamente lo hace diferente al falsario, y así la destaca y la deja bien marcada tanto en este capítulo como en el anterior dedicado a Sancho y su mujer. Lo consigue, primero, poniendo en boca de sus protagonistas material áureo, nada de alquimia, de autores clásicos encumbrados (Aristóteles, Horacio, Cicerón, Séneca); y, después, eligiendo los textos clásicos más adecuados al perfil que define a cada uno de sus personajes. A través de ellos hemos podido hallar, como si fuera la parte oculta y sumergida de un iceberg, el pensamiento y reflexión que anima las ideas que afloran más depurada y afiladamente en la prosa cervantina de estos dos capítulos.
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104| Colindancias: Revista de la Red de Hispanistas de Europa Central 12 /
2021, 141-161; ISSN
2067-9092; ISSN en línea
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