Colindancias 11 / 2020, 215-226

 

 

Alina-Viorela Prelipcean

 

Universidad “Ștefan cel Mare” de Suceava, Rumanía

 

 

 

La creación onomatopéica como transición metafórica en la representación de los verbos dicendi en la lengua rumana y española

 

The Onomatopoeic Creation

as Metaphorical Transition in the Representation of Verba Dicendi in Romanian and Spanish


 

 

 

 

 

 

Datos preliminares

 

Los actos de comunicación lingüística implican siempre la delimitación de formas verbales y marcadores que aclaren lo mejor posible el propio acto de hablar, la emisión y transmisión del mensaje, contribuyendo a la recepción óptima del mensaje. Una serie de verbos, considerados vitales para el vocabulario de una lengua, está representada por los llamados verbos de decir, bien conocidos en la terminología lingüística como verba dicendi, verba declarandi (declarativos), verbos de comunicación o verbos de lengua, e incluso verbos de actos de habla (Pérez 2002: 51-65). Estos verbos, que aparecen principalmente en estudios dedicados al estilo directo y al estilo indirecto, se utilizan a menudo como herramientas para facilitar la introducción o reproducción de un acto de habla y se pueden emplear también bajo representaciones metafóricas en muchas esferas del lenguaje, sin producir la sensación de redundancia.

 

En este trabajo nos centraremos precisamente en una serie de verbos representativos del rumano y del español peninsular cuyo valor básico no es dicendi, pero que vienen despojados de sus rasgos iniciales, de tal modo que adquieren en contextos figurados determinados sentidos que los convierten en verbos que admiten discurso referido. De este modo, un sonido o ruido producido puede figurar como fundamento de un verbo que significa ‘hacer (como) X’: chillar, gorjear ladrar, maullar, ronronear, susurrar, tintinear, etc.

 


 

Con el fin de delimitar un corpus de trabajo relevante, consultamos una selección basada en las obras lexicográficas más importantes de las dos lenguas romances consideradas en el presente estudio. Por lo tanto, para el idioma rumano utilizamos los siguientes diccionarios: Dicţionarul etimologic român (DER), Dicţionarul explicativ al limbii române (DEX), Dicţionarul limbii române moderne, Micul dicţionar academic (MDA) y Noul dicţionar universal al limbii române (NDU). El inventario para el idioma español fue seleccionado consultando las siguientes fuentes generales: Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (DCE), Diccionario de la Lengua Española (DLE), vigésima segunda edición, Diccionario de uso del español (DUE) y el Gran Diccionario de la Lengua Española – LAROUSSE.

 

Tras consultar las fuentes mencionadas, seleccionamos algunas situaciones concretas de verbos y colocaciones verbales que contextualmente tienen la función de decir, y que, por lo tanto, se comportan igual que los verbos dicendi propiamente dichos. Para este enfoque, nos hemos centrado solo en los verbos onomatopéyicos que aparecen en los diccionarios con otros significados básicos que los del decir, aunque en algunos casos concretos el significado metafórico de decir se entrelaza con el significado principal, tendiendo a aclimatarse al discurso con valor expresivo. El uso de este tipo de verbos otorga un altísimo grado de subjetividad a lo contado y, en cierta medida, pretende acercar los hechos al oyente. Como señala Ximena-Iula Barbu:

 

Casi todos los verbos dicendi [que derivan de onomatopeyas] tienen un uso peyorativo [...] En las definiciones lexicográficas este rasgo negativo está marcado por especificaciones como: ‘peyorativo’, ‘depreciativo’, ‘irónico’, ‘argot’ y revela una perspectiva socio-moral del acto de comunicación, involucrando al mismo tiempo el papel del receptor1. (2014: 92)

 

Sabemos que la onomatopeya es “la conversión de los sonidos naturales en una palabra cuyo significante imita la realidad extralingüística” (Alvar Ezquerra 1999: 15). Por otro lado, para García de Diego la onomatopeya es “toda palabra que se formó imitando un sonido, sea sentida o insentida por la masa de los hablantes” (1968: 21). Esta voz así creada no suele ser igual en todas las lenguas que la emplean, ya que en la formación de este tipo de palabras lo que se imita es la sensación fónica percibida por

 

 

 

1  La traducción es nuestra.


 

 

el hablante. Un ejemplo muy notorio sería el del canto del gallo, que en español aparece reproducido como quiquiriquí, en rumano como cucurigu, en italiano como chicchirichi, en francés cocorico / coquerico, en inglés cock-a-doodle-do, y en alemán como Kikeriki. Igual pasa con los verbos que designan estas realidades. A veces, las onomatopeyas no imitan sonidos de la realidad, sino que pretenden representar percepciones afectivas y reforzar sensaciones subjetivas.

 

En estrecha relación con las onomatopeyas se encuentran los verbos de decir que evocan el modo de comunicación específico del reino animal (a urla, a lătra, a rage, etc. — esp. aullar, ladrar, rugir), los que designan sonidos de la naturaleza (a susura, a tuna [şi fulgera] — esp. susurrar , tronar), pero también los que refieren la fisiología corporal (a râgâi, a râde, a geme, a horcăi — esp. eructar, reír, gemir, roncar).

 

0. Los verbos de la comunicación animal

 

Si el lenguaje articulado es una actividad que pertenece a las personas, la comunicación, en cambio, es una necesidad vital que se manifiesta entre todos los organismos vivos bajo las formas más variadas. Algunas especies de vertebrados comunican entre sí a través de sonidos que, en la conciencia humana, llegan a ser marcas distintivas para semejantes variedades. El nombre de estas y el verbo que define los sonidos típicos manifiestan solidaridad léxica; así que, por ejemplo, el verbo ladrar evoca el sustantivo perro, el verbo cacarear evoca el sustantivo gallina, mientras que el verbo mugir evoca sustantivos que definen miembros de las familias bovinas.

 

Usar este tipo de verbos con sentido de decir es, no obstante, habitual en las lenguas naturales, ya que es frecuente la asociación metafórica de algunos tipos humanos o de algunas actitudes y estados emocionales con determinadas familias/ especies de animales que presentan, de modo objetivo o imaginario, algunas características que requieren ser sancionadas por los hablantes. En la mentalidad colectiva, se han fijado algunos estereotipos con respecto a los animales que definen a estos últimos mediante una cantidad reducida de rasgos distintivos: el cerdo es siempre gordo, codicioso o sucio, la gata es pérfida, el perro es humilde, la zorra es astuta, etc. Este tipo de tópicos se propagan de una generación a otra en una comunidad de habla a través de dichos, refranes, fábulas o cuentos de hadas; algunos clichés son universales y, en general, fáciles de aceptar, otros difieren dependiendo de la cultura.

 

En el espacio europeo, los hechos se representan de forma unitaria, de modo que el uso metafórico de los verbos que definen sonidos característicos de animales se parecen bastante entre idiomas afines, como son el rumano y el español.


 

Cuando se utilizan con sentido de decir, los verbos de comunicación animal llevan distintos matices semánticos, pragmáticos, modales y de aspecto. A través del mismo contenido semántico, estos verbos proporcionan información complementaria relacionada con la emisión del mensaje y pueden referirse a la perfección de la articulación, al tono o a la intensidad con las que se pronuncian las palabras o la actitud del hablante.

 

Por ejemplo, los verbos rumanos a sâsâi y a şuiera (esp. sisear y silbar), relacionados con los reptiles ápodos, sugieren un defecto de habla que tiene que ver con la pronunciación incorrecta de las consonantes sibilantes. El verbo correspondiente en español, silbar2, se usa como verbo de decir con el sentido de abuchear a una persona cuando sale en la tele.

 

El verbo rumano a mârâi, propio de los cánidos, hace referencia tanto a la articulación cerrada de las vocales como al tono agresivo de la comunicación. Con el mismo sentido figurado aparece en español el verbo gruñir cuando se enfatiza el tono de insatisfacción, “disgusto y repugnancia, murmurando entre dientes” (DLE). Los verbos rumanos a grohăi (esp. gruñir) y a guiţa (esp. verraquear) / a coviţa (esp. guarrear), típicos de las especies del ganado porcino, acentúan dos tipos distintos de hablar: el primer tipo sugiere la pronunciación ronca de las palabras y la tonalidad baja de la voz, mientras que los dos siguientes describen de una forma plástica una tonalidad aguda y una intensidad alta de la emisión fónica. Es notable el hecho de que el verbo gruñir, antes citado, aparezca como equivalente español también para el rumano: a grohăi. Por otro lado, el idioma español destaca, mediante el verbo chillar, el elevado tono de voz o los sonidos agudos producidos por una persona al hablar. En este sentido, existe un dicho bastante conocido en España: chillar como un cerdo en el matadero. Un equivalente en rumano podría ser a ţipa / a urla ca din gură de şarpe (esp. ‘gritar como en boca de la serpiente’); pero los últimos dos casos no implican de forma obligatoria la comunicación de contenidos, es decir, la forma de decir propiamente dicha.

 

Algunos verbos, como los rumanos a rage, a mugi, o a zbiera (esp. rugir, mugir, remudiar o bramar), pueden mostrarse muchas veces como términos de alguna comparación (rum. a rage ca vaca, a zbiera ca un măgar, esp. bramar / rugir como un león) y aluden de manera indirecta a la intensidad de la voz, acompañada, eventualmente, de alguna actitud hostil o agresiva.

 

Una serie de verbos de este tipo interponen, además del componente del decir, información ligada a algunas manifestaciones emocionales y fisiológicas coincidentes; es decir, los verbos rumanos a chiţăi / a chiţcăi (con la opción pronominal a se chiţcăi)

 

 

2  Existe también toda una lengua del silbo. Véase el silbo gomero, el lenguaje silbado utilizado por algunos habitantes de la isla de La Gomera.


 

y a behăi, así como el rumano a necheza y su correspondiente español relinchar, sugieren el habla a través de risas o carcajadas, mientras que, al contrario, los verbos rumanos a miorlăi (con la variante pronominal a se miorlăi)3 o a rage y a zbiera pueden referirse, en algunos contextos, al lenguaje distorsionado por un llanto. Los verbos rumanos a croncăni4 y el español graznar, crascitar / crocitar / croajar, también pueden sugerir una risa (o por lo menos un tono) mordaz, puesto que las córvidas se consideran como pájaros inteligentes y maléficos al mismo tiempo. Al contrario, el verbo a orăcăi (esp. croar), que denomina sonidos producidos por los anfibios, sugiere el llanto (en este caso irritante o fatigoso) de los bebés que no pueden articular palabras concretas o de los niños muy pequeños que apenas dan muestras de lenguaje articulado. Con un sentido muy parecido, el verbo español berrear, de origen onomatopéyico y parecido en la semántica básica al verbo a behăi5, se emplea con sentido de habla para designar el llanto incontrolable y excesivo de los bebés y de los niños.

 

El verbo a bâzâi no se refiere a la comunicación misma entre los miembros de una especie, sino que imita el ruido de la vibración de las alas que algunas especies de himenópteros y coleópteros hacen mientras vuelan; siendo un sonido del reino animal, hemos preferido tratarlo aquí, especialmente porque su objetivo se acerca de alguna forma a los anteriores; es decir, su expresividad incontestable lo convierte en un verbo dicendi utilizado con valor metafórico en el habla corriente. García Yebra defiende la existencia de ‘palabras expresivas’ y distingue, además de la onomatopeya, la metáfora sonora (1982: 264-323). Como verbo del habla, a bâzâi, puede ser intransitivo o pronominal, actualizándose con los sentidos de “llorar tapado, lloriquear” (DEX, n. tr.), o, transitivo —a bâzâi pe cineva (la cap) significa “estar pesado, pedir algo insistentemente y de forma repetida” (DLRM, n. tr.)—. Como transitivo también puede significar “expresar su descontento, murmurando” (NDU, n. tr.). El verbo correspondiente del español, abejorrear, procedente del nombre común del abejorro, tiene como sentido secundario “producir un rumor confuso al hablar varias personas”, tal como se precisa en el diccionario en línea DEGC; señalamos que en rumano se utiliza a veces la colocación zumzet / zumzăit de voci (esp. zumbido / murmullo de voces) con una aplicación parecida.

 

 

3   El idioma español no ofrece un equivalente perfecto con el sentido de decir que corresponda a la esfera del mundo animal (a saber, maullar), como es el caso del rumano, pero hay otro verbo, lloriquear (que no proviene de la comunicación animal), que sí transmite la idea de emisión de sonidos entremezclados con el llanto y el tono lloroso y quejoso.

4  También podríamos traer a la discusión el verbo esp. grajear. Además del sentido básico de a croncăni, este verbo puede significar a gânguri.

5 Verbo derivado de la interjección que imita el balido de las ovejas o de las cabras: bee(h)

 

+  suf. -ăi (NDU).


 

El verbo rumano a lătra y el español ladrar se utilizan a veces con un sujeto humano para designar una comunicación que se realiza en un tono hostil, cargada de reproches o acusaciones, o hasta amenazas que nunca se cumplirán (conforme al rum.: Câinele care latră nu muşcă, esp. Perro ladrador, poco mordedor6). Por lo tanto, comprobamos que existen situaciones en las cuales estos verbos traen suplementos semánticos de tipo pragmático. Vale la pena mencionar en este contexto también el verbo rumano a scheuna, con la versión más matizada a schelălăi, que tendría como correspondiente español al verbo gañir7, verbos empleados a menudo para subrayar el matiz vocal lloroso que utilizan a veces algunas personas para quejarse, para expresar su insatisfacción o hasta su dolor.

 

En algunos casos, no muy numerosos, los verbos de este tipo pueden completar la información semántica léxica con tonos relativos a la categoría gramatical del aspecto verbal. Cuando dicho verbo nombra los sonidos específicos de algunas especies conocidas por ser especialmente ruidosas y comunicativas, aparece en el contexto un matiz durativo, sugiriendo un proceso prolongado y continuo. De esta forma, el verbo rumano a ciripi, usado de forma metafórica con un sujeto humano caracterizado por su juventud, es decir, a través de voces cuyas frecuencias tienden hacia los sonidos agudos (específicas de los niños), implica también duración indefinida de la actividad. De la misma manera, el verbo español cotorrear, verbo que normalmente caracteriza varias especies de loros, se le aplica en ocasiones a algún sujeto con rasgos de tipo [+ humano], sugiriendo charlas interminables mantenidas sobre todo —estereotipo mediante— los grupos de mujeres; este verbo, junto a su aspecto durativo, trae consigo connotaciones léxicas peyorativas, llegando a ser sinónimo de a bârfi, a meliţa, a forfeca, etc.; algunas veces el verbo rumano a cotcodăci se puede utilizar de forma despreciativa teniendo la misma base y el mismo sentido.

 

Volviendo al verbo a ciripi al que nos hemos referido anteriormente, constatamos que este desarrolla un sentido metafórico particular en el lenguaje coloquial de los delincuentes: en español es chivar, y en rumano se define como “divulgar algo” (NDU, n. tr.), “delatar algo o a alguien” (DLE, n. tr.) “hacer ciertas confesiones que incriminan a alguien, chivar a alguien, soplonear” (MDA, n. tr.); de aquí se ha creado el sustantivo derivado chivato, que, según el DLE pasa a nombrar a todo el que es considerado ‘delator’. Podemos destacar también la equivalencia con ‘soplón’.

 

 

6  Véase El Refranero Multilingüe del Centro Virtual Cervantes.

 

7  El uso metafórico del verbo español gañir aparece reflejado muy bien en el libro Al otro lado del mar de Carmen Kurtz: “¡Quiero casarme contigo! ¡Quiero casarme contigo! —gañía la viuda Alberó—. Me has comprometido. Todos creen que somos amantes” (1973: 138).


 

 

El verbo español cacarear (rum. a cotcodăci) tiene el sentido de “alabar exagera-damente o hablar mucho de las virtudes de alguien, particularmente de las propias” (Moliner 1979: 446). En la misma esfera del lenguaje específico de las aves se pueden hacer referencias al verbo a piţigăi(a), que nos hace pensar en el pájaro carbonero común (rum. piţigoi). Utilizado de forma pronominal, este verbo llega a describir el modo en el cual una persona puede modificar su voz para escucharse más fina o aguda. El español no ofrece un equivalente que derive del nombre del pájaro arriba mencionado, sino que hace referencia a la agudeza de su voz, asociándola con el sonido de la flauta: hablar con voz de pito.

 

En el mismo contexto podríamos recordar el verbo rumano a turui, que hace referencia a los sonidos característicos que sacan las tórtolas y las palomas, en el momento en el que se desea hacer hincapié en el hecho de que una persona hable sin parar, rápido y sin aportar cosas interesantes: îi turuie mereu gura (esp. habla sin parar). Para referirse a este verbo, el español ofrece, de forma coloquial, un verbo parecido, también con el sentido de decir: picotear. Si en el lenguaje familiar el verbo se utiliza para transmitir la idea de “hablar mucho de cosas inútiles e insubstanciales” (DLE), veremos que uno de los sentidos propios con el cual el verbo español aparece en los diccionarios (Moliner; Seco; DLE) es el de “golpear algo o a alguien o herir con el pico” (DLE) (rum. a ciocăni, a ciupi), es decir, una acción específica de los pájaros. A veces, con el mismo significado se utiliza el verbo intransitivo a gurlui (esp. cantalear).

 

Otro verbo típico de los sonidos que emiten las palomas y las tórtolas es el español arrullar, procedente de la onomatopeya ru, que quiere imitar estos sonidos. En el lenguaje coloquial, este verbo puede aparecer como verbo dicendi con el significado: “(dicho de los enamorados) decir palabras dulces y halagüeñas” (DLE). En esta situación, claro está, no es la onomatopeya la que determina el sentido figurado, sino la percepción general acerca de esos pájaros, que representan el amor romántico8.

 

Tal y como podemos comprobar a partir de lo que hemos presentado más arriba, parece que el lenguaje de los animales influye el modo en el cuál percibimos el habla de los humanos y, por esta razón, caemos con frecuencia en la tentación de comparar mentalmente y asociar de forma plástica el discurso humano con el tono u otras características de los sonidos producidos por los animales. Los verbos de la comunicación animal se convierten de esta forma en ciertos sustitutos para los verbos dicendi propiamente dichos, teniendo, a la vez, la ventaja de expresividad originada por la sonoridad y la transferencia semántica que se produce desde el mundo animal hacia el mundo de los humanos.

 

 

8  Cf. al rumano ca doi porumbei, esp. como tortolitos etc.


 

 

1. Otros verbos onomatopéyicos

 

Existe un registro impresionante de verbos derivados de las interjecciones que intentan reproducir sonidos variados procedentes del mundo extralingüístico, bien se trate del mundo natural, o del mundo artificial creado por la sociedad humana. De todos estos, algunos presentan compatibilidad con el registro del habla humano en cuanto a la frecuencia, la tonalidad, la cadencia o la duración de la emisión acústica y, por lo tanto, encontramos situaciones en las cuales estos verbos se pueden actualizar en el contexto como verbos de decir.

 

Algunos verbos onomatopéyicos aluden a sonidos desarticulados emitidos de forma voluntaria o involuntaria por el aparato fonador humano. El verbo rumano a ţistui9 designa un ruido seco y súbito como un chasquido producido con la ayuda de la lengua o con los labios, como signo de sorpresa o negación o para recomendar a alguien que se quede callado. Por otro lado, tenemos el verbo esp. chillar (mencionado en el capítulo anterior), con su variante chirriar (rum. a behăi), este último verbo español siendo utilizado como dicendi con el sentido de “cantar desafinando” (DLE). El verbo rumano a scrâşni10 (din dinţi) y el esp. crujir11 (los dientes) hacen referencia al sonido característico producido a través de la fricación de los dientes de arriba con los de abajo, apretando los maxilares y moviendo hacia los lados la mandíbula. Siendo intransitivos, todos esos verbos funcionan como verba dicendi solo cuando se utilizan en su sentido figurado, como en el ejemplo tomado del NDU: “flăcăul scrâşni o înjurătură” (esp. el muchacho soltó una palabrota a regañadientes). Junto al componente de habla, estos verbos aportan información adicional con respecto al modo de articular de las palabras, a los sonidos y a la mímica que acompañan estas palabras y, además, a la actitud más o menos hostil del hablante o al estado emocional de este.

 

También de las interjecciones derivaron los verbos rumanos a se văicări, a se văi(e)ta, y a ofta (de vai!, respectivamente de of!), como también el verbo español ayear (de ¡ay!), poco utilizado, según el DLE; esos verbos representan síntomas expresados lingüísticamente de algunas emociones o estados del emisor, así que su situación es intermediaria entre los verbos de decir y los verbos de los sentidos. En el discurso, actualizan la función expresiva del idioma y enriquecen el contenido semántico con información referente al estado emocional o físico en el cual se encuentra el locutor.

 

 

9  Onomatopéyico conforme al DEX; posiblemente etimológicamente relacionado con el lat. fistulāre; cf. el rum (reg.) a fâşcâi, it. fischiare.

10  Aunque parece onomatopéyico, este verbo se considera un préstamo del búlgaro

 

скършвам (romperse, quebrarse) (DEX).

 

11 Conforme al DLE, de etimología desconocida; la explicación del origen onomato-péyico parece plausible.


 

 

 

Hay también otros sonidos de nuestro entorno que dieron lugar a unos verbos onomatopéyicos que consienten el deslizamiento semántico hacia el área del decir. Verbos como a ţiui, a scârţâi o como el verbo español chillar12 (“hablar una persona dando chillidos”, Larousse 2012: 294) conciernen a las emisiones sonoras en el registro agudo, imitando algunos sonidos ostentosos y desagradables de la realidad extralingüística. Cuando aparecen con sujeto [+ humano], estos verbos intransitivos o pronominales pueden significar lloriquear, llorar o fingir el llanto con el fin de obtener algo13. A pesar su origen no onomatopéyico, el verbo rumano a (se) smârcăi

 

/  smiorcăi14 está percibido de esta forma por los hablantes, y su sentido es cercano al mencionado anteriormente, a (se) scârţâi.

 

El verbo español farfullar (que deriva de farf) es también onomatopéyico y tiene como correspondientes rumanos los verbos a bolborosi / borborosi, a bâigui15 o a îngâima, este último con una etimología desconocida. Estos verbos manifiestan un habla incoherente, indistinta y confusa. Se puede mencionar aquí otro verbo utilizado para expresar la refutación a través de gritos y silbidos, en concreto el verbo transitivo a huidui. Este deriva de la interjección rumana huideo, con la cual se aleja a los cerdos u otros animales. Hace falta recordar aquí también el verbo rumano intransitivo a fâşcâi (de fâş), utilizado más o menos con el mismo significado.

 

Como un caso especial se presentan las opciones a (se) clămpăni / clănţăni, relacionadas con los sustantivos sinónimos clampă, respectivamente clanţă, y con las interjecciones clamp y clanţ, de las cuales han derivado. Su significado denotativo arranca de las onomatopeyas que imitan el ruido que se produce a través de un choque de objetos duros; en sentido figurado, las formas intransitivas significan a flecări (esp. chacharear, cotorrear), y las reflexivas recíprocas significan ‘reñir, enzarzarse en discusión’16. Con un sentido parecido, el verbo rumano a trăncăni (esp. hablar más que un sacamuelas17), derivado de la onomatopeya tranc, puede aparecer como intransitivo o puede recibir la supleción de una locución sustantiva en construcciones de tipo a trăncăni vrute şi nevrute (esp. charrar18). Todos estos verbos tienen en su estructura también un componente gramatical durativo.

 

 

12  De una base romance *tsisclare < lat. fistulāre (Larousse 2012: 294). Véase también el verbo rumano a ţistui, anteriormente mencionado.

13  La explicación es nuestra.

 

14  Del eslavo smrŭkati.

 

15  Cf. al húngaro bolyo(n)gní.

 

16  Cf. a a se lua în clanţă cu cineva (esp. reñir con alguien).

 

17  Véase: https://esacademic.com/dic.nsf/sp_sp_dichos_refranes/1098/hablar

 

18  Con el sentido de “hablar dos o más personas sobre temas intrascendentes” (Larousse

 

2012: 290).


 

Como podemos observar, muchos verbos de esta categoría tienden a convertirse en verbos de decir propiamente dichos, puesto que el sentido metafórico remplaza poco a poco al sentido propio. Además, señalamos que, en muchos casos, algunos verbos prestados de otros idiomas son percibidos por los hablantes como verbos onomatopéyicos, hecho que aumenta la plasticidad y la expresividad del discurso. Estos verbos forman un puente hacia la realidad inanimada, prestándole a veces a esta algunos rasgos específicos de los seres humanos, lo cual constituye el reverso del proceso arriba indicado.

 

 

 

 

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