Colindancias 11 / 2020, 215-226
Alina-Viorela Prelipcean
Universidad “Ștefan
cel Mare” de Suceava, Rumanía
La creación onomatopéica como transición
metafórica en la representación de los verbos dicendi en la lengua rumana y española
The Onomatopoeic Creation
as Metaphorical Transition in the Representation
of Verba Dicendi in Romanian and
Spanish
Datos
preliminares
Los actos de
comunicación lingüística implican siempre la delimitación de formas verbales y
marcadores que aclaren lo mejor posible el propio acto de hablar, la emisión y
transmisión del mensaje, contribuyendo a la recepción óptima del mensaje. Una
serie de verbos, considerados vitales para el vocabulario de una lengua, está
representada por los llamados verbos de decir,
bien conocidos en la terminología lingüística como verba dicendi, verba declarandi (declarativos), verbos de comunicación
o verbos de lengua, e incluso verbos de actos de habla (Pérez 2002:
51-65). Estos verbos, que aparecen principalmente en estudios dedicados al
estilo directo y al estilo indirecto, se utilizan a menudo como herramientas
para facilitar la introducción o reproducción de un acto de habla y se pueden
emplear también bajo representaciones metafóricas en muchas esferas del
lenguaje, sin producir la sensación de redundancia.
En este trabajo nos
centraremos precisamente en una serie de verbos representativos del rumano y
del español peninsular cuyo valor básico no es dicendi, pero que vienen despojados de sus rasgos iniciales, de tal
modo que adquieren en contextos figurados determinados sentidos que los
convierten en verbos que admiten discurso referido. De este modo, un sonido o
ruido producido puede figurar como fundamento de un verbo que significa ‘hacer
(como) X’: chillar, gorjear ladrar,
maullar, ronronear, susurrar, tintinear, etc.
Con el fin de
delimitar un corpus de trabajo relevante, consultamos una selección basada en
las obras lexicográficas más importantes de las dos lenguas romances
consideradas en el presente estudio. Por lo tanto, para el idioma rumano
utilizamos los siguientes diccionarios: Dicţionarul
etimologic român (DER), Dicţionarul
explicativ al limbii române (DEX), Dicţionarul
limbii române moderne, Micul dicţionar academic (MDA) y Noul dicţionar universal al limbii române
(NDU). El inventario para el idioma
español fue seleccionado consultando las siguientes fuentes generales: Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico (DCE), Diccionario de la
Lengua Española (DLE), vigésima
segunda edición, Diccionario de uso del
español (DUE) y el Gran Diccionario
de la Lengua Española – LAROUSSE.
Tras consultar
las fuentes mencionadas, seleccionamos algunas situaciones concretas de verbos
y colocaciones verbales que contextualmente tienen la función de decir, y que, por lo tanto, se comportan
igual que los verbos dicendi
propiamente dichos. Para este enfoque, nos hemos centrado solo en los verbos
onomatopéyicos que aparecen en los diccionarios con otros significados básicos
que los del decir, aunque en algunos
casos concretos el significado metafórico de decir se entrelaza con el significado principal, tendiendo a
aclimatarse al discurso con valor expresivo. El uso de este tipo de verbos
otorga un altísimo grado de subjetividad a lo contado y, en cierta medida,
pretende acercar los hechos al oyente. Como señala Ximena-Iula Barbu:
Casi todos los verbos dicendi
[que derivan de onomatopeyas] tienen un uso peyorativo [...] En las
definiciones lexicográficas este rasgo negativo está marcado por
especificaciones como: ‘peyorativo’, ‘depreciativo’, ‘irónico’, ‘argot’ y
revela una perspectiva socio-moral del acto de comunicación, involucrando al
mismo tiempo el papel del receptor1. (2014: 92)
Sabemos que la
onomatopeya es “la conversión de los sonidos naturales en una palabra cuyo
significante imita la realidad extralingüística” (Alvar Ezquerra 1999: 15). Por
otro lado, para García de Diego la onomatopeya es “toda palabra que se formó
imitando un sonido, sea sentida o insentida por la masa de los hablantes”
(1968: 21). Esta voz así creada no suele ser igual en todas las lenguas que la
emplean, ya que en la formación de este tipo de palabras lo que se imita es la
sensación fónica percibida por
1 La
traducción es nuestra.
el hablante. Un ejemplo muy
notorio sería el del canto del gallo, que en español aparece reproducido como quiquiriquí, en rumano como cucurigu, en italiano como chicchirichi, en francés cocorico / coquerico, en inglés cock-a-doodle-do, y en alemán como Kikeriki. Igual pasa con los verbos que
designan estas realidades. A veces, las onomatopeyas no imitan sonidos de la
realidad, sino que pretenden representar percepciones afectivas y reforzar
sensaciones subjetivas.
En estrecha
relación con las onomatopeyas se encuentran los verbos de decir que evocan el modo de comunicación específico del reino
animal (a urla, a lătra, a rage, etc.
— esp. aullar, ladrar, rugir), los que
designan sonidos de la naturaleza (a
susura, a tuna [şi fulgera] — esp. susurrar
, tronar), pero también los que
refieren la fisiología corporal (a râgâi, a râde, a geme, a horcăi — esp.
eructar, reír, gemir, roncar).
0. Los
verbos de la comunicación animal
Si el lenguaje
articulado es una actividad que pertenece a las personas, la comunicación, en
cambio, es una necesidad vital que se manifiesta entre todos los organismos
vivos bajo las formas más variadas. Algunas especies de vertebrados comunican
entre sí a través de sonidos que, en la conciencia humana, llegan a ser marcas
distintivas para semejantes variedades. El nombre de estas y el verbo que
define los sonidos típicos manifiestan solidaridad léxica; así que, por
ejemplo, el verbo ladrar evoca el sustantivo
perro, el verbo cacarear evoca el sustantivo gallina,
mientras que el verbo mugir evoca
sustantivos que definen miembros de las familias bovinas.
Usar este tipo
de verbos con sentido de decir es, no
obstante, habitual en las lenguas naturales, ya que es frecuente la asociación
metafórica de algunos tipos humanos o de algunas actitudes y estados
emocionales con determinadas familias/ especies de animales que presentan, de
modo objetivo o imaginario, algunas características que requieren ser sancionadas
por los hablantes. En la mentalidad colectiva, se han fijado algunos
estereotipos con respecto a los animales que definen a estos últimos mediante
una cantidad reducida de rasgos distintivos: el cerdo es siempre gordo,
codicioso o sucio, la gata es pérfida, el perro es humilde, la zorra es astuta,
etc. Este tipo de tópicos se propagan de una generación a otra en una comunidad
de habla a través de dichos, refranes, fábulas o cuentos de hadas; algunos
clichés son universales y, en general, fáciles de aceptar, otros difieren
dependiendo de la cultura.
En el espacio
europeo, los hechos se representan de forma unitaria, de modo que el uso
metafórico de los verbos que definen sonidos característicos de animales se
parecen bastante entre idiomas afines, como son el rumano y el español.
Cuando se
utilizan con sentido de decir, los
verbos de comunicación animal llevan distintos matices semánticos, pragmáticos,
modales y de aspecto. A través del mismo contenido semántico, estos verbos
proporcionan información complementaria relacionada con la emisión del mensaje
y pueden referirse a la perfección de la articulación, al tono o a la
intensidad con las que se pronuncian las palabras o la actitud del hablante.
Por ejemplo, los
verbos rumanos a sâsâi y a şuiera (esp. sisear y silbar),
relacionados con los reptiles ápodos, sugieren un defecto de habla que tiene
que ver con la pronunciación incorrecta de las consonantes sibilantes. El verbo
correspondiente en español, silbar2, se usa como verbo de decir con el sentido de abuchear a una
persona cuando sale en la tele.
El verbo rumano a mârâi, propio de los cánidos, hace
referencia tanto a la articulación cerrada de las vocales como al tono agresivo
de la comunicación. Con el mismo sentido figurado aparece en español el verbo gruñir cuando se enfatiza el tono de
insatisfacción, “disgusto y repugnancia, murmurando entre dientes” (DLE). Los
verbos rumanos a grohăi (esp. gruñir) y a guiţa (esp. verraquear)
/ a coviţa (esp. guarrear), típicos de las especies del ganado porcino, acentúan dos
tipos distintos de hablar: el primer tipo sugiere la pronunciación ronca de las
palabras y la tonalidad baja de la voz, mientras que los dos siguientes
describen de una forma plástica una tonalidad aguda y una intensidad alta de la
emisión fónica. Es notable el hecho de que el verbo gruñir, antes citado, aparezca como equivalente español también
para el rumano: a grohăi. Por otro
lado, el idioma español destaca, mediante el verbo chillar, el elevado tono de voz o los sonidos agudos producidos por
una persona al hablar. En este sentido, existe un dicho bastante conocido en
España: chillar como un cerdo en el
matadero. Un equivalente en rumano podría ser a ţipa / a urla ca din gură de şarpe (esp. ‘gritar como en boca de
la serpiente’); pero los últimos dos casos no implican de forma obligatoria la
comunicación de contenidos, es decir, la forma de decir propiamente dicha.
Algunos verbos,
como los rumanos a rage, a mugi, o a zbiera (esp. rugir, mugir, remudiar o bramar), pueden mostrarse muchas veces
como términos de alguna comparación
(rum. a rage ca vaca, a zbiera ca un
măgar, esp. bramar / rugir como un
león) y aluden de manera indirecta a la intensidad de la voz, acompañada,
eventualmente, de alguna actitud hostil o agresiva.
Una serie de
verbos de este tipo interponen, además del componente del decir, información ligada a algunas manifestaciones emocionales y
fisiológicas coincidentes; es decir, los verbos rumanos a chiţăi / a chiţcăi (con la opción pronominal a se chiţcăi)
2 Existe
también toda una lengua del silbo. Véase el silbo gomero, el lenguaje silbado
utilizado por algunos habitantes de la isla de La Gomera.
y a behăi, así como el rumano a necheza y su correspondiente español relinchar, sugieren el habla a través de
risas o carcajadas, mientras que, al contrario, los verbos rumanos a miorlăi (con la variante pronominal a se miorlăi)3 o a rage y a zbiera pueden
referirse, en algunos contextos, al
lenguaje distorsionado por un llanto. Los verbos rumanos a croncăni4
y el español graznar, crascitar /
crocitar / croajar, también pueden sugerir una risa (o por lo menos un tono)
mordaz, puesto que las córvidas se consideran como pájaros inteligentes y
maléficos al mismo tiempo. Al contrario, el verbo a orăcăi (esp. croar),
que denomina sonidos producidos por los anfibios, sugiere el llanto (en este
caso irritante o fatigoso) de los bebés que no pueden articular palabras
concretas o de los niños muy pequeños que apenas dan muestras de lenguaje
articulado. Con un sentido muy parecido, el verbo español berrear, de origen onomatopéyico y parecido en la semántica básica
al verbo a behăi5, se emplea con sentido de
habla para designar el llanto incontrolable y excesivo de los bebés y de los
niños.
El verbo a bâzâi no se
refiere a la comunicación misma entre los miembros de una especie, sino que
imita el ruido de la vibración de las alas que algunas especies de himenópteros
y coleópteros hacen mientras vuelan; siendo un sonido del reino animal, hemos
preferido tratarlo aquí, especialmente porque su objetivo se acerca de alguna
forma a los anteriores; es decir, su expresividad incontestable lo convierte en
un verbo dicendi utilizado con valor
metafórico en el habla corriente. García Yebra defiende la existencia de ‘palabras expresivas’ y distingue, además de la
onomatopeya, la metáfora sonora (1982: 264-323). Como verbo del habla, a bâzâi, puede ser intransitivo o
pronominal, actualizándose con los sentidos de “llorar tapado, lloriquear”
(DEX, n. tr.), o, transitivo —a bâzâi pe cineva (la cap) significa “estar pesado, pedir algo insistentemente y de
forma repetida” (DLRM, n. tr.)—. Como
transitivo también puede significar “expresar su descontento, murmurando” (NDU,
n. tr.). El verbo correspondiente del
español, abejorrear, procedente del
nombre común del abejorro, tiene como
sentido secundario “producir un rumor confuso al hablar varias personas”, tal
como se precisa en el diccionario en línea DEGC; señalamos que en rumano se
utiliza a veces la colocación zumzet /
zumzăit de voci (esp. zumbido /
murmullo de voces) con una aplicación parecida.
3
El idioma español no ofrece un equivalente perfecto con el sentido de
decir que corresponda a la esfera del
mundo animal (a saber, maullar), como
es el caso del rumano, pero hay otro verbo, lloriquear
(que no proviene de la comunicación animal), que sí transmite la idea de
emisión de sonidos entremezclados con el llanto y el tono lloroso y quejoso.
4 También
podríamos traer a la discusión el verbo esp. grajear. Además del sentido básico de a croncăni, este verbo puede significar a gânguri.
5 Verbo derivado de la interjección que imita
el balido de las ovejas o de las cabras: bee(h)
+ suf. -ăi (NDU).
El verbo rumano a lătra y el español ladrar se utilizan a veces con un sujeto
humano para designar una comunicación que se realiza en un tono hostil, cargada
de reproches o acusaciones, o hasta amenazas que nunca se cumplirán (conforme
al rum.: Câinele care latră nu muşcă,
esp. Perro ladrador, poco mordedor6). Por lo tanto, comprobamos
que existen situaciones en las cuales estos verbos traen suplementos semánticos
de tipo pragmático. Vale la pena mencionar en este contexto también el verbo
rumano a scheuna, con la versión más
matizada a schelălăi, que tendría
como correspondiente español al verbo gañir7, verbos empleados a menudo
para subrayar el matiz vocal lloroso que utilizan a veces algunas personas para
quejarse, para expresar su insatisfacción o hasta su dolor.
En algunos
casos, no muy numerosos, los verbos de este tipo pueden completar la
información semántica léxica con tonos relativos a la categoría gramatical del
aspecto verbal. Cuando dicho verbo nombra los sonidos específicos de algunas
especies conocidas por ser especialmente ruidosas y comunicativas, aparece en
el contexto un matiz durativo, sugiriendo un proceso prolongado y continuo. De
esta forma, el verbo rumano a ciripi,
usado de forma metafórica con un sujeto humano caracterizado por su juventud,
es decir, a través de voces cuyas frecuencias tienden hacia los sonidos agudos
(específicas de los niños), implica también duración indefinida de la
actividad. De la misma manera, el verbo español cotorrear, verbo que normalmente caracteriza varias especies de
loros, se le aplica en ocasiones a algún sujeto con rasgos de tipo [+ humano],
sugiriendo charlas interminables mantenidas sobre todo —estereotipo mediante—
los grupos de mujeres; este verbo, junto a su aspecto durativo, trae consigo
connotaciones léxicas peyorativas, llegando a ser sinónimo de a bârfi, a meliţa, a forfeca, etc.;
algunas veces el verbo rumano a cotcodăci
se puede utilizar de forma despreciativa teniendo la misma base y el mismo
sentido.
Volviendo al
verbo a ciripi al que nos hemos
referido anteriormente, constatamos que este desarrolla un sentido metafórico
particular en el lenguaje coloquial de los delincuentes: en español es chivar, y en rumano se define como “divulgar
algo” (NDU, n. tr.), “delatar algo o
a alguien” (DLE, n. tr.) “hacer
ciertas confesiones que incriminan a alguien, chivar a alguien, soplonear”
(MDA, n. tr.); de aquí se ha creado
el sustantivo derivado chivato, que,
según el DLE pasa a nombrar a todo el que es considerado ‘delator’. Podemos
destacar también la equivalencia con ‘soplón’.
6 Véase El Refranero Multilingüe del Centro
Virtual Cervantes.
7 El uso metafórico del verbo
español gañir aparece reflejado muy
bien en el libro Al otro lado del mar
de Carmen Kurtz: “¡Quiero casarme contigo! ¡Quiero casarme contigo! —gañía la viuda Alberó—. Me has comprometido.
Todos creen que somos amantes” (1973: 138).
El verbo español
cacarear (rum. a cotcodăci) tiene el sentido de “alabar exagera-damente o hablar
mucho de las virtudes de alguien, particularmente de las propias” (Moliner
1979: 446). En la misma esfera del lenguaje específico de las aves se pueden
hacer referencias al verbo a piţigăi(a),
que nos hace pensar en el pájaro carbonero común (rum. piţigoi). Utilizado de forma pronominal, este verbo llega a
describir el modo en el cual una persona puede modificar su voz para escucharse
más fina o aguda. El español no ofrece un equivalente que derive del nombre del
pájaro arriba mencionado, sino que hace referencia a la agudeza de su voz,
asociándola con el sonido de la flauta: hablar con voz de pito.
En el mismo
contexto podríamos recordar el verbo rumano a
turui, que hace referencia a los sonidos característicos que sacan las
tórtolas y las palomas, en el momento en el que se desea hacer hincapié en el
hecho de que una persona hable sin parar, rápido y sin aportar cosas
interesantes: îi turuie mereu gura
(esp. habla sin parar). Para
referirse a este verbo, el español ofrece, de forma coloquial, un verbo
parecido, también con el sentido de decir: picotear.
Si en el lenguaje familiar el verbo se utiliza para transmitir la idea de “hablar
mucho de cosas inútiles e insubstanciales” (DLE), veremos que uno de los
sentidos propios con el cual el verbo español aparece en los diccionarios
(Moliner; Seco; DLE) es el de “golpear algo o a alguien o herir con el pico” (DLE)
(rum. a ciocăni, a ciupi), es decir,
una acción específica de los pájaros. A veces, con el mismo significado se
utiliza el verbo intransitivo a gurlui
(esp. cantalear).
Otro verbo
típico de los sonidos que emiten las palomas y las tórtolas es el español arrullar, procedente de la onomatopeya ru, que quiere imitar estos sonidos. En
el lenguaje coloquial, este verbo puede aparecer como verbo dicendi con el significado: “(dicho de
los enamorados) decir palabras dulces
y halagüeñas” (DLE). En esta situación, claro está, no es la onomatopeya la que
determina el sentido figurado, sino la percepción general acerca de esos
pájaros, que representan el amor romántico8.
Tal y como
podemos comprobar a partir de lo que hemos presentado más arriba, parece que el
lenguaje de los animales influye el modo en el cuál percibimos el habla de los
humanos y, por esta razón, caemos con frecuencia en la tentación de comparar
mentalmente y asociar de forma plástica el discurso humano con el tono u otras
características de los sonidos producidos por los animales. Los verbos de la
comunicación animal se convierten de esta forma en ciertos sustitutos para los
verbos dicendi propiamente dichos,
teniendo, a la vez, la ventaja de expresividad originada por la sonoridad y la
transferencia semántica que se produce desde el mundo animal hacia el mundo de
los humanos.
8 Cf. al rumano ca doi porumbei, esp. como
tortolitos etc.
1. Otros
verbos onomatopéyicos
Existe un
registro impresionante de verbos derivados de las interjecciones que intentan
reproducir sonidos variados procedentes del mundo extralingüístico, bien se
trate del mundo natural, o del mundo artificial creado por la sociedad humana.
De todos estos, algunos presentan compatibilidad con el registro del habla
humano en cuanto a la frecuencia, la tonalidad, la cadencia o la duración de la
emisión acústica y, por lo tanto, encontramos situaciones en las cuales estos
verbos se pueden actualizar en el contexto como verbos de decir.
Algunos verbos
onomatopéyicos aluden a sonidos desarticulados emitidos de forma voluntaria o
involuntaria por el aparato fonador humano. El verbo rumano a ţistui9
designa un ruido seco y súbito como un chasquido producido con la ayuda de la lengua o con los labios, como signo
de sorpresa o negación o para recomendar a alguien que se quede callado. Por
otro lado, tenemos el verbo esp. chillar
(mencionado en el capítulo anterior), con su variante chirriar (rum. a behăi),
este último verbo español siendo utilizado como dicendi con el sentido de “cantar desafinando” (DLE). El verbo
rumano a scrâşni10 (din dinţi) y el esp. crujir11 (los dientes) hacen referencia al sonido característico producido a
través de la fricación de los dientes de arriba con los de abajo, apretando los
maxilares y moviendo hacia los lados la mandíbula. Siendo intransitivos, todos
esos verbos funcionan como verba dicendi
solo cuando se utilizan en su sentido figurado, como en el ejemplo tomado del
NDU: “flăcăul scrâşni o înjurătură”
(esp. el muchacho soltó una palabrota a
regañadientes). Junto al componente de
habla, estos verbos aportan información adicional con respecto al modo de
articular de las palabras, a los sonidos y a la mímica que acompañan estas
palabras y, además, a la actitud más o menos hostil del hablante o al estado emocional
de este.
También de las
interjecciones derivaron los verbos rumanos a
se văicări, a se văi(e)ta, y a ofta
(de vai!, respectivamente de of!),
como también el verbo español ayear
(de ¡ay!), poco utilizado, según el
DLE; esos verbos representan síntomas expresados lingüísticamente de algunas
emociones o estados del emisor, así que su situación es intermediaria entre los
verbos de decir y los verbos de los
sentidos. En el discurso, actualizan la función expresiva del idioma y
enriquecen el contenido semántico con información referente al estado emocional
o físico en el cual se encuentra el locutor.
9 Onomatopéyico
conforme al DEX; posiblemente etimológicamente relacionado con el lat. fistulāre; cf. el rum (reg.) a fâşcâi, it. fischiare.
10 Aunque
parece onomatopéyico, este verbo se considera un préstamo del búlgaro
скършвам (romperse, quebrarse) (DEX).
11 Conforme
al DLE, de etimología desconocida; la explicación del origen onomato-péyico
parece plausible.
Hay
también otros sonidos de nuestro entorno que dieron lugar a unos verbos
onomatopéyicos que consienten el deslizamiento semántico hacia el área del decir. Verbos como a ţiui, a scârţâi o como el verbo español chillar12 (“hablar una persona dando
chillidos”, Larousse 2012: 294) conciernen a las emisiones sonoras en el
registro agudo, imitando algunos sonidos ostentosos y desagradables de la
realidad extralingüística. Cuando aparecen con sujeto [+ humano], estos verbos
intransitivos o pronominales pueden significar lloriquear, llorar o fingir el
llanto con el fin de obtener algo13. A pesar su origen no onomatopéyico, el
verbo rumano a (se) smârcăi
/ smiorcăi14
está percibido de esta forma por los hablantes, y su sentido es cercano al
mencionado anteriormente, a (se) scârţâi.
El
verbo español farfullar (que deriva
de farf) es también onomatopéyico y
tiene como correspondientes rumanos los verbos a bolborosi / borborosi, a bâigui15 o a
îngâima, este último con una etimología desconocida. Estos verbos
manifiestan un habla incoherente,
indistinta y confusa. Se puede mencionar aquí otro verbo utilizado para
expresar la refutación a través de gritos y silbidos, en concreto el verbo
transitivo a huidui. Este deriva de
la interjección rumana huideo, con la
cual se aleja a los cerdos u otros animales. Hace falta recordar aquí también
el verbo rumano intransitivo a fâşcâi
(de fâş), utilizado más o menos con
el mismo significado.
Como
un caso especial se presentan las opciones a
(se) clămpăni / clănţăni, relacionadas con los sustantivos sinónimos clampă, respectivamente clanţă, y con las interjecciones clamp y clanţ, de las cuales han derivado. Su significado denotativo
arranca de las onomatopeyas que imitan el ruido que se produce a través de un
choque de objetos duros; en sentido figurado, las formas intransitivas
significan a flecări (esp. chacharear, cotorrear), y las reflexivas
recíprocas significan ‘reñir, enzarzarse en discusión’16. Con un sentido parecido,
el verbo rumano a trăncăni (esp. hablar más que un sacamuelas17), derivado de la
onomatopeya tranc, puede aparecer
como intransitivo o puede recibir la
supleción de una locución sustantiva en construcciones de tipo a trăncăni vrute şi nevrute (esp. charrar18). Todos estos verbos tienen en su estructura también un componente gramatical
durativo.
12 De una
base romance *tsisclare < lat. fistulāre (Larousse 2012: 294). Véase
también el verbo rumano a ţistui,
anteriormente mencionado.
13 La
explicación es nuestra.
14 Del
eslavo smrŭkati.
15 Cf. al húngaro bolyo(n)gní.
16 Cf. a a
se lua în clanţă cu cineva (esp. reñir
con alguien).
17 Véase:
https://esacademic.com/dic.nsf/sp_sp_dichos_refranes/1098/hablar
18 Con el sentido de “hablar dos o más personas
sobre temas intrascendentes” (Larousse
2012:
290).
Como podemos
observar, muchos verbos de esta categoría tienden a convertirse en verbos de decir propiamente dichos, puesto que el
sentido metafórico remplaza poco a poco al sentido propio. Además, señalamos
que, en muchos casos, algunos verbos prestados de otros idiomas son percibidos
por los hablantes como verbos onomatopéyicos, hecho que aumenta la plasticidad
y la expresividad del discurso. Estos verbos forman un puente hacia la realidad
inanimada, prestándole a veces a esta algunos rasgos específicos de los seres
humanos, lo cual constituye el reverso del proceso arriba indicado.
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