Colindancias (2013) 4: 307-323
Hugo Marcos
Universidad de Belgrado
Serbia
Las realidades de los tiempos
Recibido 3 de marzo de 2013 /
Aceptado 23 de mayo de 2013
Resumen:
Pretendemos un acercamiento a las formas verbales que dé cuenta de en qué manera,
por su significado lingüístico (y no por cuestiones sintácticas, discursivas o
pragmáticas), pretenden modelar el contexto del oyente, en tanto que para su
adecuada comprensión exigen evocar ciertas instancias contextuales.
Palabras
clave: actualidad,
contexto, deixis, representación, verbo.
Abstract: The aim of this paper is to make evident that
the interaction between the context and the verb forms is reciprocal, that the
imposition is not uniquely established by a context governing the sense of the
verb form, but the latter at same time masters and selects the context which
has to be recovered.
Key
words: context,
meaning, representation, sense, verb.
Los tiempos y el Tiempo
Durante años se
ha acostumbrado en las gramáticas a decir que el tiempo de un verbo nos indica cuándo ha ocurrido un suceso. Ahora
debería resultar evidente que no es así. Ninguna forma temporal localiza un
suceso en el tiempo. (Bull Time, Tense
and the Verb (1960), en Gutiérrez Araus 1996a: 34)
Ciertamente, la
tradición gramatical ha tratado de vincular en exceso los usos de las formas
verbales y la noción de tiempo, entendiendo como tal el tiempo
extralingüístico, el tiempo mensurable, un supuesto tiempo real y objetivo1. Pero, para que se pudiera
siquiera establecer un paralelismo entre el tiempo cronológico y el tiempo
verbal, habríamos primero de saber qué es exactamente eso del Tiempo.
Una
estricta correlación entre los tiempos del Tiempo (presente, pasado y futuro)
no puede dar cuenta de todos los usos de las formas verbales, como se ve en
cuanto se aduzcan varios ejemplos que no respeten el supuesto isomorfismo.
Formas del
presente aluden a situaciones pasadas; formas de pasado refieren situaciones
futuras; formas de futuro representan acontecimientos pasados, etc. Estas
contradicciones, ineludibles desde un planteamiento exclusivamente temporal,
nos hacen
1 Gutiérrez Araus (1996a: 34): “[…]
en la tradición gramatical los factores temporales que actúan en el verbo se
relacionaban de modo excesivo con los conceptos extralingüísticos de presente,
pasado y futuro”.
sospechar
de la validez del Tiempo como categoría para explicar el significado de las
formas verbales2.
A pesar de ello,
parece por todos aceptado, con razón, que las formas verbales tienen elementos
deícticos3, es decir, que tienen
incorporados en sí índices deícticos, esto es, esos elementos que sirven para
hacer indicaciones de sentido, no por medio, como otras palabras, de la
significación, que esos elementos no tienen, sino señalando directamente a “fuera
de las palabras”, al contexto (campo) extralingüístico determinado por el acto
de hablar en él. De los diferentes índices (al menos dos) deícticos de los
verbos dejaremos aparte los que apuntan a las personas participantes de la
acción de hablar, pues los que conciernen a nuestro asunto son los otros, los
indicadores de lo que se llama tiempos
del verbo, que también apuntan ciertamente “afuera”, al momento de la
acción de hablar (García Calvo 1981: 104). El origen de ese apuntar parte de la
voz:
Por tanto, afirmo
que en la raíz de la hic-deixis hay
que encontrar la cualidad de origen de los sonidos y que desempeña un papel
semejante al de los gestos de los dedos en la raíz de la éste-deíxis. Lo mismo que en la expresión total este ha sido, el gesto del dedo es
imprescindible, en la expresión total aquí
está seco es imprescindible el momento del origen del sonido, que determina
intuitivamente el lugar. Hay una pequeña diferencia en que el gesto del dedo +
este son dos palabras de la expresión total, aislables de hecho, mientras que
la cualidad del origen y la forma del aquí
solo existen como momentos discernibles por la abstracción en uno y el mismo
fenómeno físico. (Bühler 1931:154-155)
Con estos
índices deícticos propios de los tiempos del verbo, notamos que se da una
referencia no solo a aquello que refieren las palabras, sino al acto mismo de
su pronunciación. La voz señala el campo en que tiene lugar la enunciación.
Los deícticos
funcionan cuando se encuentran insertos en el campo mostrativo en que actúan
como tales. Sin su presencia en el campo no pueden funcionar, dado que se trata
de signos ligados a la situación. El campo mostrativo de los verbos es el campo
de la voz, el contexto de la voz. Es decir, que cada vez que nos encontráramos
ante la transcripción de alguna proferencia, como, por ejemplo:
Está en
casa con Juan.
Cocinaba y
planchaba sin parar.
Te lo
pagaré.
no podríamos entenderlas sin saber o imaginar algo de los momentos en
que se produjeron.
Los deícticos exigen un campo mostrativo; sin tal campo mostrativo no
hay señalamiento.
Por
lo tanto, los índices deícticos de las formas verbales tienen como referencia
interna el momento de la enunciación; es decir, ya sabemos de dónde parte la
flecha, pero ¿hacia dónde?
2 Rojo (1990: 24): “La
acumulación de discordancias de este tipo conduce forzosamente a poner en
cuestión la validez de la noción como categoría lingüística y tratar de situar
otra u otras más adecuadas en su lugar”.
3 Bühler (1934: 265): “[…] la
indicación que ejecuta el dedo al señalar no solo caracteriza la función de los
demostrativos, sino que, más allá de esto, se puede encontrar también en la
esfera funcional de las palabras conceptuales y pertenece a las propiedades
estructurales del lenguaje humano”.
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Siguiendo a
García Calvo (1989: 157): a) la mostración (de los deícticos) consistiría en
apuntar a puntos o regiones del campo en que se está hablando; b) la nominación
(la de los nombres propios), en apuntar a puntos o regiones del campo nominado,
y c) la significación [semántica], en un apuntar a puntos o regiones del campo
del vocabulario4,
con lo que la extensión de los nombres no propios ni dotados de índices
deícticos queda rigurosamente identificada con su intensión o comprensión. De
esta distribución se deriva que la noción de ‘denotación’ quede privada de
cualquier sentido5.
Así
pues, las formas verbales introducen un índice que señala relación entre lo que
se está diciendo y el acto de decirlo; indicación de relación de aquello que se
dice con el campo o situación (contexto, campo) en que se está diciendo. Así se
conforma la actualidad (presente y futuro): por índices deícticos que
establecen una relación entre lo referido y el acto de hablar de ello6.
Ahora bien, una
vez que tenemos así constituida la actualidad, del mismo golpe viene a surgir
la inactualidad: pues, desde el momento en que se dan formas marcadas con
índice de actuales, las formas del mismo significado o pertenecientes a la
misma palabra que carezcan de esos índices se interpretan como elementos que
indican positivamente la falta de actualidad o no-relación con el acto de la
frase en que se usan7.
Nuestro
planteamiento de la actualidad y la inactualidad vendría a coincidir, en una
primera división de las formas del sistema verbal, tanto con la propuesta de la
duplicidad del sistema verbal efectuada por Beneviste (1966: 238)8, como con la división en dos
grupos de las formas verbales establecida por Weinrich (1970: 70): “Así hay
tiempos gramaticales del comentar y del narrar […]. Vamos, pues, a llamarlo grupo de tiempos del mundo comentado y
los tiempos, tiempos comentadores”.
Creemos que los
modos de enunciación, histoire y discours de Beneviste o narración y comentario de Weinrich son intuiciones muy válidas, cuyo fundamento
se asienta en la propia estructura del sistema verbal. La división de la lengua
en dos discursos
4 García Calvo (1989: 182): “[…]
aquello que se llama significación de los nombres comunes (y análogamente las
palabras que no son nombres), cuando se habla de ello con respecto a las
palabras en activo (significación de tal nombre en tal predicado), resulta de
una confusión entre su referencia a un punto determinado del tesoro léxico y la
carga evocativa que aporta como resonancia de la anteriores Predicaciones en
que ha intervenido”.
5 García Calvo (1989: 158): “[…]
salvo que se prefiera decir que viene a disgregarse o precisarse de múltiples
maneras: la denotación de los
elementos deícticos es el punto o región del campo adonde señalan; la
denotación de los Nombres Propios es el lugar de la red o mapa donde cada uno
de los N P está puesto a modo de etiqueta; la denominación de los otros nombres
(y en general palabras) es su significación, esto es, su referencia a tal o
cual punto o región del campo de las palabras”.
6 Guillaume (1970: 31): “Sans la coupure du
présent el temps est amorphe. C’est dire que la morphologie du temps se
lie à la faculté d’y inscrire
le présent, et plus généralement : L’ACTUALITÉ”.
7 Frege (1982: 60): “Sería de
desear que tuviéramos una denominación especial para los signos que sólo han de
tener sentido. Si llamásemos a éstos imágenes, las palabras del actor en la
escena serían entonces imágenes, y hasta el propio actor sería una imagen”.
8 Beneviste (1966: 238): “Les
paradigmes des grammaires donnent à croire que toutes les formes verbales
tirées d’un même thème appartiennent à la même conjugaison, en vertu de la
seule morphologie. Mais on se propose de montrer ici que l’organisation des
temps relève de principes moins évidents et plus complexes. Les temps d’un
verbe français ne s’emploient pas comme les membres d’un système unique, els se
distribuent en deux systèmes
distincts et complémentaires. Chacun d’eux ne comprend qu’une partie des temps
du verbe; tous les deux sont en usage concurrent et demeurante disponibles pour
chaque locuteur. Ces deux systèmes manifestent deux plans d’énonciation
différents, que nous distinguerons comme celui de l’histoire et celui du discours”.
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fundamentales,
por Benveniste y Weinrich, diferenciados en grupos diferentes de tiempos
verbales, da lugar a aplicar al paradigma verbal el criterio de la actualidad:
las formas temporales del nivel actual corresponderían al discurso y las del nivel inactual, a la historia (en terminología de Benveniste), discurso narrado y discurso
comentado (en palabras de Weinrich).
Igualmente podemos descubrir en el planteamiento
de Alarcos Llorach (1994:
158) una distribución de las
formas verbales que reflejaría la distinción entre formas actuales e
inactuales, si bien en su terminología reciben la categorización de
perspectivas: bajo la perspectiva de presente se encontrarían las formas de presente y futuro y bajo la de pretérito las formas de imperfecto, condicional y
pretérito simple; que viene a
corresponderse con lo que nosotros entendemos de momento, a falta de
especificaciones posteriores, como formas actuales y formas inactuales.
Si nos acercamos
a la categoría temporalidad propuesta
por Rojo9, nos percataremos de que
también encontramos reflejada, en sus valores y términos, una clasificación que
justificaría la actualidad como criterio de división. Según su propuesta, si
contempláramos las relaciones temporales como vectores (V) y conviniéramos en
que -V simboliza la anterioridad, oV
la simultaneidad y +V la posterioridad, y llamáramos O (origen) al punto central de todas las relaciones tendríamos que: O-V anterioridad
con respecto al origen; OoV simultaneidad con respecto al origen; O+V
posterioridad con respecto al origen.
Pues
bien, todas las que nosotros consideramos, de momento, formas inactuales, o
sea, el pretérito simple [O-V], el imperfecto [(O-V)oV], y el condicional
[(O-V)+V], comparten un vector de anterioridad: el pretérito simple como vector
primario y el imperfecto y el condicional como vector originario, por lo que
podríamos decir que el perfecto simple es pretérito de forma directa, y el
imperfecto y el condicional lo son de forma indirecta; lo que correspondería,
en la terminología de Rojo, a forma absoluta y formas relativas,
respectivamente.
Así pues,
si cambiamos pretérito por inactual, el planteamiento de Rojo da
igualmente cuenta de la división entre formas inactuales y formas actuales10.
Lo adecuado de
esta sustitución de pretérito por inactual ya lo señalaba Bühler (1934:
213) hablando de su tercer caso principal: “El país de los cuentos está, dicho
psicológicamente, en una parte que no está con el aquí en una relación que
puede indicarse”.
También
Weinrich ponía el acento en que lo referido con sus formas narrativas nada
tenía que ver con lo pasado:
[…] tiempos del mundo narrado,
pues siempre que estos se emplean, el hablante adopta el papel de narrador
invitando al oyente a convertirse en escucha, con lo que toda la situación
comunicativa se desplaza a otro plano. Esto no significa desplazamiento de la
acción al pasado, sino a otro plano de la conciencia, situado más allá de la
cotidiana temporalidad. (Weinrich 1974: 78)
9 Rojo (1990: 28): “El tiempo
verbal es una categoría gramatical deíctica mediante la cual se expresa la
orientación de una situación bien con respecto al punto central (el origen), o
bien con respecto a una referencia secundaria que, a su vez, está directa o
indirectamente orientada con respecto al origen”.
10 Podríamos incluir también la
propuesta de William E. Bull (1960), en que los tiempos se distribuyen con
respecto a dos ejes de orientación del Tiempo: los tiempos primarios, que tiene
como punto cero el presente del hablante (point
present); los tiempos de la retrospección, que tienen como punto cero un
punto del pasado (retrospective point).
Creemos que la postura de Rojo es un desarrollo, para el español, de la de
Bull.
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Luego
podemos afirmar que únicamente por retórica (por elección del hablante), a
hechos que sólo por motivos externos, extralingüísticos, se da por sabido que
son pasados se les aplica el tratamiento de ligazón con el acto de narrarlos.
Si tomamos, al azar, cualquier frase narrativa:
Juan
descubrió el Polo Norte.
está claro que no se hace
referencia alguna al tiempo, y que, si resulta que ciertamente Juan descubrió,
en algún momento de su vida, el Polo Norte, esto no tiene ninguna relación con
la forma verbal en cuestión, sino solo con nuestro propio conocimiento de la
vida de Juan11. “Debemos llegar, pues, al
resultado de que la ingenua equiparación del tiempo pretérito con el pasado es,
efectivamente, falsa” (Weinrich, 1974: 31).
Así
pues, en nuestro planteamiento, lo imaginario, lo ficticio, no se sitúa en el
pasado, sino fuera del tiempo. Luego los tiempos usados principalmente como
narradores, el pretérito simple, el imperfecto y el condicional, no indican
pasado –aunque acostumbremos a narrar los acontecimientos pasados–, sino solo
ficción.
Por
todo ello, podemos considerar, de momento, que tenemos dos formas actuales
(presente y futuro) y tres formas inactuales (pretérito simple, condicional e
imperfecto). Las formas actuales señalarían, en principio, al campo de la voz,
al contexto del acto de habla, mientras que las formas inactuales señalarían la
no coincidencia con el campo de la voz, el señalamiento de un campo imaginario.
Puesto
que, como hemos visto, las formas verbales no localizan el momento de los
hechos referidos, sino que indican actualidad o inactualidad, ¿cuál es el
criterio que determina el uso de unas formas u otras? ¿Qué lleva a un hablante
a elegir las formulaciones de (a) o a elegir las de (b)?
a.La guerra
comienza en el 1936 b. La guerra comenzaba en el 1936.
La guerra
comenzará en el 1936 La guerra comenzaría en el 1936.
La guerra comenzó en el 1936.
Las actitudes
comunicativas fundamentales de Weinrich, el distanciamiento de la narración y
el compromiso del comentario, pertenecen al plano lingüístico desde una
perspectiva que considera primordial la subjetividad del hablante. Es decir, se
da prioridad a la actitud del hablante: el presente y el futuro (actuales) no
indican tiempo presente, sino comentario o actitud comentadora; el perfecto
simple y el imperfecto (inactuales) no indican tiempo pasado, sino narración o
actitud narradora.
En consonancia
con la postura de Weinrich, hemos de hacer, ahora, algunas matizaciones del
concepto de actualidad que más arriba veíamos. Según lo dicho, las formas
11 Asimismo, López García (1990:
110) diferencia entre un supuesto mundo real y uno diferente al real: “El punto
de vista relativo al tiempo que hemos llamado coherencia temporal (de la proposición) es de índole más bien
lógico-semántica: los distintos valores temporales consideran la posición
relativa del sujeto y del predicado del enunciado respecto al estado de cosas
coincidente con la enunciación (por ejemplo, María leyó un libro supone que el sujeto María y el predicado leyó un
libro, al asociarse, remiten a un cierto valor veritativo en un mundo
pasado, pero no en el real)”.
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actuales introducen un índice
que señala relación entre lo que se está diciendo y el acto de decirlo;
indicación de relación de aquello que se dice con el campo o situación
(contexto, campo) en que se está diciendo, por índices deícticos que establecen
una relación entre lo referido y el acto de hablar de ello. Pues bien, el
señalamiento se da ciertamente entre lo que se dice y el campo o situación
(contexto) en que se está diciendo, pero no podemos entender ese campo o
relación como algo independiente de la idea que de ese campo pretende comunicar
el hablante12, es decir, no podemos pensar
en el contexto de la voz como algo autónomo e independiente de la intención
comunicativa del hablante. En otras palabras, el contexto o campo es un
contexto o campo para alguien, puesto que lo referido por las palabras son
representaciones mentales, el señalamiento de los verbos no puede ser sino
subjetivo (como, por otra parte, cualquier señalamiento), es decir, responde a
la actitud subjetiva del hablante:
[…] los deícticos [o los índices
deícticos] no tienen un significado conceptual [los verbos disponen tanto de
significado referencia como conceptual], sino referencial, es decir, un
significado que pone en relación las expresiones lingüísticas con referentes,
que constituyen representaciones mentales de objetos extralingüísticos.
(Portolés 2004: 293)
Los referentes se deben
interpretar como las representaciones mentales de las entidades aludidas y no
como los objetos del mundo real. No olvidemos que se puede hablar de referentes
que no existen, por ejemplo, de objetos imaginarios como “el infinito” o “las
hadas”. Para decir a qué nos referimos con un deíctico debemos tener en cuenta
las ideas que de la situación del acto de habla tienen los hablantes en un
momento concreto.
La
noción de modo alude a la actitud subjetiva del decir, a la naturaleza de cada
tipo de acto intencional. En la flexión del verbo la lengua siempre es
reflexiva sobre sí misma (siempre metalingüística, metapragmática): el hablante
elige de entre las diferentes opciones que le da la lengua. Así pues, en tanto
que el señalamiento, como actual o inactual, depende de la subjetividad del
hablante, habremos de admitir que el momento deíctico de las formas verbales no
deja de ser también, en el mismo gesto y de forma indisociable, modal.
Tomemos un ejemplo ya
clásico:
a.
El observatorio anunció que se acerca a nuestras costas un huracán en
dirección NE a SO. El parte meteorológico añadía
que las primeras ráfagas alcanzarán a
la isla esta madrugada.
b.
El observatorio anunció que se acercaba a nuestras costas un huracán en
dirección NE a SO. El parte meteorológico añadía
que las primeras ráfagas alcanzarían
a la isla esta madrugada.
12 Desde nuestro enfoque, lo que
López García (1990: 113) denomina mundo
real y actual habría de entenderse como la visión del mundo que desea
comunicar el hablante: “[…] lo que convierte Juan come uvas en un tiempo presente, frente a Juan comió uvas, es el hecho de que ‘Juan – comer uvas’ pertenece
al mismo mundo real y actual que el del hablante, con independencia de que se
puedan superponer o no su acto de habla y el proceso verbal por completo”. Por
otro lado, y como ya ha quedado probado, la relación sujeto/verbo no tiene por
qué superponerse en absoluto al acto de habla.
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Que la opción (a) provoque en
el oyente un mayor temor al huracán es consecuencia lógica de que el hablante
haya elegido formas actuales, acerca
y alcanzarán, que por su propio
significado lingüístico establecen lazos entre lo que se dice y el campo en que
se dice. Por el contrario, en la versión (b) el hablante ha seleccionado la
formas inactuales, que, por su propia índole, establecen una ruptura entre lo
que se dice y el momento de decirlo.
Momento deíctico: actualidad e inactualidad mediata
La actualidad y
la inactualidad, pues, se encontrarían cada una en relación con un diferente
campo mostrativo13,
es decir, el señalamiento de las formas actuales tendría lugar en el campo de
la voz (contexto de la voz), del acto de habla; mientras que el señalamiento de
las formas inactuales se realizaría en un campo imaginario, en un campo
presente en la imaginación, en la fantasía. Las formas actuales del verbo
funcionarían según el primer modo de mostrar de Bühler, la demostratio ad oculos14, las formas inactuales, según la deixis en fantasma:
No es un azar que
el campo mostrativo lingüístico nos salte a la vista del modo más claro en la
acción verbal, y el campo simbólico en el producto lingüístico desligado. Pues
originariamente, con el dedo índice extendido solo se puede señalar lo que es
perceptible sensiblemente, y el índice tendido solo es un medio de comunicación
útil cuando el receptor puede verlo y verificar con éxito la indicación de la
seña. La deixis en fantasma se realiza si la montaña ha venido a Mahoma o
Mahoma ha ido a la montaña, es decir, si el receptor puede abrir sus ojos “interiores”
y seguir a su vez las indicaciones mostrativas. (Bühler 1934: 259)
Las formas de deixis de
Bühler responden a la intencionalidad comunicativa: la mostración consiste en
un comportamiento comunicativo. A través de las formas de deixis se explican
las actitudes psicológicas del hablante: lo referido se presenta ante los ojos “interiores”
o en el campo mostrativo de la voz. Esta diferenciación vendría a coincidir con
la establecida por Weinrich entre mundo
comentado y mundo narrado15.
Podemos
relacionar estos contextos imaginarios con la idea básica de un enfoque
intencional: concebir el tiempo como un espacio distinto, esto es, como un
mundo diferente al supuesto mundo real: “[…] mundos diferentes del actual:
mundos en que podamos representarnos circunstancias posibles; o en los que
establecer como habrían sido las cosas en un modelo alternativo a la realidad;
o modelos de los pensamientos ajenos, que pueden o
13 García Calvo (1993:109): “Que
los índices de Persona son, en lo fundamental, comunes a las lenguas, pero no
así los índices de Tiempo, que (siendo hasta el Verbo de nuestra lenguas
idiomático) aparecen en cada una de formas muy diversas, lo común es, primero,
que toda lengua conozca, de una forma y otra, tales índices, y luego, que los
principales de ellos consistan en índices que apuntan al campo en que se habla,
donde el ‘espacio’ funciona lo mismo como ‘tiempo’”.
14 No debemos entender el campo
de la demostratio ad oculos como el
entorno perceptivo, sino como todo lo actual. 15López García (1990: 111): “Lo
típico de este planteamiento es la concepción del tiempo como algo filtrado por
la subjetividad del hablante:
actuales serían las formas que tienen pertinencia en el mundo del decir,
inactuales las que sólo la tienen en el mundo de lo dicho”.
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no corresponderse con la
realidad” (Escandell, 2004: 236). Si bien habría que matizar que no podemos,
tal y como hemos visto antes, considerar un “mundo real”, pareciéndonos más
adecuado hablar de un supuesto mundo real del hablante o del oyente.
La inactualidad
del pretérito simple, por una parte, y la del imperfecto y el condicional, por
otra, no son iguales. Si bien las formas de imperfecto y condicional son
inactuales (no-presentes), por lo que también, junto con el pretérito
indefinido, participan de esa ruptura del señalamiento (de la representación)
hacia el contexto actual del habla
(en el que se comunica dicha representación), no presentan (representan) la
relación sujeto/predicado referida directamente, sino por medio de una
referencia a un acto de habla imaginario, en el que la relación
sujeto/predicado fuera actual (estuvieran en forma presente o futuro: presente),
es decir, estuviera ligada al contexto correspondiente al acto de habla
referido (García Calvo 1993: 115). Llamaremos acto de habla imaginario al referido por las formas de imperfecto y
condicional. Así pues, el condicional y el imperfecto subdeterminan la
representación de un acto de habla. Con un ejemplo:
a.
Pitágoras demostró que la suma de los cuadrados construidos sobre los catetos es igual al cuadrado construido sobre la
hipotenusa.
b.
Pitágoras demostró que la suma de los cuadrados construidos sobre los catetos era igual al cuadrado construido sobre
la hipotenusa.
En (a) se establece una
relación (ya veremos de qué tipo) entre lo que demostró Pitágoras y el momento
de la voz, el contexto actual del habla. En (b), no se establece dicha relación
(lo que no quiere decir, ni mucho menos, que la demostración de Pitágoras ya no
sea válida), sino que en el “ahora” narrativo representado por demostró se solapa el campo mostrativo
imaginario que toda forma de imperfecto supone. Así, aparecen ante los ojos de
nuestra fantasía, Pitágoras y su descubrimiento.
Así
pues, mientras el pretérito indefinido es directamente inactual; el imperfecto
y el condicional son mediatamente inactuales, en el sentido de que presuponen
en el contexto actual del habla una instancia16 que
motiva la inactualidad (la referencia de la relación no directamente sino por
medio de un acto de habla imaginado), la ruptura con dicho contexto17.
Por
ello, llamaremos al pretérito simple forma
inactual, y al imperfecto y al condicional formas de inactualidad mediata. Y llamaremos a la instancia que
motiva la inactualidad motivo de
inactualidad, es decir, instancia que media entre el contexto actual de la
voz y el contexto imaginario del acto de habla referido18.
16 Sperber y Wilson (1986: 185):
“In the absence of real-life contextual constraints, or constraints specially
set up by the experimenter, hearers automatically construct a context which
yields the least effort-consuming interpretation consistent with the principle
of relevance”.
17 Rojo y Veiga (1999: 2873)
reconocen muy acertadamente que “La orientación directa o indirecta con
respecto a este momento [el de la voz] es la característica fundamental del
tiempo lingüístico”.
18 RAE (2010: 444): “[…] la idea
de que el significado del imperfecto en cierto número de casos supone un
alejamiento o distanciamiento del plano actual. El marco o dominio a que se
hace referencia puede ser evocado por el hablante aunque no esté verbalizado.
[…] Los usos modales se pueden explicar, por tanto, a partir de la noción
tradicional de ‘copretérito’ concebida en el sentido amplio, de forma que
permita incluir marcos o escenarios alejados del plano actual, que el hablante
puede evocar”.
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Luego, el momento
deíctico de las formas de inactualidad mediata señalaría, en el contexto actual
del habla, hacia la instancia mediadora que motiva su inactualidad. Así pues,
en palabras de Gutiérrez Araus (1998: 283): “[…] al imperfecto se le puede
llamar ‘forma secundaria con respecto a su origen’, o dicho de otro modo, forma
no absoluta, sino relativa, ‘relacionada’ implícita o explícitamente”. Es
decir, las formas mediatamente inactuales, el imperfecto y el condicional,
presuponen, de forma explícita o implícita, una instancia motivadora de su
inactualidad; dicha instancia ha de encontrase en el contexto actual de la voz.
El motivo de
inactualidad puede ser la actitud narrativa manifiesta por todo pretérito
simple (el “ahora” que representa todo pretérito simple en una narración será
el momento de la voz del acto de habla imaginario). Como indica Gutiérrez
Araus:
[…] un hablante que comienza una
narración y, por tanto, no tiene un contexto anterior, no podría producir un
enunciado como Ayer iba a tu casa,
pues se espera algo más, su punto de referencia temporal con el que es
simultáneo: Ayer iba a tu casa cuando
tuve un accidente. (Gutiérrez Araus 1995: 28)
Es decir,
la forma de imperfecto hace la función de presente (sea lo que fuere, que
veremos más adelante) en el “ahora” marcado en la narración por el tuve.
La dificultad de
explicar los llamados usos modales de las diferentes formas19, por ejemplo, los del
imperfecto, creemos que radica en pretender que existen usos no modales; si partimos, por el
contrario, del principio de que todos los usos son modales20, incluido el narrativo –en
tanto que hay una intención narrativa–, es decir, aquel en el que se utilizan
las formas como significantes de un tiempo objetivado, entonces podremos dar
cuenta de todos ellos desde un único significado lingüístico.
La
actitud narrativa puede ser motivo de
inactualidad, pero también otros motivos, otras intenciones comunicativas21, pueden
llevar al hablante a elegir las formas de inactualidad mediata, a evocar un
contexto imaginario, en que dichas formas fueran actuales22:
19 Rojo (1990: 17): “La visión
habitual de la estructura y el funcionamiento del verbo español resulta, entre
otras cosas, excesivamente rígida y jerarquizada. La rigidez procede de que
cada una de las categorías gramaticales relacionadas con el verbo es
contemplada como una entidad absolutamente diferenciada de todas las demás, con
las que no presenta ninguna zona de confluencia y, por tanto, se hace
impensable la utilización de cierto carácter de una categoría para explicar la
aparición de un rasgo determinado de otra. La jerarquización deriva de la
consideración escalonada de las categorías, esto es, de una concepción según la
cual los modos se dividen en tiempos, los tiempos en aspectos, etc. Esa visión
resulta pobre e inadecuada. La rigidez no permite entender, por ejemplo, los valores modales de no-realidad [la
cursiva es nuestra] que muchas lenguas consiguen empleando formas que experimentan
lo que llamé hace unos cuantos años ‘dislocación’”.
20 Guillaume (1929: 32): “la
théorie particulière des modes de chaque langue reviendrait à savoir quelles
idées, lorsque la visée les traverse, mènent à l’actualité et quelles n’y
mènent pas”.
21 Gutiérrez Araus (1996b: 328): “[…] estos valores
secundarios, discursivos o pragmáticos del imperfecto están relacionados con
estrategias del hablante, que implican una determinada presuposición o una
determinada actitud ante el interlocutor”.
22 Intentar dar cuenta, sin
salirse de su propuesta, de estos usos no narrativos de la formas que hemos
denominado mediatamente inactuales, es lo que llevó a Weinrich a postular el
concepto de metáfora temporal: “El concepto de metáfora temporal presupone que
morfemas como, por ejemplo, los morfemas temporales, tienen significación en el
sentido en que la semántica habla de significación refiriéndose a los lexemas.
Sólo lo que tiene significación
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a. He
soñado que era capitán del equipo.
b. Tú eras
el paciente y yo el médico.
c. Venía a
pedirle un favor.
d. Mañana
salía nuestro avión, ¿no?
e. Ahora
mismo me marchaba a mi casa.
f. Aunque
me lo prometieras, no te creía.
Dado que el hablante ha
seleccionado el presente en fantasma, por utilizar la expresión de Bühler, es
decir, ha elegido representar las relaciones sujeto/verbo como imaginarias, el
oyente se ve obligado, a buscar el motivo de inactualidad, presupuesto por el
propio valor lingüístico de las formas de inactualidad mediata. El imperfecto y
el condicional señalan en el contexto actual de la voz un lugar vacío que ha de
ocupar el motivo de inactualidad, la determinación de aquello que ha de ocupar
dicho lugar es una determinación contextual. Si bien en algunos casos dicha
determinación vendrá dada por el contexto lingüístico, como en (a), (d) y (f);
en otros casos, habrá de ser la situación la que determine el motivo por el que
el hablante ha representado la relación sujeto/verbo en un contexto imaginario:
a.
Perdone, señor Ramírez, quiero pedirle un favor.
b.
Perdone, señor Ramírez, quería pedirle un favor.
c.
Perdone, señor Ramírez, querría pedirle un favor.
d.
Perdone, señor Ramírez, quise pedirle un favor.
Todo acto de habla, por su
propia naturaleza, presupone un contexto en el que tiene lugar; así pues, el
acto de habla imaginario referido por las formas de inactualidad mediata,
presupone un contexto (solo ante los ojos de la imaginación) en que dichas
formas fueran actuales. Es decir, en dicho contexto las formas se dirían en
presente y en futuro23. Es decir, entenderemos por contexto imaginario
aquel presupuesto por el acto de habla referido por las formas de inactualidad
mediata. Hagamos un pequeño repaso con un ejemplo:
En estos
momentos hace frío.
En estos
momentos hará frío.
En
aquellos momentos hacía frío.
En
aquellos momentos haría frío.
Los ejemplos ponen en
evidencia que lo que hacen (sin entrar, de momento, en lo que sea eso de “lo
que hacen”) el presente y el imperfecto, por un lado, y el futuro y el
condicional, por otro, es lo mismo, con la salvedad de que las formas actuales
lo llevan a cabo en el contexto actual de la voz, mientras que la formas de
inactualidad mediata lo llevan a cabo en el contexto imaginario que sitúa el “ahora”
de la voz en En aquellos momentos,
por lo que el
puede convertirse en metáfora. Este presupuesto yo quisiera confirmarlo
expresamente una vez más en estas líneas.
De ello se deduce que entre la semántica y la sintaxis no corre frontera
alguna” (Weinrich 1974:141).
23 Bühler (1934: 216): “Ahora
resulta claro lo que queríamos decir al afirmar que es un error admitir que a
la mostración en fantasma le faltaban los recursos mostrativos naturales. No le
faltan porque existen como transposiciones, y en esa media, y toda persona ‘transpuesta’
‘lleva consigo’, dicho de un modo figurado, la imagen táctil corporal presente”.
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motivo de
inactualidad sería que hablamos de algo pasado (que no quiere decir “real”), y,
por tanto, imaginario. Pero fijémonos cómo en:
En estos
momentos hacía frío.
En estos
momentos haría frío.
El significado lingüístico
que hemos postulado para las formas de inactualidad mediata presupone que
aquello que hagan lo hacen en un contexto imaginario, por lo que nos vemos
forzados a entender la expresión en estos
momentos como no coincidente con el momento de la voz; es decir, el que las
formas inactuales evoquen un contexto imaginario hace que el momento deíctico
de estos tome su valor en dicho campo
mostrativo imaginario, y no en el de la voz. Lo que, por otra parte, pasaría
igualmente si utilizamos la forma inactual, la de pretérito indefinido: En estos momentos hizo frío.
Momento modalizador: estados y actos mentales
De momento hemos
llegado a la siguiente división del sistema verbal: por un lado, las formas
actuales, el presente y el futuro; por otro, las inactuales mediatas: el
imperfecto y el condicional; y, finalmente, el pretérito simple, inactual. Con
el fin de establecer una sistematización completa, habremos de diferenciar
entre el presente y el futuro; esta diferenciación supondrá idéntica distinción
entre el imperfecto y el condicional, con la salvedad, antes apuntada, de que
estas formas refieren los hechos a través de un acto de habla imaginario, es
decir, conllevan la evocación de un contexto imaginario y señalan, en el
contexto actual de la voz, un motivo de inactualidad.
El emparejamiento
presente/imperfecto y condicional/futuro es algo que recogen casi todas
las propuestas de explicación del sistema verbal. En el planteamiento de Rojo y
Veiga (1999), por ejemplo, la similitud entre el presente y el imperfecto queda
reflejada en que ambos tienen por relación primaria la simultaneidad; mientras
que el futuro y el condicional comparten como relación primaria la
posterioridad:
Así,
canto y cantaba tienen en común el ser formas que expresan primariamente
simultaneidad, aunque canto lo hace
con respecto al origen y cantaba la
marca con relación a un punto anterior al origen:
a. Dice
que está ahora en la radio.
b. Dijo
que estaba en aquel mismo momento en la radio.
Algo semejante
ocurre entre cantaré y cantaría, que son formas que expresan
primariamente posterioridad y cuya diferencia consiste en que la primera lo
hace hacia el origen y la segunda, en cambio, con respecto a un punto anterior
al origen:
a. Dice
que saldrá dentro de un rato.
b. Dijo
que saldría un rato después. (Rojo y Veiga 1999: 2884)
Nuestra postura vendría a
coincidir con la de Rojo y Veiga, con la salvedad de que la relatividad del
imperfecto y el condicional no la vinculamos con respecto a un punto anterior
al origen, sino con respecto a un motivo mediador, que bien puede ser un
pretérito
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simple
(actitud narrativa), pero que no tiene por qué serlo24. O sea,
según nuestro parecer, la razón que lleva al hablante a utilizar las formas de
inactualidad mediata, a representar un acto de habla imaginario, no tiene por
qué ser únicamente que se está narrando algo. La desvinculación que suponen las
formas de inactualidad mediata con respecto al contexto actual del habla, puede
venir motivada por otras intenciones comunicativas, tal y como ya hemos visto.
Consideramos
que, para poder diferenciar entre presente y futuro (y, consecuentemente, entre
imperfecto y condicional), hemos de responder a las siguientes preguntas: “¿Qué
presupone, por su propio significado lingüístico, el uso del presente en el
contexto?”, “¿Y el uso del futuro?”
Para
nuestro propósito hemos de ver qué tipo de representaciones subdeterminan el
presente y el futuro, es decir, qué es lo que representan, qué refieren. Con
este propósito, es fundamental que distingamos entre25:
a) estado mental26: estado de cosas del mundo,
así pues, considera la relación sujeto/predicado como una unión ya dada, como
un supuesto (algo que se ajusta a la realidad27): tiene pretensiones de
verdad. Es decir, un supuesto comporta valor veritativo: pretende poder ser
sometido al criterio de verdad o falsedad.
b) acto mental: acto que produce
la unión del sujeto y el predicado, el acto de la producción mental de dicha
unión, el acto de concebir dicha unión. Como todo acto, carece necesariamente
de valor veritativo28.
Es, para el hablante, la creación de un supuesto, con mayor o menor grado de
convicción (incluso para el hablante).
Pues bien, nosotros creemos
que:
El presente, en
las proferencias en que aparece, subdetermina la representación (que se intenta
comunicar) en tanto que refiere un estado mental: la relación sujeto/verbo como
ya dada, como un supuesto. Que el hablante seleccione la representación de la
relación como un supuesto no quiere decir que lo sea para él.
El futuro, en las
proferencias en que aparece, subdetermina la representación (que se intenta
comunicar) en tanto que refiere un acto mental: la producción de la
24 El planteamiento de Rojo y
Veiga (1999) se distancia del tradicional en tanto que ellos establecen un
origen no obligatoriamente coincidente con el momento de la enunciación, por lo
que en puridad todas las formas participarían de cierta (la impuesta por ese
origen) relatividad. La diferencia entre expresar una relación temporal con
respecto al origen o bien con respecto a una referencia secundaria estaría
conectada con la distinción tradicional entre tiempos absolutos y tiempos
relativos (o empleo absoluto o relativo de una forma).
25 Esta que presentamos es una
adaptación, para nuestros propósitos, de lo que normalmente se entiende por estados mentales intencionales.
26 Nos referimos a un estado
mental intencional, es decir, que versa sobre algo más allá de él mismo: “Se
puede distinguir un estado intencional de otro que no lo es si se considera que
siempre que se tiene un estado mental intencional se puede decir sobre qué
versa ese estado. Una creencia es una creencia de algo y el miedo también lo es
de algo. Esto puede no suceder con estados como el nerviosismo o la ansiedad,
pues tal vez no sean ‘de’ nada en concreto” (Portolés 2004: 60).
27 Es evidente que todos
nuestros supuestos no disfrutan del mismo grado de convicción.
28 Frege (1982:61): “Ensamblando
sujeto y predicado siempre se consigue únicamente un pensamiento, pero no se
pasa nunca de un sentido a su referencia, de un pensamiento a su valor
veritativo. Nos movemos en el mismo nivel, no se pasa de un nivel al siguiente”.
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unión del sujeto
y el predicado (Sáncez Ferlosio 2000: 190-203), la producción de un supuesto
para el hablante. Como si dijera, conjuntamente con su proferencia: “Desde este
momento, en que realizo la unión del sujeto y el predicado, su relación es un
supuesto para mí”. No podemos olvidar que el grado de convicción, de que disfrute
por parte del hablante dicho supuesto, varía.
Que
el hablante represente un estado mental (forma de presente) o un acto mental
(forma de futuro) dependerá de la representación que considere más adecuada
respecto a su intención comunicativa29.
¿Cuáles
son, por tanto, los presupuestos contextuales que por su propio significado
lingüístico conllevan el presente y el futuro?
Podríamos suponer
que las formas verbales tienen un significado ambiguo, que en unos casos es
temporal y en otros no, pero esta postura multiplicaría los significados de las
formas verbales (tal y como sucede en la mayoría de las gramáticas). Otra
posibilidad sería considerar que cada forma verbal posee en todas las ocasiones
el mismo significado (lingüístico) –de este modo no se multiplican los
significados– y que las diferencias de sentido que encontramos entre distintos
enunciados se deben a consecuencias de un proceso de enriquecimiento
contextual.
Las formas verbales no proporcionan los significados de temporalidad:
simplemente, permiten estos sentidos30.
Con
la elección de la representación de la relación sujeto/predicado como un
supuesto el hablante presupone que existe una instancia en el contexto (que no
tiene por qué ser su conocimiento o convicción), que responde de la veracidad
(de su correspondencia con la “realidad”) de la relación.
a. El
delantero sale al terreno de juego.
b. Esta
planta no necesita mucha agua.
c. Dos y
dos son cuatro.
d. Juan
descubre el Polo Norte en 1503.
e. El
Presidente saluda a los ganadores. (Pie de foto)
f. Mi hija
me cuenta todo en su carta.
g. Mañana
vamos a tu casa.
h. Llueve.
Lo que tienen en común todos
estos diferentes usos del presente es que el hablante presenta la relación
sujeto/verbo como supuesto; es decir, el hablante presupone, en el contexto
actual de la voz, la existencia de una instancia que responde de la veracidad
de la relación. En (a) y (e) dicha instancia sería la constatación perceptiva
del hablante; en (b), (c) y (d)
29 Escandell (2004:23): “Una
gran parte del conocimiento lingüístico (y, en consecuencia, del conocimiento
semántico) es tácito e inconsciente o, en otros términos, difícilmente
accesible a la introspección. Ello significa que los hablantes dan muestra de
poseer ese conocimiento, porque así lo pone de manifiesto su actuación
lingüística; pero, sin embargo, no les resulta fácil hacer explícitas las
reglas que subyacen a su propio comportamiento lingüístico”.
30 Portolés (2004:163): “La
navaja de Grice simplifica la descripción lingüística, pues los sentidos se
explican por principios externos a lo propiamente lingüístico”.
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sería el
supuesto conocimiento; en (f) sería la lectura de la carta; y en (g), nuestra
determinación. Así pues, lo que es coincidente con el campo de la voz, con el
contexto, no es el tiempo en que sucede lo referido, sino la instancia que
responde de la veracidad de lo referido.
Que el hablante
comunique una representación de un supuesto no tiene por qué implicar que él
crea en el supuesto, sino simplemente que presupone una instancia que avala la
veracidad: por ejemplo, en un enunciado como Se casan la semana que viene, pero no se casarán, el hecho de que
la boda ya esté fijada lleva al hablante a referirla en presente, aunque tenga la intención de
reventarla, que, a su vez, justificaría ese no
se casarán.
La
localización temporal de, por ejemplo, (h), como simultánea al momento de la
voz, se deriva del significado lingüístico de la forma de presente 31 junto al
enriquecimiento contextual guiado por el Principio de Pertinecia: a falta de
más contexto, debemos pensar que la instancia del contexto actual de habla que
el hablante presupone como aquella que responde de la veracidad del enunciado
es su entorno perceptivo; solo así el enunciado resulta pertinente.
La coincidencia
de la existencia de la presupuesta instancia con el momento de la voz (actual:
forma de presente; imaginario: forma
de imperfecto) es lo que posibilita, a dichas formas, en contextos narrativos,
su uso con sentido de “presente” (objetivado).
Que se represente
el acto de la unión entre el sujeto y el predicado no puede, en tanto que acto,
tener pretensiones de verdad, lo que sí tiene son pretensiones de instancia que
respondería de la veracidad del supuesto producido (para el hablante); es
decir, la proferencia tiene pretensiones de constituirse en instancia a la que
remitirnos en el caso de tratar de averiguar la veracidad de la relación.
Presupone la existencia en el contexto de la voz de una instancia que justifica
la producción del supuesto.
a. Te lo
pagaré. (Promesa)
b. Te
castigaré. (Amenaza)
c. El año
que viene lloverá más que el pasado. (Augural)
d. Está
cansado, habrá dormido mal. (Conjetural)
e. Bueno,
cantaré. (Decisorio)
f. La suma de sus cuadrados será igual al
cuadrado de la hipotenusa. (Deductivo)
g. Todos
los ciudadanos tendrán los mismos derechos. (Decretivo)
h. Mañana
pondrás los platos. (Mandato)
Es evidente que estas
proferencias, por su significado lingüístico, no pueden someterse al criterio
de verdad. Se puede prometer sin tener la intención de cumplir lo que se
promete, pero esto no quiere decir que el acto de prometer no se haya llevado a
cabo. Igual ocurre con el resto de los usos, por compartir todos el mismo
significado lingüístico de representaciones de un acto mental, de producción de
un supuesto (para el hablante). En las oraciones se ve perfectamente que la
convicción, de la que disfruta el supuesto, varía para el hablante.
31 Weinrich (1974: 21): “Si la
correspondencia entre el Tiempo y los tiempos es cosa que se impone con
evidencia casi absoluta y, sin embargo, ofrece graves dificultades explicar los
tiempos por el Tiempo, entonces se impone la idea de invertir la cuestión: ¿Por
qué no va a intentarse explicar el Tiempo por los tiempos del lenguaje si
aquél, al parecer, ha conservado hasta nuestro días su carácter problemático?”
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Lo que tienen en
común todos estos usos del futuro32 es que representan lo que hemos denominado un
acto mental, es decir, producen la unión del sujeto y el predicado, lo que
presupone que no se daban antes por unidos. Se constituye en instancia a la que
habría que acudir para dilucidar la veracidad de un supuesto, para otro, que se
fundamentara en el la representación del acto de producción del supuesto así
producido por el hablante. Por lo tanto, la fuerza de dicha instancia dependerá
de las circunstancias del acto de habla. Porque yo diga Todos los ciudadanos tendrán los mismos derechos no quiere decir
que mi proferencia se convierta en ley; solo en el caso de que la unión del
sujeto y el predicado la produzca el legislador será una ley, su puesta en
vigencia. Obsérvese que, cuando enunciamos el contenido de una ley, lo hacemos
en presente, porque estamos comunicando un supuesto, siendo la ley la instancia
que avala su veracidad; mientras que, si lo que estamos haciendo es legislar,
poniendo en vigencia una ley, hemos de usar el futuro.
De
igual manera, y si se me permite utilizar la expresión poner en vigencia de forma tan laxa: Te lo pagaré pone en vigencia una promesa; (b), una amenaza; (c),
un augurio; (d), una conjetura; (e), una decisión; (f) una verdad.
Lo que sería
posterior al momento del acto de habla sería la corroboración del supuesto así
creado33. Esto justificaría que las
formas futuras (futuro y condicional), en contextos narrativos, se utilicen con
significado de posterioridad; ya que en los contextos imaginarios no tiene
sentido, por tratarse de algo imaginario, la comprobación de lo augurado,
conjeturado, etc., y, por lo tanto, la producción del supuesto se da, en el
cuento, por válida. Es decir, la índole prospectiva, con respecto al momento de
la voz, de la corroboración del supuesto producido por el hablante (actual:
forma de futuro; inactual: forma de condicional), es lo que posibilita, a
dichas formas, en contextos narrativos, su uso con sentido de “futuro”
(objetivado).
Los supuestos
creados tienen diferentes grados de convicción, de más a menos, también para
quien los ha producido (por decirlo de una manera metafórica, cuando escribo en
mi mente un supuesto, cuando lo produzco, la grafía de mi escritura puede tener
más o menos relieve), que es para quien es supuesto en principio; para los
otros es solo una instancia de la que pueden inferir un supuesto. La instancia
que responde de los supuestos en el contexto puede ser también un supuesto.
Es
importante no olvidar que los supuestos son siempre supuestos para alguien, y
que no son entidades independientes de una “realidad”. Esto no es óbice para
que una comunidad de hablantes comparta gran cantidad de supuestos (sin los
cuales, ciertamente, la comunicación sería imposible).
En
los casos en que el futuro puede compartir una determinada intención
comunicativa con la forma de presente (promesa, amenaza, augurio, decisión):
32 Sperber y Wilson (1986: 186):
“At every stage in disambiguation, referent assignment and enrichment, the
hearer should choose the solution involving the least effort, and should
abandon this solution only if it fails to yield an interpretation consistent
with the principle of relevance”.
33 En la distancia temporal,
ideada, entre la proferencia de una amenaza o una promesa y su cumplimiento
podría establecerse el surgimiento del tiempo objetivado. Guillaume (1929: 54):
“[…] tout l’effort de la pensée s’emploie à le supposer le moins possible,
autrement dit à le réaliser au maximum, de manière à en faire l’équivalente
symétrique du passé”.
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a. Te lo pagaré.
b. Si no lo haces, te castigaré.
c. El año que
viene lloverá más que el pasado.
d. Bueno, cantaré.
e. Mañana pondrás los platos.
a. Te lo pago.
b. Si no lo haces, te castigo.
c. El año que viene llueve más que el pasado.
d. Bueno, canto.
e. Mañana pones los platos.
Que el futuro haga explícita
la eventualidad (sujeta a cualquier contingencia, posibilidad de que suceda o
no suceda) del cumplimiento (de la correspondencia entre la unión de sujeto y
predicado y la “realidad”) se deriva de su significado lingüístico, es decir,
de que se trata de una representación que refleja una unión entre el sujeto y
el verbo, unión que no se consideraba como ya dada, como supuesto.
De
ahí que todas las novias prefieran que sus novios les comuniquen algo que se
presenta como supuesto: Me caso contigo,
frente a una toma de decisión como la representada por: Me casaré contigo. Con las funciones que comparten el imperfecto y
el condicional pasa lo mismo34.
La
mayor indelicadeza que supone Mañana
pones los platos frente a Mañana
pondrás los platos es, igualmente, una consecuencia lógica del significado
lingüístico del presente, en tanto
que el hablante comunica que presupone que la instancia que responde de la
verdad de su proferencia es su propia voluntad, con la consiguiente anulación
de la capacidad volitiva del oyente.
Las formas de
inactualidad mediata, el imperfecto y el condicional, presuponen, en el
contexto de la voz, lo que hemos denominado un
motivo de inactualidad, la instancia que motivaría la representación de un
acto de habla imaginario (con su consiguiente contexto imaginario) en el que
dichas formas fueran actuales.
Así
pues, según nuestro planteamiento, el momento deíctico de las formas verbales
(las llamadas de indicativo) expresaría la relación (como directamente o
mediatamente actual o inactual) con respecto al supuesto contexto de la
enunciación. Las formas de inactualidad mediata tienen una doble consecuencia:
de una parte, remiten a un contexto imaginario; de otra, presuponen un contexto
actual en el que existe un motivo de inactualidad (conocimiento
metapragmático).
No
podemos olvidar que cualquier contexto es un contexto para alguien, es decir,
siempre subjetivo.
Conclusión
Reconociendo
la deixis de las formas verbales como un señalamiento no hacia el campo de la
voz, sino hacia la representación que de dicho campo pretende comunicar el
hablante, hemos descrito sus significados lingüísticos como el encuentro entre
esta dimensión deíctica y una dimensión modal; dimensiones que en las formas
verbales son absolutamente indisociables.
34 Weinrich (1974: 145-146): “La
limitación de la validez es corriente no solo en el discurso precavido, sino
también en el discurso cortés […] El matiz de la cortesía surge de la validez
limitada que al mismo tiempo constituye una obligación también limitada. El
oyente no debe ser comprometido si él mismo no quiere”.
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Ha quedado de
manifiesto la pertinencia de un acercamiento al sistema verbal como modelador
de contextos, es decir, la búsqueda de los presupuestos contextuales que, por
su propio significado lingüístico, determinan las formas verbales.
Por ello, proponemos para las formas verbales la
denominación de modalizadores
deícticos.
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