Colindancias 11 / 2020, 123-150
Antonio de Padua Andino
Sánchez
Grupo de
Investigatión (Cod.: HUM318)
Universidad de
Granada, España
Los dos primeros capítulos
de la Segunda Parte del Quijote:
la cultura clásica al servicio
de la tarea narrativa
The First Two Chapters
of the Second Part of Don Quixote: Classical Culture in the Service of Narrative
“Nada fue escrito al azar en el Quijote”
(Castro 1967: 407)
1. De tener un “estéril y mal cultivado ingenio” a ofrecer “mucha
erudición y aprovechamiento”
A diferencia de
la Primera Parte, el uso profuso y sin complejos que Cervantes hace del acervo
cultural transmitido por el mundo clásico de Grecia y Roma ya se anuncia sin
paliativos en las mismas Aprobaciones
que figuran en la presentación preliminar de la segunda entrega del Quijote. Así, la firmada como vicario
general de Madrid por el Doctor Gutierre de Cetina anticipa los numerosos
pasajes donde la reflexión filosófica va a aflorar en el texto1: “No contiene cosa contra
la fe ni buenas costumbres, antes es libro de mucho entretenimiento lícito,
mezclado de mucha filosofía moral”
(665)2. O la suscrita por el
Maestro Josef de Valdivieso, que apela
al vínculo íntimo de la materia literaria mostrada por Cervantes con la
literatura clásica grecorromana: “No contiene cosa contra nuestra santa fe
católica ni buenas costumbres, antes muchas de honesta recreación y apacible
divertimiento, que los antiguos juzgaron
convenientes a sus repúblicas” (666).
Pero la
afirmación definitiva, que contrasta radicalmente con la presentación de la
primera entrega del Quijote, la
sustenta El Licenciado Márquez Torres: “no hallo en él cosa indigna de un
cristiano celo ni que disuene de la decencia debida a buen ejemplo ni virtudes
morales, antes mucha erudición y
aprovechamiento” (668). Todos los temores y dudas de escritor inseguro y
aquella exhibición tramposa de farfolla sabionda del amigo del Prólogo de la
Primera Parte, revelando un supuesto uso incompetente y lego de autoridades clásicas3, quedan obliterados por completo, como si
nunca hubieran tenido lugar.
2. El marco
humanista de la primera escena
Y con la misma
naturalidad, para empezar a construir la nueva aventura editorial, Cervantes
enlaza el final de su anterior proyecto creativo con el inicio del presente, a
pesar de haber mediado diez años entre ambos. Le interesa sobre todo porque de
ese modo reclama rotundamente para sí la paternidad completa del personaje
1 En lo
sucesivo, la alusión y cita de textos de la obra que aparezcan en el presente
artículo remitirán a la edición de Don
Quijote de la Mancha de Francisco Rico (2004, volumen 1), especificando
entre paréntesis solo el número de página.
2 Toda
letra en cursiva sobre texto ajeno es
del autor del artículo.
3 Véanse
Andino (2014: 757-768) y Andino (2019: 69-92).
y la identificación radical
de su obra. Así lo había hecho saber expresamente en el Prólogo al lector: “advertirte que consideres que esta segunda parte de Don Quijote que te
ofrezco es cortada del mismo artífice y del mismo paño que la primera”
(677).
Por eso, lo
primero que hace el alcalaíno es retomar la historia citando al auténtico Cide
Hamete Benengeli (frente al extraño y apócrifo “sabio Alisolán” de Avellaneda)
y abrir el primer capítulo para hablarnos “[d]e lo que el cura y el barbero
pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad”, en continuidad temporal con el
último capítulo de la Primera Parte. De este modo, no son necesarias
justificaciones externas del paso del tiempo, ni mucho menos de la más que
evidente autenticación de obra y autor.
El primer tema
por el que discurre la plática de los tres personajes reencontrados tras el mes
de convalecencia de don Quijote es la política, lo que se da en llamar en la
época “razón de estado y modos de gobierno”. El marco retórico en el que se
encuadra el debate es resaltado a través de dos figuras señeras en la
Antigüedad, el espartano Licurgo y el
ateniense Solón:
Y en el discurso
de su plática vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno, enmendando este abuso y
condenando aquél, reformando una
costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno, o
un Solón flamante; y de tal manera renovaron la república, que no pareció
sino que la habían puesto en una fragua y sacado otra de la que pusieron; y habló don Quijote con tanta discreción en
todas las materias que se tocaron, que los dos examinadores creyeron
indubitadamente que estaba del todo bueno y en su entero juicio. (682)
Hace uso el
narrador del sabor y el saber del mundo antiguo para realzar el tono sobrio,
elevado y culto (sin descartar la ironía bondadosa) de quienes pretenden
arreglar el mundo en una charla de amigos. Los mismos personajes helenos de
referencia y atrezo mencionados por Cervantes aparecen en textos de Séneca y de
Cicerón. En el primero (epist. 90, 6)4, son nombrados
inmediatamente a continuación de uno de los pasajes utilizados como probable
inspiración para el episodio más conocido y emblemático de la mentalidad
utópica de don Quijote, el discurso que
4 Sed postquam subrepentibus vitiis in
tyrannidem regna conversa sunt, opus esse legibus coepit, quas et ipsas inter
initia tulere sapientes. Solon, qui Athenas aequo iure fundavit, inter septem
fuit sapientia notos; Lycurgum si eadem aetas tulisset, sacro illi numero
accessisset octavus. Zaleuci leges Charondaeque laudantur; hi non in foro nec
in consultorum atrio, sed in Pythagorae tacito illo sanctoque secessu
didicerunt iura quae florenti tunc Siciliae et per Italiam Graeciae ponerent.
hace a los cabreros en el capítulo 11 de la
Primera Parte sobre “la Edad de Oro” (133). El texto del filósofo cordobés dice
así:
Mas, después
que, al inmiscuirse los vicios, los reinos se convirtieron en tiranía, empezó a
haber necesidad de leyes, que también precisamente las gestaron en sus inicios
los sabios. Solón, que refundó Atenas
con una constitución justa, estuvo entre los siete notables por su sabiduría;
si la misma época hubiera dado a Licurgo,
se hubiera añadido como octavo a aquel número sagrado5.
También están
presentes ambos legisladores sabios en el diálogo ciceroniano de Las Leyes (I, 57)6, en unión y competencia con
el propio arpinate, pero haciéndolos ceder un paso atrás para poner de relieve
el buen criterio del extraordinario orador romano como interviniente. Concurre,
además, la circunstancia de que el Maestro Josef de Valdivieso en su Aprobación de esta Segunda Parte
menciona precisamente a Cicerón y el libro primero de su obra De legibus (666). Si esta es la fuente
que el alcalaíno tiene en mente, Cicerón podría ser el inspirador del término “nuevo
legislador”, que encarnaría obviamente don Quijote en la escena cervantina como
tercer miembro de la disputa dialéctica (los sosias de Solón y Licurgo serían,
a su vez, el cura y el barbero). Y, como sucede en la dramatización castellana,
en la obra latina la situación brota de una laguna textual, donde se deja a la
especulación los meandros por donde pudo circular previamente la conversación:
QUINTO.—[Laguna en el texto original] Ni echo en
falta las leyes de Licurgo, ni de Solón,
ni de Carondas, ni de Zaleuco, ni nuestras Doce
Tablas, ni los plebiscitos; sino
que estimo que tú7 en el discurso de hoy has de dar unas leyes y una disciplina del vivir,
tanto para los pueblos, como también para cada cual.
Pero, además, el
original latino nos puede aclarar y completar lo que solo puede atisbarse
apenas esbozado en la versión adaptada castellana. Al igual que Quinto, hermano
de Cicerón, eleva a este por encima de los grandes y famosos legisladores
5 Todas las
traducciones del latín original, excepto las que se indican específicamente,
son del autor del artículo.
6 QVINTVS .
. . nec Lycurgi leges neque Solonis neque
Charondae neque Zaleuci, nec nostras duodecim tabulas nec plebiscita desidero,
sed te existimo cum populis, tum etiam singulis, hodierno sermone leges uiuendi
et disciplinam daturum.
7 Le habla
a su hermano Marco Tulio Cicerón.
de antaño (Cic. leg. 1, 58)8, Cervantes va a apostar
también por la filosofía como modus
loquendi en don Quijote, que se va a erigir en esta segunda entrega en
arquetipo de sabiduría e ideal de cómo entender y afrontar el mundo si
desterramos de él la insidia, la mediocridad y los intereses mezquinos:
MARCO [TULIO
CICERÓN].—Verdaderamente, Quinto, es lo propio de esta discusión eso que
esperas; ¡y ojalá también lo fuera de mi capacidad! Pero, ciertamente, así está
la situación, que, puesto que conviene
que haya una ley enmendadora de los vicios y encomendadora de las virtudes, de
ella misma debe deducirse la ciencia de vivir. Así sucede que la sabiduría
es la madre de todas las buenas artes; a partir de su amor encontró la filosofía en lengua griega su nombre, y nada más fecundo que ella, nada más
productivo, nada más excelente ha sido dado por los dioses inmortales a la
vida de los hombres. Porque ella sola nos
ha enseñado no sólo todas las demás cosas, sino también, lo que es
dificilísimo, a que nos conociéramos a nosotros mismos; y la fuerza de su
ascendente es tanta y tanto su criterio, que habría que atribuirlo no a hombre
alguno, sino al dios délfico.
Va a haber en
todas sus manifestaciones una carga de autoridad moral que el autor dosificará
con moderación para no caer en la erudición baldía y que sabrá mezclar
igualmente con la acción disparatada y la vestimenta de su protagonista.
Cervantes apuntala desde el primer momento el carácter definitivo de su
antihéroe como loco cuerdo o cuerdo loco, confundiendo a cualquiera que tome
una opinión demasiado apresurada. Lo tomarán por loco, pero pensará y
discurrirá como el más cuerdo de los hombres. La contradicción la pondrá la
línea que separa la cultura humanista de la sociedad degradada y retrógrada en
valores del siglo XVII español.
Don Quijote no es un simple doble de su personalidad. Es
una caricatura de su creador. Es un alter
ego irrisorio, un anacronismo en la
España barroca. Pero es que también
su autor era un anacronismo en el
mundillo literario donde triunfaba la promoción siguiente a la suya (Pedraza
2006: 73).
8 MARCVS: Est huius uero disputationis, Quinte,
proprium, id quod expectas, atque utinam esset etiam facultatis meae! Sed
profecto ita se res habet, ut quoniam uitiorum emendatricem legem esse oportet
commendatricemque uirtutum, ab ea<dem> uiuendi doctrina ducatur. Ita fit
ut mater omnium bonarum rerum <sit> sapientia, a quoius amore Graeco
uerbo philosophia nomen inuenit, qua nihil a dis immortalibus uberius, nihil
florentius, nihil praestabilius hominum uitae datum est. Haec enim una nos cum
ceteras res omnes, tum, quod est difficillimum, docuit, ut nosmet ipsos
nosceremus, cuius praecepti tanta uis et tanta sententia est, ut ea non homini
quoipiam, sed Delphico deo tribueretur.
En el
Renacimiento tardío que vive psicológica y literariamente Cervantes9, todo el saber heredado del
mundo clásico tenía en cierto modo el propósito de señalar el deber de la
conducta frente a la desviada forma a la que el ser humano se ve arrastrado,
embrutecido, si no se pliega a tan doctas como veraces disciplinas. Entre el
ser y el obrar, dualidad establecida por Aristóteles como consustancial a la
naturaleza humana, que se trasluce en el pensar y actuar, don Quijote en su
primera salida a la imprenta marcó su agón10 personal en la
contradicción de ambas precisamente porque cuando la segunda (la acción) lleva
a cabo la primera (la reflexión), se da el imposible, el choque brutal con la
realidad.
Ahora esa
caracterización fértil durante la primera entrega se vuelve a reestructurar
trocándose en un modo nuevo que la crítica ha acrisolado bajo el nombre de ‘barroco’,
palabra con la que suele definirse la segunda salida impresa del Caballero de
la Triste Figura por el gusto de lo complejo y la mezcla de contrarios: “El Quijote [de la Segunda Parte] se nos
presenta como literatura y realidad,
poesía y verdad, atrevidamente confrontadas y mezcladas” (Bataillon 2014:
169).
La cultura
barroca externa a Cervantes se centrará también en los temas como la
desilusión, el espejo curvado de la opinión y de la mentira, el pesimismo
vital, la fatalidad de lo efímero y la lucha inútil, sentimientos todos que son
experimentados por los individuos a lo largo de la vida. De ahí que, a
diferencia de la primera entrega donde es la visión de loco la que modifica y
altera la realidad, en esta segunda “el héroe se mueve entre personajes que en
la mayoría de las ocasiones se prestan a
su manía, o para curarle de ella o para
burlarse” (2014: 164). “Don Quijote y Sancho se mueven en un mundo
quijotizado ” (Camón 1948: 453). La imagen de la derrota final, la
reversión de la genial locura, que dará al traste con la vida del hidalgo
aventurero, contrastará con la épica de los principios e ideales que encarnará
el caballero andante frente a todo y a todos. Y es que “sobre esta segunda
parte planea ya la sombra del pesimismo barroco, que aquí solo alcanza un matiz
de melancolía” (1948: 455). Pues “con el
segundo Quijote estamos plenamente dentro de la concepción estilística barroca”
(Orozco 1992: 260).
9 “Si de
España ha podido decir certeramente Menéndez Pidal que es la tierra de los
frutos tardíos, de Cervantes podemos decir, una vez más, que es el fruto tardío
de nuestro
Renacimiento” (Orozco 1992:
272-273).
10 Palabra
en griego antiguo que significa etimológicamente ‘contienda’, ‘desafío’, ‘disputa’.
Era el ‘debate’ o ‘contradicción’ formal que configuraba la acción (palabra de la misma raíz, pero
latina, cfr. agere = “hacer”, “desarrollar”) en una obra teatral. De ahí proceden
los términos protagonista o ‘actor
principal’ y antagonista o ‘actor
opuesto al principal’; ambos desarrollan el agón
o acción dramática.
Mas la
confrontación ideológica en el Quijote
de la segunda entrega se ubica literariamente entre el mundo de la cultura
humanista —centrada en los modelos clásicos de Grecia y Roma, blasón y emblema
del optimismo renacentista, hacedor de grandes Estados— y la complejidad del
mundo moderno, diverso y controvertido, al que había devenido el siglo XVII.
Cervantes, a través de su personaje principal, contrapone esencialmente el
mundo virtual y libresco de los textos grecolatinos, evocadores de la sabiduría
humanista y renacentista, al mundo real (y, desgraciadamente, decadente) de las
decisiones políticas, religiosas y materiales de la España de Felipe III y su
valido, el Duque de Lerma. Y, tras la ‘modernidad’ intelectual que avalan sus
opiniones, la puesta en escena va a mostrarse, a modo de espejo, bajo la
apariencia gráfica y visual de la caballería andante, que refleja, a su vez e
inversamente, la imagen estereotipada de una España ya barroca, que lucha
contra su tiempo, lo niega y lo quiere sustituir por el de las teorías contrarreformistas,
doctrinas de vigencia medieval, como la de los caballeros andantes11: “Esta evasión de su
momento, España la estetiza también y el barroco
adquiere aquí un carácter nacional por esta inspiración en el pasado”
(Camón 1948: 450).
En efecto, para
sorpresa de sus contertulios, el consejo de nuestro hidalgo metido en
disquisiciones políticas no puede ser otro que el devanado de sus absurdas
lecturas; esto es, que el rey convoque a los caballeros andantes, capaces de
aniquilar a muchos hombres de un solo tajo: “¿Por ventura es cosa nueva
deshacer un solo caballero andante un ejército de doscientos mil hombres, como si todos juntos tuvieran una sola
garganta, o fueran hechos de alfeñique?” (685).
No obstante, la
imagen de una sola cabeza para muchos hombres no tiene exclusivamente su sede
original en los libros de caballerías, sino, más bien, en una adaptación de lo
que nos transmite el historiador Suetonio (70-126 d. C.) del emperador Calígula
(Suet. Cal. 30)12. Tal hallazgo y
localización literaria, recogidos igualmente en el segundo volumen
complementario de la edición del Quijote
de Francisco Rico (2004: 431), corresponden a Diego Clemencín: “Ofendido con la
muchedumbre que aplaudía en contra de su agrado, exclamó: ‘¡ojalá el pueblo romano tuviera un solo
cuello!’”.
O, más
probablemente, por ser una lectura que con cierta seguridad tuvo en sus manos
Cervantes y porque es la voz del filósofo preferido por el alcalaíno a la hora
de que don Quijote exprese su pensamiento sobre cualquier tema, entendemos que
11 “Cervantes
(en el Romanticismo alemán) tiene tanto éxito, en parte, por reencarnar los ideales cristianos y caballerescos
medievales” (Porqueras 2003: 98).
12 Infensus
turbae fauenti aduersus studium suum exclamauit: ‘utinam p. R. unam ceruicem
haberet!’
sus palabras evocan mejor un
párrafo de Séneca (dial. 5, 19, 2)13 referido al mismo
emperador, que coincide además literalmente en el hecho de que la acción se realiza de un solo golpe y de
una sola vez, como dice también don Quijote:
Y en este punto
se contestará: “¡Menuda cosa!” Si despedazó a tres senadores como servidumbre inútil
entre azotes y llamas un individuo que ideaba degollar al senado entero, que deseaba que el pueblo romano tuviera un solo
cuello, para reunir en un solo golpe y en un solo día sus crímenes
espaciados a lo largo de tantos lugares y momentos.
En todo caso, de
ser cierta la cuna de la frase, es una muestra de la transferencia literaria de
la ‘locura de los Césares’ a la locura de nuestro ingenioso hidalgo tomada de
la letra impresa del hispanorromano Séneca, filósofo latino admirado por
Cervantes desde los tiempos de la escuela erasmista de López de Hoyos14, y con el que solían
identificarse por un sentimiento orgulloso de nacionalismo patrio los
humanistas españoles, antes que una simple transcripción literaria del
medievalismo trasnochado de los caballeros andantes.
3. El
cuento del barbero: mundo libresco versus mundo real
Después de
tamaña salida de tono de nuestro protagonista, el barbero trae a colación el
cuento del loco de Sevilla. En él, tanto el graduado en cánones por Osuna, que
manifestaba estar ya cuerdo, como el compañero de manicomio, que termina
delatándolo, poseen la misma manía obsesiva: ambos pretenden ser dioses del Olimpo. De nuevo, la lectura
del mundo clásico, con su aureola ficticia y extravagante, sirve de contrapunto para definir realidad y fantasía, locura y
cordura: “No tenga vuestra merced pena, señor mío, ni haga caso de lo que este
loco ha dicho; que si él es Júpiter y
no quisiere llover, yo, que soy Neptuno,
el padre y el dios de las aguas, volveré todas las veces que se me antojare y
fuere menester” (689).
Para Cervantes,
los testimonios literarios de la Antigüedad constituyen en sí igualmente un
conglomerado de materia de ficción, de ensoñación de la realidad, de recreación
de una imaginación que se aparta de los días corrientes, de lo convencional, de
la normalidad, pero también de la mediocridad de la existencia.
13 Et hoc loco respondebitur: ‘magnam rem! si
tres senatores quasi nequam mancipia inter uerbera et flammas diuisit homo qui
de toto senatu trucidando cogitabat, qui optabat ut populus Romanus unam
ceruicem haberet, ut scelera sua tot locis ac temporibus diducta in unum ictum
et unum diem cogeret’.
14 Los
humanistas del Renacimiento redescubren a Séneca y editan, no solo citan, su
obra: “En estas tareas destacó Erasmo,
muy inclinado a Séneca” (Blüher 1983: 44).
La conclusión
inherente del relato de que el que es un
loco no deja nunca de estar loco no pasa desapercibida para el ingenioso
hidalgo, aunque, dada su singular demencia, no debería haberse dado cuenta.
Responde al envite y lo hace otra vez desde el magisterio de las letras, de la
cultura extraída de los libros. Alonso Quijano recrimina al barbero que no se
ajuste al principio elemental retórico de que las comparaciones entre
semejantes están viciadas de origen y son defectuosas para cualquier pretensión
demostrativa: “Y ¿es posible que vuestra merced no sabe que las comparaciones que se hacen de
ingenio a ingenio, de valor a valor, de hermosura a hermosura y de linaje a
linaje son siempre odiosas y mal
recebidas? (689).
Así es como
recogía Celestina en la voz del
criado Sempronio la misma expresión (“Toda comparación es odiosa” [Rojas 2011:
208]), muy probablemente tomada del
Índice de las obras latinas15
de Petrarca (Comparationes non carent
odio)16; porque así lo determinaban, por supuesto, los
manuales de retórica al uso (Rhet. Her.
2, 45)17:
Asimismo, al comparar dos cosas resulta incorrecto
destacar una y no hacer mención de la otra o debatirlas con demasiado descuido […]. Igualmente, al hacer una
comparación es incorrecto creerse en la
necesidad de reprobar una cosa por alabar otra […]. Pues no es necesario si
se antepone a unos, reprobar a los otros: ya que puede actuarse de modo que se
otorgue una parte determinada de la alabanza a unos, alabándose un poco más a
los segundos, para que no se piense que
se ha combatido contra la verdad por interés.
Además, eso es,
precisamente, lo que se desprende de un pasaje de Séneca (epist. 43, 2)18:
las cosas tienen un valor por sí mismas,
no por su contraste con las demás.
Todo
lo que sobresale entre cosas próximas es grande allí donde sobresale; pues el
tamaño no tiene una forma concreta; la
comparación lo magnifica o lo disminuye. Una nave, que es grande sobre un
río, resulta minúscula en medio del
mar; un timón, que es grande para una nave, es diminuto para otra.
15 Principalium sententiarum ex libris Francisci
Petrarchae collectarum summaria Annotatio, publi-cada en el año 1497
(Deyermond 2008: 18).
16 “Las
comparaciones no vienen desprovistas de odio”.
17 Item vitiosum est in conparandis rebus
alteram rem efferre, de re altera mentionem non facere aut negle-gentius
disputare […] Item vitiosum est in rebus
conparandis necesse putari alteram rem vituperari, cum alteram laudes […] Non enim necesse est, si alteros praeponas,
alteros vituperare: fieri enim potest, ut, quo[m] alteros magis laudaris,
aliquam alteris partem laudis adtribuas, ne cupide depugnasse contra veritatem
puteris.
18 Quidquid inter vicina eminet magnum est illic
ubi eminet; nam magnitudo non habet modum certum: comparatio illam aut tollit
aut deprimit. Navis quae in flumine magna est in mari parvula est; gubernaculum
quod alteri navi magnum alteri exiguum est.
Así
pues, frente a la comparación grosera, odiosa, que acaba de hacer el barbero,
nuestro protagonista vuelve a reivindicarse en su grandeza como restaurador de
los ideales de la “orden de la andante caballería”, que en realidad son los que
se muestran al dictado de la épica clásica.
Yo, señor barbero, no soy Neptuno, el dios de
las aguas,
ni procuro que nadie me tenga por
discreto no lo siendo; sólo me fatigo
por dar a entender al mundo en el error en que está en no renovar en sí el
felicísimo tiempo donde campeaba la orden
de la andante caballería. Pero no
es merecedora la depravada edad nuestra
de gozar tanto bien como el que gozaron las edades donde los andantes
caballeros tomaron a su cargo y echaron sobre sus espaldas la defensa de los
reinos, el amparo de las doncellas, el socorro de los huérfanos y pupilos, el castigo de los soberbios y el premio de los humildes (690).
De
este modo, don Quijote renueva el Mito de las Edades pasadas frente a la
presente, tan “depravada”, y reedita de nuevo la idea virgiliana, entregada a
Eneas en su visita a los Infiernos (En.
6, 851-853)19, respecto al papel al que
estuvo predestinada Roma desde sus comienzos:
Mas tu
profesión, ínclito romano,
será en gobierno de hombres tener mano.
Tu
oficio, mientras te
tendrá la Tierra,
será poner pacíficos preceptos:
a
soberbios bajar con cruda
guerra
y perdonar a humildes y sujetos (Hernández de Velasco [1555] 1982: 237)
Es
evidente la fuente de la que se sirve: la traducción de Gregorio Hernández de
Velasco de 1555. Pues en su texto, de edición contemporánea al alcalaíno,
vierte subiectis (= ‘sumisos’) como “humildes
y sujetos”20 y traduce artes (= ‘conocimientos prácticos’)21 por “profesión” y “oficio”,
el que precisamente desempeñará don
19 tu regere imperio populos, Romane, memento /
(hae tibi erunt artes), pacisque imponere morem,
/ parcere subiectis et debellare superbos = “Tú
habrás de tener en mente gobernar a pueblos bajo tu imperio / (estas serán tus
habilidades), e imponer la costumbre de la paz / perdonar a los sumisos y
guerrear a los soberbios”.
20
En el último capítulo de la primera entrega,
Cervantes, Sancho voz mediante, prevaricará los términos y, trabucándolos, el
escudero exclamará a su amo: “¡Oh humilde
con los soberbios y arrogante con los humildes!” (643).
21 La frase
virgiliana dice: hae tibi erunt artes
= “serán para ti estas habilidades”
(es decir, “tendrás este saber hacer”).
Quijote como caballero
andante. El modelo literario latino reproduce para Cervantes la fantasía épica
de lo ideal, la literatura pura frente a la vulgaridad perentoria y viciada de
los tiempos presentes. Y es, al mismo tiempo, lo que reivindica su personaje:
ese mundo virtual transmitido bajo el soporte libresco que resulta mucho mejor
y más adecuado para combatir los desperfectos y desafectos del mundo real.
No son los
libros de caballerías de donde sale la fuerza motriz que anima y aviva su
imaginación: los oropeles medievales y trasnochados son puro adorno, hojarasca
y vestimenta fácilmente reconocible para la gente iletrada. Así hace accesible,
de manera simplificada y sencilla, la historia a los más. El verdadero diálogo entre el autor y el lector inteligente se
desarrolla en el limes literario del
mundo clásico (Andino 2008: 506)22
En efecto, las
fuentes de donde se nutre mayormente su creación son, sobre todo, las de los
sabios escritos de la Antigüedad. Esa es la autoridad que las empuja y hace
prevalecer las palabras del ilustrado hidalgo por encima de la casuística de
los sucesos cotidianos. Y tal es lo que emplea cuando para hacer crítica de su
época nuestro protagonista se sirve puntualmente del historiador latino
Salustio (86-34 a. C).
Una selección de
fragmentos de Séneca y de Salustio constituían el programa de enseñanza
preuniversitaria que se impartía en el Estudio de la Villa de Madrid regentado
por el erasmista Juan López de Hoyos (Close 2004: lxxiv-lxxv), y que no difería tampoco de la ratio studiorum de la escuela que los
jesuitas tenían en Sevilla, que el propio Cervantes parece conocer bien, según
refleja en la novela Coloquio de los
perros (Valbuena 1967: 1003-1005). En todo caso, el mismo contexto de la
exposición reclama al historiador latino como guía y doctrina23: las épocas pasadas eran
señeras en diligencia, trabajo, virtud, valentía y práctica de las armas; ahora
prima la pereza, la ociosidad, el vicio, la arrogancia y la palabrería en el
quehacer guerrero. Don Quijote lo expresa así:
Mas agora ya
triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía, y la teórica de la práctica de las armas, que
sólo vivieron y resplandecieron en las edades
del oro y en los andantes caballeros (691).
22 “No son los caballeros
andantes los que se retratan en la ambición del héroe manchego, sino los héroes
antiguos” (Marasso 1947: 3). “Cervantes se esforzó por emparentarse,
voluntariamente, con la continuada familia de Homero, de Platón y de Virgilio”
(11).
23 “Cervantes
leía a Salustio y le debe más de una enseñanza filosófica en el Quijote” (Marasso 1947: 22).
Ese es precisamente el tema
que aborda el historiador latino en ambos prólogos de sus dos conocidas
historiografías:
a)
En la Guerra de Yugurta (Bellum Iugurthinum), Salustio reprocha
que en los tiempos presentes nadie quiera competir con los antepasados en
honradez y esfuerzo (Sall, Iug. 4, 7)24: “¿Quién hay, en cambio,
dentro de nuestro modo de vivir, que no entable competencia con su ascendientes
en riquezas y dispendios, más bien que en
honradez y diligencia?”;
b)
En la Conjuración de Catilina
(De coniuratione Catilinae) hasta
aparecen los mismos términos y contraposiciones morales que usa don Quijote
(Sall. Catil. 2, 4-6)25: “Pues el poder se mantiene
fácilmente con aquellas artes con las que se gestó en sus comienzos. Pero
cuando se han instalado la ociosidad en
lugar del trabajo, el vicio y la arrogancia en lugar de la moderación y la
equidad, la fortuna se muda junto con las costumbres”.
Y es que casi
todo el contenido del pensamiento de Cervantes, que desarrolla don Quijote,
brota de las gestas y reflexiones escritas de la Antigüedad. Por eso, cuando
alude al valor del auténtico caballero andante, “entregándose a las implacables olas del mar profundo, que ya le
suben al cielo y ya le bajan al abismo, y él, puesto el pecho a la incontrastable borrasca, cuando menos se cata, se halla
tres mil y más leguas distante del lugar donde se embarcó, y, saltando en
tierra remota y no conocida, le suceden cosas dignas de estar escritas, no en
pergaminos, sino en bronces” (690), el editor Francisco Rico, en el desarrollo
de la nota a pie de página en su segundo volumen complementario, recuerda que “enfrentarse al mar borrascoso es una hazaña
que se atribuye a Julio César” (Rico 2004: 433, vol. 2). Y, en efecto, así
es como la recoge
Plutarco (Caes. 38):
En
Apolonia, no teniendo César por
suficiente las fuerzas que consigo llevaba, y retardándose demasiado las que
estaban en la otra parte, perplejo e incomodado, tomó una resolución violenta, que fue embarcarse, sin dar parte a
nadie, en un barquillo de doce remos y dirigirse en él a Brindis, estando
aquel mar poblado de tantas naves pertenecientes a las escuadras enemigas. De noche, pues, envuelto en las ropas de un
esclavo, se metió en el barco, y tomando lugar como un hombre oscuro, se quedó
callado. Por el río Aoo había de bajar la embarcación al mar, y la brisa de
la mañana, retirando las olas, suele mantener la bonanza
24 At contra quis est omnium his moribus, quin
divitiis et sumptibus, non probitate neque industria cum maioribus suis
contendat?
25 Nam imperium facile iis artibus retinetur,
quibus initio partum est. Verum ubi pro labore desidia, pro continentia et
aequitate lubido atque superbia invasere, fortuna simul cum moribus immutatur.
en la
desembocadura; pero en aquella noche el viento de mar, que sopló con fuerza, no
dio lugar a que aquella reinase. Acrecentado, por tanto, el río con el flujo
del mar, le hicieron tan peligroso y terrible el ruidoso estruendo y los
precipitados remolinos, que dudando el piloto poder contrastar a la violencia
de las aguas, dio orden a los marineros de mudar de rumbo, con ánimo de volver
al puerto. Adviértelo César, se descubre,
y tomando la mano al piloto, que se queda pasmado al verle: “Sigue, buen hombre—le
dice—; ten buen ánimo; no temas, que llevas contigo a César y su fortuna”.
Olvídanse los marineros de la tempestad, e impeliendo con gran fuerza los remos
porfían con ahínco por vencer la corriente; mas siendo imposible, y
haciendo mucha agua el barco, con lo
que se puso en gran peligro su misma persona, tuvo que condescender muy contra
su voluntad con el piloto, que al cabo dispuso la vuelta. Al desembarcar
sálenle al encuentro en tropel los soldados, quejándose y doliéndose de que no
crea que con ellos solos puede vencer, y de que se afane y ponga en peligro por
los ausentes, desconfiando de los que tiene consigo. (Plutarco 1979: 383-384)
4. La cordura/locura de Don Quijote, compendio del saber rescatado de la
Antigüedad
Igualmente
describe, como si las hubiera visto, las facciones de “tales caballeros
andantes en el mundo” (693), personajes todos literarios, o el tamaño de los
gigantes, arguyendo y acreditando su existencia. Su posición al respecto es
firme, haciendo venir en su apoyo los conocimientos irrefutables de la geometría: “También en la isla de
Sicilia se han hallado canillas y espaldas tan grandes, que su grandeza
manifiesta que fueron gigantes sus dueños, y tan grandes como grandes torres; que la geometría saca esta verdad de duda”
(694).
La certeza,
incuestionable para él, le viene de las lecturas de libros, esto es, de las
fuentes que considera propias del saber según la visión humanista; pues tanto
el discernimiento como el propio entendimiento se forjan, igualmente, de la
imaginación que la letra impresa excita.
La derivación
expositiva al hacer acopio de la geometría en medio de un debate sobre la
virtud que entrañan los libros de caballerías o, lo que es lo mismo, la
exhibición de alguien que muestra una autoridad erudita e ilustrada sobre los
temas que van apareciendo, podemos encontrarla igualmente en el retrato que
Cicerón hace de Sócrates, el más importante filósofo de la Antigüedad.
Pues el trasunto
que Cervantes lleva en mente es situar a su personaje como faro de lo que debe
ser, de esa sabiduría que nos ofrecen los libros, la tradición conservada
tipográficamente, valores
todos universales e inmortales, pero desgraciadamente también inalcanzables al
hombre concreto y pasajero de su tiempo. De ahí que, como el célebre orador
latino (De re publica, I, 15)26, deje claro que sabe de
muchos asuntos más, aunque se centre en el ser humano como tema de reflexión, a
semejanza del Sócrates transmitido por Platón:
“Pero yo,
Tuberón ―pues contigo puedo decir sinceramente lo que pienso―, en todo ese tema
no estoy demasiado de acuerdo con aquel conocido nuestro27, que hace afirmaciones
sobre cosas que apenas podemos sospechar por conjetura qué cualidades tienen,
como si pareciera que las distingue con los ojos o las trajera y llevara
claramente con la mano. Por eso también
suelo considerar más sabio a Sócrates, que depuso todo interés en este asunto y
dijo que las investigaciones que se hacían sobre la naturaleza o eran mayores
de lo que la razón humana podía alcanzar o en absoluto atañía nada a la vida de
los hombres”.
Y
Tuberón: “No sé, Africano, por qué ha pasado a la memoria que Sócrates rechazó
todo ese debate y tan solo solía investigar sobre la vida y sobre las
costumbres, pues ¿qué autor podemos alabar más documentado sobre él que Platón?
Y en los libros de éste en muchos pasajes habla
Sócrates de modo que, aunque debate acerca de las costumbres, acerca de las
virtudes, en definitiva, acerca de la política, sin embargo también se dedica a
enlazar a la manera de Pitágoras los números, la geometría y la harmonía”.
Con estas
mimbres el alcalaíno provoca que don Quijote sea una mezcla rara de cordura
eminente, capaz de pontificar sobre conocimientos y meditaciones profundas, y
de una ingenuidad utópica, rayana en el candor, alejada del ambiente común y
corriente que lo rodea. Por eso, en esta segunda parte no abundarán los
episodios de locura y alucinación, precisamente los que le dieron fama popular
en
26 ‘sed ego Tubero - nam tecum aperte quod
sentio loquar - non nimis adsentior in omni isto genere nostro illi familiari,
qui quae vix coniectura qualia sint possumus suspicari, sic adfirmat ut oculis
ea cernere videatur aut tractare plane manu. quo etiam sapientiorem Socratem
soleo iudicare, qui omnem eius modi curam deposuerit, eaque quae de natura
quaererentur, aut maiora quam hominum ratio consequi possit, aut nihil omnino
ad vitam hominum adtinere dixerit’. dein Tubero: ‘nescio Africane cur ita
memoriae proditum sit, Socratem omnem istam disputationem reiecisse, et tantum
de vita et de moribus solitum esse quaerere. quem enim auctorem de illo
locupletiorem Platone laudare possumus? cuius in libris multis locis ita
loquitur Socrates, ut etiam cum de moribus de virtutibus denique de re publica
disputet, numeros tamen et geometriam et harmoniam studeat Pythagorae more
coniungere’.
27 Se
refiere a Panecio de Rodas (185-110 a. C.), filósofo estoico.
la Primera Parte28. (Ese filón ya lo había
apurado Avellaneda, caricaturizándolo en extremo hasta encerrarlo, finalmente,
en un manicomio). A diferencia de su homólogo apócrifo, Cervantes lo convierte
en un caballero andante filósofo. Filosofar no es algo extraño a la labor de
novelar en el alcalaíno, que de continuo sigue escrupulosamente los preceptos
de Quintiliano (inst. 10, 1, 35)29 y de Horacio (ars 310-311)30: “El tema pudieron
proporcionártelo los tomos socráticos, /
y las palabras seguirán sin desgana al tema propuesto”.
Eso sí,
contradictorio con el mundo cotidiano y burlado permanentemente por su cruda
convención de la realidad. Para dirigir a su protagonista por las rutas
marcadas en sus páginas, a Cervantes lo empuja el dictado de Aristóteles sobre
la
poesía, más próxima a la reflexión filosófica que a cualquier otra
disciplina:
[Para Aristóteles]
“la poesía tiene más de lo filósofo y de agudeza que la historia, porque la poesía trata de las cosas más en lo
universal, y la historia las trata en particular”. Ese mundo de la verdad posible o de lo verosímil, podía convertirse
fácilmente en el paradigma del deber ser, de la ejemplaridad moral (Castro
1925: 35).
El
episodio umbral de la obra finaliza encadenado al siguiente, técnica ya
utilizada en la Primera Parte: “Y en esto oyeron que la ama y la sobrina, que
ya habían dejado la conversación, daban grandes voces en el patio, y acudieron
todos al ruido” (696).
28 En
efecto, son los episodios de locura y alucinación en la Primera Parte los que
le dieron —y le siguen dando todavía actualmente— fama popular. El Bachiller
Sansón Carrasco los enumera en el capítulo tercero de la Segunda Parte: “—En
eso —respondió el bachiller— hay diferentes opiniones, como hay diferentes
gustos: unos se atienen a la aventura de
los molinos de viento, que a vuestra merced le parecieron Briareos y gigantes;
otros, a la de los batanes; este, a
la descripción de los dos ejércitos,
que después parecieron ser dos manadas de
carneros; aquel encarece la del
muerto que llevaban a enterrar a Segovia; uno dice que a todas se aventaja
la de la libertad de los galeotes; otro, que ninguna iguala a la de los dos gigantes benitos, con la pendencia
del valeroso vizcaíno” (II, 3, 707).
29
A
philosophorum vero lectione ut essent multa nobis petenda vitio factum est
oratorum, qui quidem illis optima sui operis parte cesserunt. Nam et de iustis
honestis utilibus, iisque quae sint istis contraria, et de rebus divinis maxime dicunt, et argumentantur acriter, et
altercationibus atque interrogationibus
oratorem futurum optime [Socratici]
praeparant = “Pero por culpa de los
oradores, que cedieron su lugar a aquellos en la parte más excelente de su
obra, es un hecho que tuviéramos que recurrir muchas veces a la lectura de los
filósofos. Pues no sólo se ocupan a fondo de lo justo, honesto y útil, y de
las cosas que son contrarias a eso, sino también de lo divino, e incluso
debaten con agudeza, y hasta [los socráticos] preparan perfectamente al futuro
orador con discusiones y preguntas”.
30 Rem tibi Socraticae poterunt ostendere
chartae, / uerbaque prouisam rem non inuita sequentur.
5. La
cultura clásica al servicio de la eficacia narrativa
El
segundo capítulo, “Que trata de la
notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote,
con otros sujetos graciosos”, es un prodigio como estructura arquitectónica
del relato. Don Quijote conoce que sus hazañas han sido publicadas por un moro,
Cide Hamete “Berenjena” (703) —le
cuenta Sancho—, y que circulan por el mundo noticias hasta de cuando han
estado a solas amo y escudero.
Dividido
en dos coloquios, uno muy breve, el de Sancho con ama y sobrina, y otro más
extenso, entre amo y criado, el capítulo centra sus ideas en torno a dos
aspectos fundamentales: a) la unidad o cuerpo
místico entre caballero y escudero, y
b) la (mala) fama de todo héroe que se precie,
expuesta a estar en boca de todos.
En ambos contextos la fuente
de inspiración es, de nuevo y fundamentalmente, el mundo literario de Grecia y
Roma.
En
primer lugar, procedente de las quejas de Sancho ante la sobrina y el ama del
hidalgo, don Quijote se atreve a iniciar un adagio latino, “Quando caput dolet, cetera membra dolent”,
que repite la misma idea del cuerpo místico
utilizada ya en la novela de El curioso
impertinente de la Primera Parte31.
―Engáñaste,
Sancho ―dijo don Quijote―; según aquello: ‘quando
caput dolet...’, etcétera.
―No entiendo otra lengua que la mía
-respondió Sancho.
―Quiero decir ―dijo don Quijote― que cuando la cabeza duele, todos los miembros duelen; y así, siendo yo
tu amo y señor, soy tu cabeza, y tú mi
parte, pues eres mi criado; y por esta razón el mal que a mí me toca, o tocare, a ti te ha de doler, y a mí el tuyo (699)
Varias
fuentes clásicas, que con seguridad habían pasado ya al terreno eclesiástico,
habilitan la idea de cuerpo místico o
relación del todo con sus partes. Así consta en un episodio histórico relatado
por Tito Livio (Liv. 2, 32, 8-12), recogido también en la Historia Antigua de Roma de Dionisio de Halicarnaso (Alonso y Seco
2002: 321-322) o en una fábula de Esopo (Bádenas y López Facal [1978] 1985:
99), aunque también aparece en la Política
de Aristóteles: “El todo es necesariamente anterior a la parte” (García 2007:
48). Pero, sobre todo, hay un pasaje en Séneca (dial. 4, 31, 7)32
que contextualiza y eleva el tono y la autenticidad moral del respeto
31 Lotario
argumentaba que “marido y mujer son dos almas, pero una sola voluntad”
(424).
32 Nefas est nocere patriae; ergo ciui quoque,
nam hic pars patriae est -- sanctae partes sunt, si uniuersum uenerabile est;
ergo et homini, nam hic in maiore tibi urbe ciuis est. Quid si nocere uelint
manus pedibus, manibus oculi? Vt omnia inter se membra consentiunt quia singula
seruari totius interest, ita homines singulis parcent quia ad coetum geniti
sunt, salua autem esse societas nisi custodia et amore partium non potest.
que debe mediar entre amo y criado, que es lo que en verdad quiere
puntualizar don
Quijote en su intervención. El fragmento del filósofo cordobés dice
así:
Es sacrilegio
hacer daño a la patria; por tanto, también a un ciudadano, pues éste es parte de la patria —las partes son sagradas, si el todo es
venerable—; luego, también a un hombre, pues éste es ciudadano en la ciudad
tuya más grande. ¿Qué pasa si las manos eventualmente quieren hacerles daño a
los pies y los ojos a las manos? Lo mismo que todos los miembros están de
acuerdo entre sí porque le interesa al todo preservar a cada uno por separado,
así los seres humanos deben tener respeto
por cada uno porque fueron engendrados para encontrarse y, a su vez, la sociedad no puede estar a salvo sin el
cuidado y amor de sus elementos.
Antes de entrar
en el segundo leitmotiv del capítulo,
al preguntarle a Sancho qué dicen de su persona, por un lado, don Quijote le
exige una respuesta al estilo de Tácito33 (sine
ira et studio), esto es, sin añadir ni quitar nada por rechazo o lisonja;
y, por otro, alude en una muestra de ironía ovidiana a la edad de hierro
actual, pero que debería llamarse ‘de oro’, por su aprecio al vil metal:
Finalmente,
quiero, Sancho, me digas lo que acerca desto ha llegado a tus oídos: y esto me
has de decir sin añadir al bien ni quitar
al mal cosa alguna; que de los vasallos leales es decir la verdad a sus
señores en su ser y figura propia, sin que la adulación la acreciente u otro vano
respeto la disminuya; y quiero que sepas, Sancho, que si a los oídos de los príncipes llegase la verdad desnuda, sin los
vestidos de la lisonja, otros siglos correrían, otras edades serían tenidas por
más de hierro que la nuestra, que entiendo que de las que ahora se usan es la
dorada. Sírvate este advertimiento, Sancho, para que discreta y bienintencionadamente pongas en mis
oídos la verdad de las cosas que supieres de lo que te he preguntado (700)
Diego Clemencín, editor y comentarista del Quijote en el siglo XIX, respalda como
fuente literaria posible de que entre príncipes se abuse del vicio de la
lisonja un texto de Quinto Curcio (Historiarum
Alexandri Magni Macedonis, lib. VIII, cap. 5)34. Sin embargo,
la referencia a la ‘edad dorada’, tal como la menciona Ovidio (ars 2, 277-280)35, es, amén de desconocida e insospechada actualmente para los
hispanistas, la única que explica el sentido irónico de la frase de don
Quijote, es decir, de Cervantes. El poema latino reza así:
33 Tac. ann. 1, 1.
34 Non deerat talia concupiscenti perniciosa
adulatio, perpetuum malum regum, quorum opes saepius adsentatio quam hostis
evertit = “A quien ambicionaba tales honores no le faltaba la perniciosa adulación, el mal eterno de
los reyes, cuyos poderes ha
subvertido más a menudo la lisonja que el enemigo”.
En verdad ahora estamos en los siglos dorados: con el oro
sobreviene muchísimo
prestigio: a fuerza de oro se
consigue el amor. Aunque vengas tú mismo en persona, Homero, acompañado por las
Musas, si no has traído nada, te irás, Homero, afuera.
Así lo dejó
claro también don Quijote en la primera entrega, en su discurso ante los
cabreros: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos
pusieron nombre de dorados, y no
porque en ellos el oro, que en esta
nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase […]” (133).
La nota con que
Diego Clemencín interpreta este pasaje es un ejemplo de hasta qué punto resulta
relevante localizar debidamente la fuente que inspira a Cervantes. A sabiendas
de que “nadie se persuadirá que [Cervantes] quiso sinceramente elogiar un siglo
y un gobierno que le trataba con tanta injusticia, tanto más, que cuando
llegaba la ocasión no disimulaba lo
descontento que estaba de su suerte” (1967: II, 2, nota 11), al no
comprender que don Quijote lo dice en el mismo sentido que el poeta Ovidio y
con el mismo matiz que en su propia perorata ante los cabreros, la
desorientación es total y absoluta, y llega a afirmar que Cervantes “escribía con negligencia” (1967: II, 2,
nota 11), cuando es todo lo contrario: “Nada fue escrito al azar en el Quijote” (Castro 1967: 407)36:
Cervantes,
diciendo por boca de don Quijote que otros siglos correrían si llegase la
verdad desnuda, sin los vestidos de la lisonja, a los Reyes, harto indicó que
no llegaba de esta suerte en su tiempo, mostrando como con el dedo el
ministerio del Duque de Lerma. Pero, o temeroso del poder del privado, o poco
amigo de zaherir a los demás, o quizá acordándose de las relaciones del Duque
de Lerma con su bienhechor el Conde de Lemos, tiró a templar su expresión,
añadiendo que otras edades habían sido más de hierro, y que la presente podía
llamarse dorada. Esta hubo de ser la
35 Aurea sunt vere nunc saecula: plurimus auro /
Venit honos: auro conciliatur amor. / Ipse licet venias Musis comitatus,
Homere, / Si nihil attuleris, ibis, Homere, foras.
36 “Los
cervantistas han creído sorprender en el Quijote
más errores de información de los que realmente tiene, los que en verdad son
muy pocos, quizás ninguno, si descubrimos la intención de los personajes de la
novela” (Marasso 1947: 11-12).
progresión de
las ideas y verdadera intención de Cervantes, porque nadie se persuadirá que quiso sinceramente elogiar un siglo y un
gobierno que le trataba con tanta injusticia, tanto más, que cuando llegaba la
ocasión no disimulaba lo descontento que estaba de su suerte. Las tres
partes del período realmente se contradicen:
la primera condena su edad: la segunda la excusa, y la tercera la lisonjea.
La primera es el genuino y verdadero juicio de Cervantes; creyendo en seguida
que se había deslizado y mostrado más de lo que convenía, quiso suavizarlo con
lo siguiente, pero después le pareció poco, y lo reforzó con lo último. Fácil
le hubiera sido refundir el período y corregirlo radicalmente; pero escribía con negligencia y no sabía borrar
lo que una vez había escrito” (Clemencín 1967: II, 2, nota 11)
Error y dudas
que persisten hasta nuestros días, también, en la edición última del Quijote de Francisco Rico: “DQ se
refiere a la idea anteriormente expuesta del presente visto como edad de hierro
frente a la antigua edad de oro (cfr.
I, 11, 133, n. 24, y II, 1, 691, n. 73), pero
el sentido de la última frase [‘entiendo que de las que ahora se usan es la
dorada’] es dudoso” (2004: 700, nota 28).
Todo lo
contrario asegura Américo Castro: “Cervantes,
por dicha, no fue ‘hombre de su
tiempo’, sino alzado sobre y contra él”
(1967: 326); hecho que el pasaje de Ovidio y el alegato sobre las Edades de la
primera entrega confirman.
El segundo
aspecto que centra el episodio sucede a la hora de ejemplificar cómo todos los
héroes se encuentran en boca de la maledicencia. Ante este reparo, cabe
conjeturar si al héroe de Lepanto acaso no le complacía demasiado el
reduccionismo carnavalesco del populacho (que derivó literariamente en la caricatura
de Avellaneda) al convertir a sus personajes en los estereotipos de un loco
famélico desaforado y un gordinflón tonto sin luces, dejándose de apreciar el
gigantesco trabajo filológico y humanista que sustentaba su creación. Contra
esto, don Quijote, aludiendo a la vez a algunos personajes de las novelas de
caballerías, pone en valor, sobre todo, a los modelos del Mundo Antiguo que
tuvieron que soportar también el descrédito de su fama:
―Mira,
Sancho ―dijo don Quijote―: dondequiera que está la virtud en eminente grado, es perseguida. Pocos o ninguno de los
famosos varones que pasaron dejó de ser calumniado de la malicia. Julio César,
animosísimo, prudentísimo y valentísimo capitán, fue notado de ambicioso y algún tanto no limpio, ni en sus
vestidos ni en sus costumbres. Alejandro, a quien sus hazañas le alcanzaron el renombre de Magno, dicen
dél que tuvo sus ciertos puntos de borracho.
De Hércules, el de los muchos
trabajos, se cuenta que fue lascivo y muelle. […] Así que, ¡oh Sancho!, entre las tantas calumnias de buenos, bien
pueden pasar las mías, como no sean más de las que has dicho (702)
La idea
principal de que la virtud es perseguida
por la envidia está servida como concepto base en Séneca (epist. 87, 34)37: “Contiene la virtud también la causa que precede a la envidia; pues a muchos se
les tiene envidia por su sabiduría, a
muchos por su justicia.”
Mas que tal
malicia acose sin descanso a quienes descuellan ya lo advierte Ovidio (Rem. 369-370)38: “Contra lo más elevado acomete la envidia; los vientos fustigan las
cimas más altas: / Contra lo más elevado acometen los rayos lanzados por la
diestra de Júpiter”.
La idea de
disfrutar calumniando o calumniar para divertimento y escarnio del personaje
notable puede comprobarse en las fuentes clásicas de las que con cierta
seguridad se nutre Cervantes, ya sea para ilustrar el amaneramiento de Julio
César y la ebriedad de Alejandro Magno, tomados de Plutarco, o para aludir
discretamente a la frivolidad burlona del verso de Marcial donde se exhibe la
bisexualidad de Hércules:
a)
“JULIO CÉSAR, ambicioso y algún
tanto no limpio, ni en sus vestidos ni en sus costumbres”. La ambición
unida a su capacidad de liderazgo puede leerse in extenso en Plutarco; no solo las malas artes y maniobras poco
ortodoxas para hacerse con el consulado (Caes.
14), sino también su sobresaliente valor como general invicto de las guerras de
las Galias (Caes.15). En cuanto a su aseo personal y hábitos morales, el
testimonio de Plutarco (Caes. 4)39 procede de la opinión que
tenía de él Cicerón.
Pero es en las Vidas de los Doce Césares, de Suetonio (Iul. 45)40, como señala Clemencín (1967), donde se
explicitan más los defectos del general romano que don
Quijote aduce: ese acicalamiento excesivo, amanerado, impropio de
hombre cabal.
37 Habet virtus quoque praecedentem causam ad
invidiam; multis enim propter sapientiam, multis propter iustitiam invidetur.
38 Summa petit livor; perflant altissima venti:
/ Summa petunt dextra fulmina missa Iovis.
39
“Cicerón, pues, que parece fue el primero que advirtió y temió
aquella aparente serenidad para el gobierno, a manera de la del mar, y que en
la apacibilidad y alegría del semblante reconoció la crueldad que bajo ellas se
ocultaba, decía que en todos los demás intentos y acciones suyas, notaba un
ánimo tiránico. ‘Pero cuando veo -añadía-
aquella cabellera tan cuidadosamente
arreglada, y aquel rascarse la cabeza
con sólo un dedo, ya no me parece que
semejante hombre pueda concebir en su ánimo tan gran maldad, esto es, la
usurpación del gobierno’” (Plutarco 1979: 359).
40 Fuisse traditur excelsa statura, colore candido, teretibus membris,
ore paulo pleniore, nigris vegetisque oculis, valitudine prospera, nisi quod
tempore extremo repente animo linqui atque etiam per somnum exterreri solebat.
Comitiali quoque morbo bis inter res agendas correptus est. Circa corporis
curam morosior, ut non solum tonderetur diligenter ac raderetur, sed velleretur
etiam, ut quidam exprobraverunt, calvitii vero
Se cuenta que
fue de estatura elevada, blanca palidez, miembros torneados, cara excesivamente
rellenita, ojos negros y vivaces, salud buena, a pesar de que en su última
época de repente solía tener desvanecimientos e incluso sobresaltarse en
sueños. Perdió la conciencia dos veces en medio de la gestión de los asuntos a
causa de la enfermedad comicial.41
En lo relativo al cuidado de su cuerpo,
era muy coqueto, al punto de no sólo
afeitarse y cortarse el pelo
concienzudamente, sino también depilarse,
como algunos le reprocharon, mas llevaba muy mal la fealdad de su calvicie,
consciente de que a menudo era la causante de las burlas de sus detractores.
Por eso había cogido la costumbre de echarse su escaso cabello desde la
coronilla hacia delante y de todos los honores decretados por el senado y el
pueblo ningún otro recibió y usó con más agrado que el derecho de llevar
siempre una corona de laurel. También cuenta que se hacía notar con el atuendo: pues se ponía la laticlavia ribeteada hasta las mangas y nunca con un
cinturón que le ciñera por encima demasiado, y con la cintura ciertamente bastante holgada; de ahí salió el dicho de Sila advirtiendo a menudo a
los senadores de que se guardasen de un jovencito
tan mal ceñido.
b) ALEJANDRO MAGNO, “con
ciertos puntos de borracho”. Así es
como lo define Plutarco (Alex. 4): “[…]
y a Alejandro, lo ardiente de su complexión le hizo, según parece, bebedor y de grandes alientos” (Plutarco
1979: 297).
Pero más adelante el propio
Plutarco (Alex. 23) contradice tal
calificativo, achacándolo a malas interpretaciones, como hace ver don Quijote:
Aun respecto del vino era menos desmandado de
lo que comúnmente se cree; y si parecía serlo, más bien
que por largo beber era por el mucho tiempo que con cada taza se llevaba hablando; y aun esto, cuando
estaba muy de vagar, pues cuando había que hacer, ni vino, ni sueño ni juego alguno, ni bodas, ni espectáculo, nada había que, como a otros capitanes, le
detuviese, lo que pone de manifiesto su misma vida, pues que habiendo sido
tan corta está llena de muchas y grandes hazañas (313)
deformitatem iniquissime ferret saepe obtrectatorum iocis obnoxiam
expertus. Ideoque et deficientem capillum revocare a vertice adsueverat et ex
omnibus decretis sibi a senatu populoque honoribus non aliud aut recepit aut
usurpavit libentius quam ius laureae coronae perpetuo gestandae. Etiam cultu
notabilem ferunt: usum enim lato clavo ad manus fimbriato nec umquam aliter quam
[ut] super eum cingeretur, et quidem fluxiore cinctura; unde emanasse Sullae
dictum optimates saepius admonentis, ut male praecinctum puerum caverent.
41 Epilepsia o ‘morbo comicial’, llamada
así porque si se producía entre los asistentes una crisis epiléptica, ello
impedía la continuación de esta asamblea (Segura 1985: 130).
Diego Clemencín
(1967) recuerda los excesos de Alejandro
en el vino, evocando como fuente a Quinto Curcio (Historiarum Alexandri Magni Macedonis, lib. VIII, cap. 2)42. Mas el efecto corrosivo de
la crítica por la embriaguez encuentra su marco moral, sobre todo, en Séneca (epist. 83,19)43, donde precisamente se
utiliza el ejemplo de Alejandro en el sentido del reproche que don Quijote
denuncia. Indudablemente, esta y no otra debió de ser la fuente que manejó
Cervantes:
Acuérdate del
ejemplo de Alejandro el Macedón, que en medio de un festín ensartó a Clito, el
más querido y leal a su persona, y quiso morir cuando se dio cuenta del crimen
y, desde luego, debió hacerlo. La
embriaguez tanto excita como destapa cualquier vicio, aparta la vergüenza que frena las malas inclinaciones; pues más se
abstienen de lo prohibido por el pudor de caer en falta que por su buena disposición.
Líneas más
abajo, el filósofo cordobés (epist.
83, 23)44 culmina el retrato
ignominioso de quien fue el personaje histórico más admirado y emulado de la
Antigüedad:
A Alejandro, de
quien hace un momento he hecho mención, lo dejaron marchar intacto tantas
marchas, tantas batallas, tantos inviernos, a través de los que había pasado
venciendo las dificultades de espacio y
42 Male humanis ingeniis natura consuluit, quod plerumque non futura,
sed transacta perpendimus. Quippe rex, postquam ira mente decesserat, etiam
ebrietate discussa magnitudinem facinoris sera aestimatione perspexit. Videbat,
tunc immodica libertate abusum, sed alioqui egregium bello virum et, nisi
erubesceret fateri, servatorem sui occisum. Detestabile carnificis ministerium
occupaverat rex, verborum licentiam, quae vino poterat inputari, nefanda caede
ultus
= “Mal ha mirado la naturaleza por el carácter humano, que las más de las veces
sopesamos no lo que va a pasar, sino lo que ya ha pasado.
Efectivamente,
el rey, después que se había apartado la ira de su mente, despejada la borrachera, contempló la magnitud de su crimen con una
valoración a destiempo. Veía que no sólo había abusado de una inmoderada
licencia, sino que en otro orden de cosas había sido asesinado un hombre
excepcional en la guerra y, si no le ruborizara confesarlo, su propio salvador.
El rey había desempeñado la detestable función de verdugo, vengando con un
asesinato infame el desahogo con las palabras, que podía imputarse al vino”.
43 Refer Alexandri Macedonis exemplum, qui Clitum carissimum sibi ac
fidelissimum inter epulas transfodit et intellecto facinore mori voluit, certe
debuit. Omne vitium ebrietas et incendit et detegit, obstantem malis conatibus
verecundiam removet; plures enim pudore peccandi quam bona voluntate prohibitis
abstinent
44 Alexandrum, cuius modo feci mentionem, tot
itinera, tot proelia, tot hiemes per quas victa temporum locorumque
difficultate transierat, tot flumina ex ignoto cadentia, tot maria tutum
dimiserunt: intemperantia bibendi et ille Herculaneus ac fatalis scyphus
condidit.
de tiempo: la desmesura en el beber y aquella famosa y
fatal copa herculana45 lo enterró.
c) HÉRCULES, “lascivo y muelle”. Llevado quizás por la
alusión de Séneca a la copa “herculana”, Cervantes añade en la relación de
héroes maltratados por la fama a Hércules. Pero la terminología que utiliza
alude más a un prejuicio del lector del siglo XVII que a los propios sucesos
del hijo de Zeus y Alcmena. ‘Muelle’, del latín mollis, en la acepción de ‘flexible’, ‘blando’ o ‘suave’, es la
misma raíz latina de mulier, ‘mujer’,
que califica etimológicamente a la hembra como sexo ‘débil’ o ‘voluble’, y se
puede aplicar también en un varón a ‘afeminado’, ‘voluptuoso’ o, de manera más
descarnada, a aquel que disfruta con prácticas homosexuales. Don Quijote/
Cervantes pudo inferir tal calificativo a raíz de la lectura de los amores de
Hércules con el joven Hylas. El muchacho es mencionado por Virgilio (ecl. 6, 41-44) a manera de topos literario o lugar común de pena y
lamento, debido a su desdichada pérdida en la expedición de los Argonautas.
Otro poeta de la edad augusta, Propercio (1, 20, 45-52) narra la historia
completa, justamente en un ejercicio poético dirigido a Galo para advertirle
cómo un amor puede ser arrebatado por la mala suerte. Pero en ambos casos el
tratamiento es respetuoso y normal,
tal como se entendían los amores de adultos con efebos en la antigua y
legendaria Hélade.
Francisco
Rico, en su segundo volumen complementario, tras interpretar la expresión
cervantina “lascivo y muelle” por “amigo de placeres y comodón”
(2004: 439, vol 2), se
limita a apuntar una nota de Diego Clemencín para el hecho de que “muchas
semblanzas burlescas de Hércules proceden remotamente de la Apocolocyntosis de Séneca”. No obstante, allí no hemos visto que
aparezca nada que haga referencia al héroe y semidiós en la faceta aducida, ni
ninguna mención a su trato con Hylas.
Resulta más probable que el pasaje que
utiliza Cervantes sea de Marcial
(Mart. XI, 43)46,
un texto propio de los ambientes estudiantiles, donde se dan dos coincidencias:
1) en el interior de sus versos aparece el término ‘lascivo’, y 2) con
45 Se decía
también de Hércules que era un gran bebedor y, por eso, a las copas beocias de
plata las llamaban así.
46
Deprensum in puero tetricis
me vocibus, uxor, / corripis et culum te quoque habere refers. / Dixit idem quotiens lascivo Juno
Tonanti! / Ille tamen grandi cum Ganymede jacet. / Incurvabat Hylan posito Tirynthius arcu: / tu Megaran credis non
habuisse natis? / Torquebat Phoebum Daphne fugitiva: sed illas / Oebalius
flammas jussit abire puer. / Briseis multum
quamvis aversa jaceret,
/ Aeacidae propior levis amicus erat.
/ Parce tuis igitur dare mascula nomina
rebus / teque puta cunnos, uxor, habere duos.
cierta seguridad es posible
que Cervantes conociera el desdoro de su contenido, como atestigua el hecho de
que lo ponga más adelante entre las lecturas diarias de don Lorenzo, el hijo
del Caballero del Verde Gabán: “Todo el día se le pasa en averiguar si dijo
bien o mal Homero en tal verso de la Ilíada;
si Marcial anduvo deshonesto o no en
tal epigrama” (824).
Un ejemplo,
precisamente, que puede poner en duda la honestidad y el decoro del poeta
Marcial es el epigrama donde aparecen sin atenuantes, con toda su crudeza, el
adjetivo ‘lascivo’ y el hábito sexual al que el pudor y recato pueden aplicar
el epíteto de voluptuoso o ‘muelle’, asociados ambos calificativos al esforzado
Hércules:
Pillado
dentro de un chaval me
riñes, esposa,
con terribles voces y me repites que tú también
tienes un culo.
¡Cuántas veces le dijo lo
mismo Juno al lascivo Tonante! Sin
embargo, él se acuesta con el orondo
Ganímedes47. Dejado a un lado el arco, doblaba el Tirintio48 a Hilas: ¿Crees tú que no tuvo a Mégara49 para engendrar hijos?
Esquivaba en fuga Dafne a Febo: pero el niño
de
Ébalo50 dispuso
que aquellas llamas se extinguieran. Aunque Briseida se acostaba muchas veces vuelta de espaldas, el Eácida51 tenía a su suave amigo más cerca.
Por tanto, deja
de dar nombres masculinos a tus partes y piensa que tú, esposa, tienes dos coños.
Sin trucos ni
ambages, constantemente, el tejido con el que el alcalaíno va a ir dando
contenido y forma a la narración va a ser el producto de estudio y conocimiento
muy presente de la literatura grecolatina, pero tamizándolos, sin revelarlos
del todo ni apurar su datación y exégesis literaria. Pues siguiendo los
preceptos de Quintiliano (inst. 10,
4, 1), Stilum non minus agere cum delet
(“No menos hace la pluma cuando borra”), Cervantes evita ser minucioso y
exhaustivo cuando utiliza sus fuentes literarias, aunque la consideración de sí
mismo tenga que morderse
47 Hermoso
príncipe troyano raptado por el dios Zeus, quien lo convirtió en su amante y en
el copero de los dioses.
48 Hércules
se crió en Tirinto, ciudad de la Argólide.
49 En la
mitología grecorromana, Mégara o Megara fue la primera mujer de Hércules.
50 Jacinto,
joven héroe amante del dios Apolo, era hijo de Ébalo, rey de Esparta (Ov. met. 10, 162-219).
51 Aquiles,
hijo de Peleo y nieto de Éaco.
la lengua para no decir más.
Así lo afirma en el capítulo 44 de esta segunda parte, refiriéndose al supuesto
narrador del Quijote, Benengeli: “[…]
teniendo habilidad, suficiencia y
entendimiento para tratar del universo todo, pide no se desprecie su
trabajo, y se le den alabanzas, no por lo
que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir” (1070).
De este modo,
toda erudición es sacrificada en aras de la eficacia narrativa, dosificándola,
como hemos podido ver en estos dos primeros capítulos de la segunda entrega.
Cicerón, Séneca, Salustio y Plutarco como prosistas, así como Virgilio,
Horacio, Ovidio y Marcial como poetas se aúnan a ellos para dar textura en
segundo plano tanto al discurso sobrio, altivo y comedidamente erudito de don
Quijote como a la misma estructura de las situaciones y pensamientos
escenificados por el narrador y sus protagonistas. Y es que, desde la Edad
Media y los comienzos del Renacimiento español, “transferir sententiae a una obra propia
incrementaba su valor. Se esperaba que los lectores las reconocieran y este
reconocimiento agregaba un cierto placer intelectual al beneficio moral
obtenido” (Deyermond 2008: 17).
En consecuencia,
no escribe ni improvisa Cervantes sobre blanco, sino que regenera, asocia y se
apoya siempre en elementos de otros pasajes clásicos de sabiduría reconocida.
Pues desde los malogrados tiempos de su prólogo de La Galatea (1585), siempre sintió íntimo orgullo y suficiente
capacidad para saber transformar y convertir la literatura grecolatina en
literatura española:
De más que no
puede negarse que los estudios de esta facultad52 (en el pasado tiempo, con razón, tan
estimada) traen consigo más que medianos provechos, como son enriquecer el
poeta, considerando su propria lengua y
enseñorearse del artificio de la elocuencia que en ella cabe, para empresas
mas altas y de mayor importancia, y abrir camino para que, a su imitación, los
ánimos estrechos, que en la brevedad del lenguaje antiguo quieren que se acabe
la abundancia de la lengua castellana, entiendan que tiene campo abierto,
fértil y espacioso, por el cual, con facilidad y dulzura, con gravedad y
elocuencia, pueden correr con libertad, descubriendo la diversidad de conceptos
agudos, graves, sotiles y levantados que en la fertilidad del los ingenios
españoles la favorable influencia del cielo son tal ventaja en diversas partes
ha producido, y cada hora produce en la edad dichosa nuestra […]. (Valbuena
1967: 608-609)
Esa fue siempre, desde
nuestro punto de vista, hasta el final y desde el principio, la primera
intención y la justificación de todo su empeño literario como escritor.
52
Se refiere a la dedicación del escritor a la producción literaria,
tan valorados antaño en la Antigüedad Grecorromana, al punto de llegar a
conservarse a través del tiempo.
Abreviaturas de autores y
obras grecolatinas citados, según el índice alfabético del Thesaurus linguae
Latinae, Leipzig 1900:
Cic. leg. = Cicerón, Las Leyes.
Hor. ars = Horacio, Arte Poética.
Liv. = Tito Livio, Desde la
fundación de la ciudad (Ab urbe
condita)
Mart. = Marcial, Epigramas.
Ov. ars = Ovidio, Arte de amar.
Ov. Rem. = Ovidio, Remedios de amor.
Plv. Caes. = Plutarco, Vidas Paralelas (César).
Plv. Alex. = Plutarco, Vidas Paralelas (Alejandro Magno).
Qvint. inst. = Quintiliano,
Instituciones oratorias.
Rhet. Her. = Retórica a Herenio
(anónimo).
Sall, Iug. = Salustio, Guerra de Yugurta.
Sall. Catil. = Salustio, La conjuración de Catilina.
Sen. epist. = Séneca, Epístolas Morales a Lucilio.
Sen. dial. 4 y 5 = Séneca,
Diálogos (De ira –“Sobre la ira”,
libros segundo y tercero)
Suet. Cal. = Suetonio, Vidas de los Doce Césares (Calígula)
Suet. Iul. = Suetonio, Vidas de los Doce Césares (Julio César)
Tac. Ann. = Tácito, Anales.
Verg. En. = Virgilio, Eneida.
Verg. ecl. = Virgilio, Bucólicas (Églogas).
Bibliografía
ANDINO SÁNCHEZ, Antonio de Padua. Las
fuentes grecolatinas en el Quijote. Tesis doctoral. Universidad de Granada,
2008. <http://hera.ugr.es/tesisugr/17662163. pdf> [15/04/2020].
—. “Cervantes:
actitud y manejo de las fuentes grecolatinas”. Baetica Renascens. Coord. J. M. Maestre et al. Vol. 2. Cádiz: Federación Andaluza de Estudios Clásicos, Instituto
de Estudios Humanísticos y Grupo Editorial 33, 2014. 757-68.
—. “Quintiliano
y el prólogo del Primera Parte de Don
Quijote”. Cervantes. Bulletin of the
Cervantes Society of America 39.2 (Otoño 2019): 69-92.
ANÓNIMO. Rhetorica ad Herennium.
<http://www.intratext.com/X/LAT0377.htm > [05/03/2020]
ARISTÓTELES. Política.
Introd., trad. y notas de Manuela García Valdés. Barcelona:
RBA, 2007.
BATAILLON, Marcel. Cervantes y
el barroco. Salamanca: Ed. Junta de Castilla (Consejería de Cultura y
Turismo), 2014.
BLÜHER, Karl Alfred, Séneca en
España. Investigaciones sobre la recepción de Séneca en España desde el siglo
XIII hasta el siglo XVII: Fundamentos y condiciones para la revitalización.
Madrid: Ed. Gredos 1983.
CAMÓN AZNAR, José. “Don Quijote en la teoría
de los estilos”. Revista de Filología
Española 32 (1948): 429-465.
CASTRO QUESADA, Américo. Hacia
Cervantes. Madrid: Ed. Taurus, 1967.
—. El pensamiento de Cervantes.
Revista de Filología Española – Anejo VI.
Madrid: Imprenta de la Librería y casa editorial Hernando (s.a.), 1925.
Biblioteca Digital de Castilla y
León: <http://bibliotecadigital.jcyl.es/cervantes_/i18n/catalogo_imagenes/
grupo.cmd?path=10167558 > [12/01/2019]
CERVANTES SAAVEDRA, Miguel de. Don Quijote de la Mancha. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la
Mancha. Comentarios de Diego Clemencín. [Madrid: Aguado, 1833-1839. 6
vols.] Nueva edición con notas numeradas. Madrid: Ed. Castilla, 1967.
—. Obras Completas. Recopilación, estudio
preliminar, prólogos y notas por Ángel Valbuena Prat. Madrid: Ed. Aguilar,
1967.
—. Don Quijote de la Mancha. Ed. Francisco
Rico. Barcelona: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, 2004. 2 vols.
CICERÓN. De legibus. Liber
primus. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/cicero/leg1.shtml > [08/03/2020]
CLOSE, Anthony. “Cervantes: pensamiento, personalidad, cultura”. Don Quijote de la
Mancha. Ed. Francisco Rico. Barcelona: Galaxia
Gutenberg / Círculo de Lectores,
2004: LXXIII-XCIV.
CURCIO RUFO, Quinto. Historiarum
Alexandri Magni Macedonis. Liber Octavus. The Latin Library: <https://www.thelatinlibrary.com/curtius/curtius8.shtml
> [18/06/2020]
DE HALICARNASO, Dioniso. Historia
Antigua de Roma. Trad. y notas de Almudena Alonso y Carmen Seco. Madrid:
Ed. Gredos, 2002.
DEYERMOND, Alan. “El índice de las obras latinas de Petrarca como una
fuente de la Celestina”. Medievalia
40 (2008): 17-23.
ESOPO. Fábulas de Esopo. Vida
de Esopo. Fábulas de Babrio. Introd., trad. y notas de P.
Bádenas de la Peña y J. López Facal. Madrid:
Ed. Gredos, [1978] 1985.
HORACIO. Ars Poetica. The
Latin Library: <https://www.thelatinlibrary.com/horace/ arspoet.shtml [22/05/2020]
LIVIO, Tito. Historia de Roma desde su fundación. Libros
I-III. Introd. general de Á. Sierra.
Trad. y notas de J. A. Villar Vidal. Madrid:
Ed. Gredos, 1990.
MARASSO, Arturo. Cervantes.
Buenos Aires: Academia Argentina de las Letras, 1947.
MARCIAL, Marco Valerio. Epigrammata.
Liber Undecimus. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/martial/mart11.shtml
> [20/05/2020] OROZCO DÍAZ, Emilio. Cervantes
y la novela del Barroco. Granada: Universidad de
Granada, 1992.
PROPERCIO, Sexto
Aurelio. Elegías. Ed., trad., introd.
y notas de Antonio Tovar y Maria T. Belfiore Martire. Salamanca: Ed. Alma
Mater, 1984.
QUINTILIANO, Marco Fabio. Institvtio
Oratoria. Liber Decimus. The
Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/quintilian/quintilian.institutio10.shtml
> [22/05/2020]
OVIDIO. Remedia
amoris. The Latin Library: <https://www.thelatinlibrary.com/ovid/
ovid.rem.shtml > [22/05/2020]
PEDRAZA JIMÉNEZ, Felipe
Blas. Cervantes y Lope: historia de una
enemistad y otros estudios
cervantinos. Barcelona: Octaedro, 2006.
PORQUERAS MAYO,
Alberto. Estudios sobre Cervantes y la
Edad de Oro. Alcalá de Henares: Centro Estudios Cervantinos, 2003.
PLUTARCO. Vidas Paralelas. Trad. directa del
griego por Antonio Ranz Romanillos, revisada, corregida y anotada. Vol. III.
Barcelona: Ed. Iberia, 1979.
ROJAS, Fernando
de. La Celestina. Ed. y estudio de
Francisco J. Lobera et al. Madrid:
Real Academia Española / ESPASA Círculo de Lectores, 2011.
SALUSTIO. Catilina y Jugurta. Texto y trad. por J.
M. Pabón. Barcelona: Ed. Alma Mater, 1954. 2 vols.
SEGURA MUNGUÍA, Santiago. Diccionario
Etimológico Latino-Español. Madrid: Ed.
Anaya, 1985.
SÉNECA. Epistolae morales ad
Lucilium. Liber Quintus. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/sen/seneca.ep5.shtml
> [12/03/2020]
—. Epistolae morales ad
Lucilium. Liber Decimus. The Latin Library:
<http://www.thelatinlibrary.com/sen/seneca.ep10.shtml
> [12/03/2020]
—. Epistolae morales ad
Lucilium. Libri XI-XIII. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/sen/seneca.ep11-13.shtml
> [12/03/2020]
—. Epistolae morales ad
Lucilium. Libri XIV-XV. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/sen/seneca.ep14-15.shtml
> [12/03/2020] —. De ira. Liber
Secundus. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/sen/sen.ira2.shtml
> [13/03/2020] —. De ira. Liber
Tertius. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/sen/sen.ira3.shtml
> [13/03/2020]
—. Apocolocyntosis divi Clavdii. The Latin
Library: <https://www.thelatinlibrary.com/ sen/sen.apoc.shtml >
[13/03/2020]
SUETONIO. De vitis Caesarum:
Vita Gai. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/suetonius/suet.cal.html>
[21/02/2020]
—. De vitis Caesarum: Vita Divi Iuli. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/suetonius/suet.caesar.html
[21/02/2020]
VIRGILIO. La Eneida. Ed.,
introd. y notas de V. Bejarano. Trad. en verso de G.
Hernández de Velasco [Toledo, 1555].
Barcelona: Ed. Planeta, 1982.
—. Aeneidos. Libro VI. The Latin Library:
<https://www.thelatinlibrary.com/vergil/ aen6.shtml > [21/06/2020]
—. Bucólicas. Geórgicas. Introd., notas y
trad. de B. Segura Ramos. Madrid: Alianza Editorial, 1981.