Colindancias (2013) 4: 405-412
Àxel Gonzàlez
Universidad de Belgrado
Serbia
Patricia Melón
Instituto Cervantes de Belgrado
Serbia
El SCOBA en el aula de catalán
y español como lengua extranjera
Recibido 23 de febrero de 2013 / Aceptado 30 de mayo de 2013
Resumen: El artículo investiga
las posibilidades de los
SCOBA (del inglés Schema for Orienting
Basis of Action) como herramienta para el fomento de la
autonomía del alumno. Concebidos como mediadores en los procesos de adquisición de lenguas desde una perspectiva sociocultural, permiten
diferentes aplicaciones en función de su propia
definición, de las necesidades
del grupo objeto y del marco
institucional de desarrollo
de la docencia. Se analizan,
a su vez, dos ejemplos concretos, a partir de las experiencias del Instituto Cervantes de Belgrado, en el caso del español, y de la docencia de catalán en la Facultad de Filología de la Universidad de Belgrado.
Palabras clave: autonomía,
ELE, SCOBA, socioconstructivismo, teoría
sociocultural.
Abstract: The article deals with the
possibilities of SCOBA (Schema for Orienting Basis of Action) as a tool for developing learner autonomy. Conceived as mediators in the processes of language acquisition from a sociocultural standpoint, SCOBA allows for different usages according to its
own definition, needs of the target
group, as well as the institutional setting of instruction. Two examples drawn
from real-life situations at Belgrade's Instituto Cervantes, for Spanish,
and at the University of Belgrade's Faculty of Philology, for Catalan, are provided
and analysed.
Key words: ELE, learner
autonomy, SCOBA, socioconstructivism,
sociocultural theory.
1. Introducción
El presente artículo tiene por objetivo explorar las aplicaciones del SCOBA en el aula
de lenguas extranjeras, a partir de dos experiencias, y enfoques diferenciados, una en el
caso del catalán y otra para el español. Así, se realiza una primera aproximación a sus fundamentos teóricos, para posteriormente estudiar las realizaciones que se dieron en los dos contextos descritos. Es
importante destacar que la diversidad de enfoques y, en consecuencia, de aplicaciones, es un producto tanto de sus diferentes concepciones como de sus propias características, en tanto que elemento
de apoyo para la mediación
en el proceso de adquisición
de conocimiento.
El SCOBA en el aula de catalán y español como lengua
extranjera
2. Marco teórico
La teoría
sociocultural (TSC) se fundamenta en el concepto de mediación, es decir,
el control de las actividades mentales
y comunicativas (Lantolf
2011). Así, el conocimiento
no se adquiere a partir de unos objetivos determinados, sino de la calidad, y disponibilidad, de elementos mediadores externos1. Se trata de una teoría social por definición, pese a que se centra,
también, en los procesos cognitivos, de índole individual. Según Karpov y
Heyward (1998, en Lantolf,
2011), la mediación es una
idea doble, que implica tanto la autorregulación (es decir, la autoevaluación
y planificación del aprendizaje) como la conceptualización (o sea, la introducción de mecanismos cognitivos).
Vygotski y su teoría ocupan un papel destacado, especialmente por su Zona de Desarrollo Próximo (ZDP), área en la que residen los procesos
de enseñanza-aprendizaje. Su
funcionamiento es relativamente sencillo: el aprendiente tiene dos límites, uno inferior, donde este se sitúa, y otro superior, que se alcanza a través de la mediación y, por extensión, la actividad docente. A medida que el alumno
avanza, también lo hace su
ZDP, cuyos límites progresan en paralelo al proceso de aprendizaje. Con todo, hay objetivos,
actividades y conocimiento que se sitúan fuera
de la ZDP y que son, por consiguiente,
inalcanzables, aun con mediación. Lantolf (2009) reivindica la centralidad del concepto de praxis y, por ende, de la dialéctica vygotskiana: el conocimiento se adquiere mediante la superación
de retos, es decir, de situaciones en que el conocimiento adquirido no es
suficiente para realizar con éxito
un determinado objetivo.
Para Vygotski existen dos tipos de conocimiento: espontáneo y científico, siendo este último el objeto de la instrucción (Lantolf 2008).
La explicación de Galperin (1989, en Haenen 2001; Galperin 1967, 1979, en Lantolf
2008) para el proceso de adquisición
en base a Vygotski es la instrucción teorético-sistémica. Para él, el aprendizaje consta de cuatro fases: presentación, materialización, verbalización, automatización/internalización.
La presentación de los conceptos puede realizarse en la L1 del aprendiente (Kim y Kellogg 2006,
en Escandón, Sans 2011), ya que será
su lengua materna la que medie en la creación de nuevo conocimiento (motivo por el cual la TSC
incomoda a los partidarios del método comunicativo
y la exclusividad de la L2 en el aula). La automatización es el final del proceso, y supone el paso del conocimiento espontáneo al científico, adquiriendo el concepto de forma efectiva. Materialización
y verbalización se sitúan
en el plano de la mediación.
Antes de analizar el papel del SCOBA en la materialización, hay que tener en cuenta
las divergencias en su propia definición por parte de Lantolf y Haenen, que justificarán diferentes desarrollos y usos. Así, para Lantolf, SCOBA es el acrónimo de Schema
for Orienting Basis of Action,
mientras que para Haenen lo es
de Schema for Complete Orienting Basis of Action,
cuyas implicaciones llegan hasta el mismo concepto de acción. Con todo, ambos autores coinciden en que el SCOBA se crea durante la materialización, y que se trata
de una representación gráfica
de una nueva realidad y los pasos necesarios
hacia ella: una vez el nuevo concepto
se ha entendido, ya se puede proceder a la verbalización, es decir, a la práctica del nuevo concepto.
El SCOBA es, así pues, una herramienta de apoyo en el proceso de mediación, que se puede diseñar en forma de esquema, dibujo o, incluso, plastilina (para niños,
por ejemplo).
1 En este sentido,
Mendoza (2006: 32) afirma: “Este aprendizaje se
produce inicialmente de manera
colaborativa, en interacción
con el resto del grupo y bajo la orientación del profesor”.
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de Hungría, Rumanía y
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Haenen, a su vez, separa el SCOBA del OBA (Orienting Basis
for Action): este último es la
aproximación del aprendiente a un reto (o, por ejemplo, una tarea) sin mediación.
Así, el aprendiente es capaz de realizar
algo solo, sin ayuda, pero no logrará
alcanzar el límite superior
de su ZDP. El SCOBA es, desde esta perspectiva, el bastimento exterior (en su dimensión más amplia)
que necesita el aprendiente,
y que contiene “tanta información como sea posible
para la ejecución de una acción”
(Haenen 2001: 162), incluido
el resultado. Es importante destacar
que Haenen (en Escandón, Sans 2011) categoriza los niveles de abstracción (materializada, perceptiva, verbal, mental) y calidad (generalización, abreviación y maestría) de la acción.
Queda por resolver el
problema del enfoque. Para Lantolf, así como
para la mayoría de investigadores
en el campo de los SCOBA y
la TSC, la acción es un concepto lingüístico: desde esta perspectiva “micro”,
la acción requiere precisión. Tareas comunicativas de tipo “escribe un
mail a un amigo desde tus vacaciones” van más allá de eso,
por lo que materialización general es complicada. A partir de Haenen, Esteve (2011) desarrolló un modelo de autorregulación del aprendizaje a partir de SCOBAs, desde una perspectiva “macro”.
Se fundamenta en las tareas, que
sustituyen al concepto de acción, y en el uso del SCOBA como esquema que integra todos los contenidos
y objetivos necesarios para
la realización, con éxito,
de la tarea. Así pues, la acción deja de ser un concepto,
para convertirse en un objetivo
comunicativo.
Rambusch (2006) destaca que Galperin estableció
cuatro pasos en el proceso de instrucción: a) orientación; b) pensamiento comunicado (es decir, la mediación); c) pensamiento dialógico (verbalización en un diálogo interno); d) acción mental. El
SCOBA se introduce en la orientación, y se concibe coma una “chuleta” para
la acción. Este enfoque es muy cercano
al de Esteve, y coincide con las tendencias
reactivas en el ámbito de
la autonomía (Littlewood
1999, en Benson 2006). Según
este modelo, sería el docente la persona responsable de
facilitar el SCOBA al alumno
durante la fase de orientación.
Las diferencias en la concepción, incluso en sus dimensiones, de los SCOBA y las teorías de Galperin no justifican que
se ignoren, sino que amplían el campo para investigaciones posteriores y nuevas aproximaciones para la práctica docente. Ambas perspectivas, micro y macro, son plenamente
compatibles.
3. El
SCOBA en la práctica
El Instituto Cervantes
de Belgrado situó, ya en 2006, el desarrollo de la autonomía del alumno
entre sus prioridades. La implementación consta de dos fases:
a) introducción de un enfoque
socioconstructivista y un portafolio;
b) la correspondencia con el Plan Curricular del Instituto Cervantes (PCIC) y,
por consiguiente, con el MCER. En la actualidad, las unidades se secuencian desde la perspectiva
macro de Esteve (2011) y Rambusch
(2006); así, al principio
de la unidad se presenta un
objetivo comunicativo, cuya superación se aborda desde la activación de los conocimientos previos del aprendiente
y, posteriormente, por todas
las fases del modelo. La SCOBA se le da al alumno,
con o sin contenidos, en español
y serbio (para niveles iniciales), y funciona, de hecho, como una simple “chuleta”.
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Regional de Hispanistas de Hungría,
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El SCOBA en el aula de catalán y español como lengua
extranjera
Figura 1. SCOBA completo, en español, para A1
Es evidente que la figura 1 confirma la posición
de Haenen sobre lo que debe contener
un SCOBA: la mayor cantidad
de información posible. El ejemplo muestra, de forma explícita, el objetivo de la
tarea y todos los contenidos de la unidad, así como las acciones
necesarias para la consecución
del objetivo: “Preguntar a un compañero sus datos personales para completar un formulario”. Con todo, sería interesante preguntarse sobre la funcionalidad
de este SCOBA para el aprendiente, porque contiene muchas informaciones y de índole igualmente variada: desde la perspectiva de Lantolf, es complicado
afirmar que este tipo de mediación sea efectivamente
útil. La clave estará en el
enfoque que se tome para su compleción:
si se da cubierta, o si se crea a partir
de las aportaciones de los participantes del grupo y el conocimiento que se vaya adquiriendo
durante el desarrollo de la
unidad. Entendemos que la mejor opción
es partir de la movilización del OBA de todo el grupo, hacia la superación del reto, entendido
como tarea: es, pues, una propuesta desde la reivindicación de la dimensión social en los procesos de enseñanza-aprendizaje
y su centralidad.
Del mismo
modo, la figura 1 plantea, además, el problema del metalenguaje, bastante alejado de la ZDP del alumnado (en este caso A1). El uso de la L1 sea probablemente la solución, pero su papel
se reconoce únicamente en niveles iniciales (A1 y A2); a partir de B1, los SCOBA se dan únicamente en español. Desde una perspectiva centrada en
la autonomía del alumno, el hecho de entregar el SCOBA es problemático de por sí, porque limita las posibilidades
de que el grupo (es decir, profesorado
y alumnado) puedan
gestionar sus propios objetivos
de aprendizaje. Incluso desde los planteamientos
reactivos en autonomía, un
SCOBA vacío seguiría sin facilitar la toma de responsabilidades por parte del aprendiente: léxico, estrategias y demás categorías vienen impuestas, así como
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el objetivo comunicativo de la unidad
(tarea). En el SCOBA de la Figura 1, se suma también
el problema de su visualización,
poco clara por el exceso de información,
así como la mezcla de diferentes categorías lingüísticas. Con todo, encaja a la perfección con el objetivo de la unidad: el alumno puede superar el reto con la ayuda de una “chuleta”.
La problemática del desarrollo de la autonomía en el centro del ejemplo
va más allá de la conceptualización que del SCOBA se ha hecho, y escapa al objetivo de este artículo. Con todo, es importante solucionar los dos grandes dilemas que plantea
el SCOBA en el marco actual: a) cuándo
introducirse y b) cómo, es decir, en qué
lengua y si debe estar vacía.
En el curso académico 2011/2012, en el marco
de una asignatura optativa de catalán
como L2 en la Universidad
de Belgrado, se explora otra
aproximación al SCOBA, desde
la libertad que supone trabajar en un marco menos institucionalizado.
Así, optamos por poner la autonomía, en su sentido más
amplio, en el centro del proceso. El proceso fue totalmente inverso al descrito anteriormente: en primer lugar, el alumnado escogió la tarea final de la unidad,
es decir, el objetivo comunicativo y el vector
director de la secuencia. A continuación,
el grupo, lo que incluye también
al profesorado, diseñó un
SCOBA en la pizarra, a partir
del OBA colectivo y las intervenciones del profesor. La experiencia de diseñar el SCOBA
de forma conjunta sugiere
una mayor aceptación e implicación del alumnado en su proceso de aprendizaje, a diferencia de las propuestas en que este mecanismo se impone. Del mismo
modo, es importante destacar que es
una herramienta mucho más útil cuando
se genera por la propia dinámica
de la clase, es decir, en
el momento en que a los aprendientes les faltan recursos
para alcanzar el límite
superior de su ZDP. En lo que a la organización del SCOBA se refiere, se realizó a partir de funciones comunicativas (Figura
2), y no de categorías tales como gramática
o léxico. Incluso desde una perspectiva comunicativa, esta
aproximación permite la movilización
de un mayor número de exponentes lingüísticos.
Figura 2.
SCOBA de catalán (B2), a partir
de funciones
Con el objetivo de mostrar las diferencias entre las perspectivas micro y
macro (de la acción como
tarea comunicativa), adjuntamos la Figura 3, de un
SCOBA según el modelo de Lantolf.
Figura 3. SCOBA para el aprendizaje
de los pasados en español (Yáñez Prieto
2008, en Lantolf 2009)
4. Conclusiones
EL SCOBA es una herramienta útil en el aula, ya que las diferentes
concepciones que de él se tienen permiten
que el profesorado, o el grupo, escojan la aplicación que le quieran dar. Desde un enfoque centrado en el desarrollo de la autonomía, ayuda al aprendiente a pensar de forma activa, incluso a
diseñar estrategias para su propio proceso
de aprendizaje, aumentando así la consciencia y el control
sobre el proceso. Del mismo modo, permite usar el OBA para movilizar el conocimiento previo de cara a la superación de un reto, a todos los
niveles, lo que permite aumentar la motivación, permitiendo que el aprendiente tome conciencia de su propia posición
en el mundo (alcanzada a partir de diferentes conocimientos). Creemos, pues, que la clave está en la movilización continúa de este conjunto de conocimientos previos, una idea
acorde con la interpretación que
Lantolf hace del concepto vygotskiano
de praxis, acorde con las tendencias actuales a favor de un marco posmétodo (Kumaravadivelu 1994), es decir, ecléctico,
en lo metodológico y hacia un profesorado autónomo. Una perspectiva que, a su vez, visualiza
la diversidad de casos concretos a los que el aprendiz tendrá que enfrentarse
a partir de su conocimiento de tipo científico,
o sea, abstracto.
En lo que concierne
a los ejemplos, la conclusión es que
el problema del SCOBA está
en su aproximación: en el modelo de Galperin y Lantolf, el énfasis está en la lengua, no en la comunicación, una posición bastante útil para, por ejemplo, adquirir el contraste temporal en una L2. Las funciones comunicativas son universales, de manera que no hay
necesidad de diseñar esquemas específicos para su realización con éxito. Se trata, en definitiva, de volver
hacia la cognición y la lengua como sistema. Los SCOBA de
los ejemplos son problemáticos para la motivación
y la autonomía: así, aburrirán sin duda a aprendientes
que los consideren
innecesarios, mientras que, por otro lado,
se crean alumnos dependientes de estas herramientas, imposibilitando así las riendas de su propio proceso.
Un aspecto del SCOBA al que no se ha prestado la suficiente atención es la idea del pensamiento dialógico. El aprendiente, incluso en aquellos casos en que se planteen otras oportunidades para la verbalización,
puede dialogar consigo mismo sobre la lengua y el aprendizaje (verbalización, como hemos indicado, pero en una dimensión interna). Del mismo modo,
la presentación de los contenidos afecta a la evaluación,
ya que el alumno sabe en todo momento lo
que de él se espera, y puede, a su vez, autoevaluarse
a partir de los objetivos, alcanzados o no.
La propia TSC permite que se renueve el interés por el papel mediador de la L1 en el proceso de adquisición de una L2,
lo que facilita la reflexión sobre el método comunicativo y la justificación,
o no, de su hegemonía. Igualmente, la teoría vygotskiana sobre la educación y la sociedad allana el camino para plantear cuestiones de tipo identitario, entre otras construcciones. Todo esto sugiere
nuevas vías de investigación: ¿el SCOBA se genera o se da? ¿Cuándo pasar del
OBA al SCOBA? Es igualmente importante destacar que se debe incidir más
en los datos, y centrarse en la recolección de evidencias que den respuesta a las cuestiones planteadas. En cualquier caso, el futuro de la enseñanza de lenguas extranjeras pasa por las interacciones
entre el individuo y la sociedad, es decir,
entre los procesos individuales y los colectivos, lo que representa
el elemento central de la TSC.
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