Colindancias (2013) 4: 275-288
Barbara Pihler
Universidad de Ljubljana
Eslovenia
La temporalización discursiva en
Historia del corazón
de Vicente Aleixandre
“El poema es un nexo entre dos misterios”.
Dámaso Alonso (1950)
Recibido 12 de marzo de 2013 / Aceptado 17 de mayo de 2013
1. Temporalidad lingüística
y temporalización discursiva
Cuando hablamos de la expresión de la temporalidad en la lengua, nos referimos a un sistema de referencias deícticas temporales, cuyo objetivo es diferenciar
entre los conceptos lingüísticos y extralingüísticos del tiempo. Rojo la define como:
[La temporalidad es] una categoría gramatical deíctica
mediante la cual se expresa la orientación
de una situación, bien con respecto a un punto central (el origen), bien con respecto a otro punto que, a su
vez, está directa o indirectamente orientado con respecto al origen. El punto central, el origen, es un punto cero
con relación al cual se orientan de forma mediata o inmediata
las situaciones. El origen
coincide habitualmente con el momento
de la enunciación, pero no es forzoso
que sea así
[...] La temporalidad lingüística
no coincide con las nociones
extralingüísticas de presente,
pasado y futuro. Las relaciones temporales posibles son únicamente tres: anterioridad, simultaneidad y posterioridad (Rojo 1990: 25-26).
En el presente artículo entendemos la temporalidad lingüística, además,
como el conjunto de los elementos morfosintácticos
y lexicales que señalan las relaciones temporales en una lengua, entre los cuales
se presta especial atención
a dos categorías universales
que están estrechamente relacionadas con el
tiempo extralingüístico, el
tiempo y el aspecto verbal
(Pihler 2010: 178). Son de gran
relevancia también la temporalidad adverbial y el sistema de las perífrasis verbales siempre y cuando se interrelacionen con la temporalidad
expresada por los paradigmas verbales. El marco contextual de la investigación
son los textos poéticos, es decir
los textos que se caracterizan por un lenguaje y estructuración específicos. Se investiga la manera
de expresarse el tiempo en
las estructuras sintácticas
con especial interés en los valores temporales,
aspectuales y modales establecidos por los paradigmas verbales en un contexto tan específico
como es la enunciación poética.
Llamamos la temporalización
discursiva a todos los posibles procedimientos y mecanismos lingüísticos que hacen que
las relaciones temporales funcionen y provoquen diferentes efectos estilísticos en un discurso lírico (Pihler 2010: 178). La temporalidad lingüística de un texto ‘puesto en acción’ resulta en la temporalización discursiva: “La poesía
lírica discursiviza el texto de modo que
el texto mismo llega a ser un elemento de su discurso” (Pozuelo
Yvancos 1988: 217).
Asimismo, el análisis
de los procedimientos en la
temporalización del discurso lírico se basa en el hecho de que cualquier texto
poético es una unidad semántico-pragmática e intencional de interacción, de lo que se desprende
que sus dimensiones temporales, aspectuales y modales se realizan plenamente solo a través del proceso dinámico
de comunicación. Las relaciones
temporales, expresadas con los verbos en la superficie
textual, tejen una coherencia1 temporal específica
en el mundo textual de la poesía.
1.1 Valores pragmático-discursivos
El valor semántico del verbo
que puede distinguirse con independencia del contexto forma los llamados usos
básicos o prototípicos. Siempre que un paradigma verbal aparezca en un contexto
este significado prototípico
confluye con los demás significados del contexto lo
que resulta en los valores particulares2 que en este estudio llamamos valores pragmático-discursivos3. Se trata de la confluencia entre el contexto discursivo y los valores temporales, modales
y aspectuales de cada verbo
en cuestión que revela así la ‘manifestación del hablante en la gramática’, es decir su actitud
hacia lo que dice4. El concepto
de la presencia del hablante en la gramática viene de una gramática a posteriori que es “un conjunto de patrones lingüísticos reconocibles pero nunca definitivos
ni completos, que van imponiéndose por rutina y decantación,
y modificándose en el uso.
Se trata de convenciones para comunicarse,
no de estructuras lógicas anteriores a la comunicación” (Reyes 1990: 91).
Sobre la importancia del tipo de contexto para la interpretación correcta del significado
de una forma verbal determinada ya
se empezó a investigar en los años sesenta
del siglo XX5 cuando
se determina el ‘criterio de la actualidad’.
Para el presente estudio es de especial importancia la sistematización
modal de las formas verbales
de Luquet (2004) que se basa en la inseparabilidad morfológica de tiempo, modo y persona de las formas verbales simples. Según él es
necesaria una sistematización
modal diferente a la de la tradicional,
que distingue entre el modo indicativo
y subjuntivo, ya que dentro de ella
quedan discutibles varios usos muy
frecuentes de, por ejemplo,
el imperfecto español de indicativo y subjuntivo. Luquet propone la división de las formas verbales simples en dos grupos respecto al criterio de actualización. Habla de las formas actualizadoras, que
establecen la relación
directa con el hablante y actualizan
lo expresado, y de las formas inactualizadoras que
se centran en la representación
de un presente inactualizado, desconectado de cualquier
experiencia del tiempo. Las primeras, canto, canté y cantaré, se relacionan
con el presente de experiencia
del hablante, mientras que las segundas, cantaba, cantaría, cante, cantara, cantase, con un presente
ficticio, puramente imaginario, susceptible o no
de coincidir con el presente
de enunciación. Actualizar
o inactualizar consiste así
en el proceso de mayor o menor objetivación del universo temporal del hablante (Luquet
2004: 53-55).
1 Entendemos la distinción entre cohesión y coherencia siguiendo a Beaugrande y Dressler (1981).
2. Dimensión comunicativa de la poesía
“La Poesía no es
cuestión de fealdad o hermosura, sino de mudez o comunicación”. Vicente Aleixandre (2001)
El análisis pragmático de la poesía parte del hecho de que todo
texto, también poético, es una actividad comunicativa ya que “el sólo uso
de la palabra indica una comunidad (hablante, oyente, código, etc.), de lo contrario, estaríamos en el silencio” (Luján Atienza 2005: 226). Sin embargo, hay
que tener en cuenta las circunstancias y los rasgos particulares
de la situación enunciativa
poética entre los cuales queremos
destacar el carácter ficticio de la poesía, su ‘representación imaginaria’ (Pozuelo Yvancos 1988: 218) y la multiplicidad
de los interlocutores y contextos que se constituyen dentro del discurso lírico.
La multiplicidad de las entidades que se comunican a través de un texto poético se basa en la teoría pragmática de las diferentes voces del enunciador6 (p. ej. Verschueren 1999). Para dar cuenta
de esta complejidad en la comunicación literaria, Luján Atienza habla
del polo
de la emisión y del polo de la recepción
(2005: 76, 81), mientras que
Kerbrat Orecchioni (1986:
45), de las instancias emisora
y receptora.
Parece que
en la comunicación poética
se pueden distinguir como mínimo tres
niveles de locutores: entre el autor y lector, entre el
poeta7 y lector
modelo8 y entre el hablante lírico y el receptor lírico. Esta última relación,
entre el hablante y el
receptor líricos, es la que representa el punto de partida del análisis pragmático de la temporalización discursiva en la lírica.
El hablante lírico se presenta como una función discursiva que lanza todo tipo de estrategias textuales y es a través de él donde se constituye
el mundo ficticio de la poesía:
El hablante lírico no aporta únicamente una voz o una determinada actitud lírica: forma parte de un
complejo proceso de representación textual que diseña también unas determinadas estrategias de lectura. Es el mecanismo
o estrategia fundamental, diseñado
por el autor, articulador del
sistema modalizador (o sistemas
modalizadores) que constituye el poema (Calles Moreno 1997: 164).
El
destinatario es el tú lírico, el tú ficticio, que no necesariamente
está explícito en el texto. La relación del hablante lírico
frente a los interlocutores y a lo expresado se manifiesta en diferentes figuras pragmáticas de la lírica (López Casanova 1994) que a su vez
forman un contexto específico y decisivo a la hora
de determinar los valores de los paradigmas verbales.
2 Llamados también
valores secundarios (Bello, [1847]1988,
§ 670), valores dislocados (Rojo
y Veiga 1999) u otros usos (NGLE 2010).
3 Partimos de los
conceptos de empleos polifónicos de Ducrot
(1984), valores pragmáticos y usos
citativos de G. Reyes (1990), y valores discursivo-pragmáticos de M. J. Serrano
(2006).
4 Véase también
Pihler (2012).
5 Benveniste (1966) habla de dos tipos de enunciación, discurso e historia, y divide los tiempos
verbales en dos grupos. Weinrich (1974), por otra parte, habla de los tiempos
de mundo narrado y de los tiempos del mundo comentado, mientras que Lamíquiz (1972) distingue entre las formas de plano actual
y plano inactual: “La serie de formas temporales del nivel actual corresponde al discurso, la serie de formas temporales del nivel inactual corresponde a la historia” (Lamíquiz
1972: 60).
2.1 Temporalidad verbal en la lírica
El ‘hablar imaginario’ de la poesía significa inmanentemente su propia situación comunicativa ya que “el autor no se comunica con nosotros por medio del lenguaje,
sino que nos comunica lenguaje” (Martínez Bonatti 1983: 192). Como ya se expone
en otros estudios (Pihler 2010; Pihler 2012), nuestra hipótesis principal es, por lo tanto,
que la condición decisiva
para la expresión y la interpretación
de las relaciones temporales
en un discurso lírico va a
ser la actitud directa o indirecta del hablante
lírico hacia lo que expresa dentro del enunciado
ficticio. Asimismo, afirmamos que la interpretación temporal de los paradigmas verbales en la lírica no es
posible sin tener en cuenta la actitud del hablante ya
que la característica
constitutiva del discurso lírico es su
esencial emotividad, la manifestación del yo. En el nivel de la superficie textual poética la modalidad se funde con
la temporalidad de ahí que cualquier ubicación
temporal siempre se subordine a la actitud del hablante
y el resultado de ello son los valores particulares
de los paradigmas verbales en la poesía. Como consecuencia sostenemos (basándonos en la sistematización expuesta más arriba de Luquet
2004) que en la poesía se puede divisar cierta
sistematización tempo-modal de los
paradigmas verbales siempre y cuando esté subordinada a la actitud del hablante
lírico. Dicha sistematización se manifiesta en
la existencia de (por lo menos) dos centros temporales, que dependen de la relación directa o
indirecta del hablante lírico hacia lo
que enuncia. A partir de ellos se establecen dos niveles de la comunicación imaginaria que, asimismo, constituyen dos principales constelaciones temporales en la lírica, el centro de la primera es el ‘presente actualizado’ (canto) y el centro
de la segunda el ‘presente inactualizado’ (cantaba). Estas
dos constelaciones principales
y las variadas relaciones entre ellas originan
diferentes procedimientos
de la temporalización
discursiva
que segmentan las sucesiones temporales dentro de un texto poético dictando así el ritmo de lectura.
Otra presuposición
de este método interpretativo
es que la distribución del paradigma del pretérito perfecto
simple varía según el tipo del discurso en que aparece. En los discursos narrativos,
por ejemplo, es más frecuente la correlación entre el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto, donde el pretérito perfecto simple expresa acciones anteriores dentro de un telón de fondo expresado por el imperfecto. En los discursos líricos,
al contrario, parece que el pretérito perfecto simple se organiza en correlación
con el presente actualizador,
estableciendo así la relación directa con lo expresado e indicando las acciones pasadas en oposición con el momento del habla. En la poesía narrativa o en la prosa poética se supone que las dos distribuciones confluyen produciendo los efectos estilísticos variados. El análisis de Historia del
corazón de Aleixandre ha demostrado que la poesía de pensamiento, como
la llama Bousoño (1956: 93),
presenta cierta vacilación de la organización del paradigma pretérito
perfecto simple. Lo ilustramos con Figura 1.
Figura 1. La distribución del
pretérito perfecto simple
en relación con el discurso
en que aparece
Pretérito imperfecto DISCURSOS NARRATIVOS
Pretérito perfecto simple Poesía de pensamiento de Vicente Aleixandre
Presente
DISCURSOS LÍRICOS
6 La idea de las diferentes voces del enunciador a su vez parte de Bajtín (1982) y su desmitificación de la ‘unicidad del sujeto locutor’ y carácter intrínsecamente dialógico de cualquier enunciado.
7 El poeta es
“el autor transformado para el acto
de la comunicación poética”
(Lázaro Carreter, 1990:
21). 8 Seguimos aquí la caracterización de Lector modelo
de Eco (1979).
3. Historia del corazón de Vicente Aleixandre
“Oh, todo es presente. Onda
única en extensión que empieza en el tiempo, y sigue y no tiene edad.
O la tiene, sí, como el Hombre”. Vicente Aleixandre (1954)
Los procedimientos de la temporalización
discursiva se han analizado en el libro
de poemas Historia del corazón del poeta español
Vicente Aleixandre, publicado
en 1954. El libro
presenta un cambio temático casi radical en la trayectoria del poeta ya que el protagonista del discurso lírico
llega a ser el ser humano. Anteriormente una poesía cósmica, en la que el hombre cabía solo en relación con su fusión con la naturaleza (Bousoño 1956: 85), cambia fundamentalmente
su punto de partida: el centro es el ser humano, “el acontecer humano, el tiempo vivido, la circunstancia temporal
y espacial” (Cano 1981: 23). Con Historia del
corazón arranca una época más realista y más humana en la poesía aleixandrina: el poeta
asume como definitivo nuestro ahora.
El discurso de Historia del corazón se caracteriza por una obvia coherencia semántico-sintáctica ya que los textos
están relacionados entre sí de una manera tan sólida
como los períodos en la vida humana. Los cuarenta y ocho textos del libro
están organizados en cinco partes que,
por estrechas e íntimas relaciones entre sí, parecen cinco
capítulos de una novela: Como el vilano (10 textos), La mirada
extendida (11 textos), La realidad (9 textos), La mirada
infantil
(9 textos) y Los términos (9 textos).
Se trata de un ‘macrotexto’ (Van Dijk 1980) o ‘macrodiscurso’ en el pleno sentido de la palabra ya que la elisión de un solo texto (por ejemplo Comemos sombra) cambiaría
por completo el efecto
final perdiendo la dimensión
metafísica de la obra (O. Jiménez 1998: 82). El modo del poeta de reflejar el tiempo es algo
que apoya la unidad y la armonía estructural; ancianidad, niñez, las edades límites del hombre.
Antes y después de ellos: la nada. La vida se presenta
como una ‘duración instantánea’: larga duración desde el punto de vista de la mortalidad humana es solo: “el instante del darse
cuenta entre dos infinitas oscuridades” (Aleixandre 2001: 321).
Bousoño destaca
otra importante novedad que lleva el discurso
de Historia del corazón más allá de los
marcos de la poesía lírica (lo subrayado
es nuestro):
Lo original es otra cosa, muy visible en los poemas infantiles. [...] Pero de tal manera (y ello es lo
más característico) que, al realizar esto, Aleixandre, probablemente sin pretenderlo,
introduce de refilón en su lírica un ingrediente que ordinariamente permanece fuera del alcance
de la poesía: la matización
psicológica del personaje imaginado (Bousoño 1956:
86-87).
La consecuencia es un discurso lírico particular, ‘poesía de pensamiento’, ‘poesía realista’ (Bousoño 1956:
93) o ‘poesía historicista’
(O. Jiménez 1998: 73) en la que
surgen el historicismo, componentes ético-existenciales
y, sobre todo, tendencias humanas y sociales. Por lo tanto no
es de extrañar que el hablante lírico que predomina es el yo histórico (interior o exterior) que
a menudo se desdobla en nosotros, mientras
que las figuras pragmáticas que predominan son el apóstrofe y el lenguaje de canción (López Casanova 1994).
3.1 Temporalización discursiva de Historia del corazón
La
visión temporal fundamental de la obra
se manifiesta en el plano
de la sustancia lingüística,
en la claridad y simplicidad
del lenguaje poético que refleja
el transitorio vivir humano y el reconocimiento de sí mismo en otros.
Sin embargo, una de las características fundamentales de la obra es su ‘difícil
sencillez’ (O. Jiménez
1998: 73): la aparente simplicidad que ofrece muchos
niveles de lectura y bastante
más carga simbólica de la que podría sospecharse.
En cuanto a los mecanismos
cohesivos, hay que destacar la diversidad de los valores de los paradigmas verbales empleados lo cual
provoca efectos pragmáticos
interesantes dentro de la temporalización discursiva. Asimismo,
la alta frecuencia de los paradigmas verbales (simples y
compuestos), los juegos con los adverbios, las perífrasis verbales variadas y las superposiciones9 y las yuxtaposiciones de las dos constelaciones temporales principales (Pihler 2010: 180)
son los recursos lingüísticos empleados para expresar el juego entre lo durativo
y lo instantáneo. La acumulación de las categorías sintácticas no siempre tiene el mismo efecto: el verbo y el sustantivo son claves del dinamismo
positivo ya que introducen nuevos conceptos y aceleran el ritmo de la lectura; mientras que el adjetivo y el adverbio contribuyen al dinamismo negativo puesto que sirven para matizar unos conceptos
ya introducidos (Bousoño 1970: 338). Pero conviene señalar que el peso significativo de las categorías léxicas depende de la importancia
relativa y la capacidad semántica
de cada una de ellas en la situación
y en el contexto (Luján Atienza 2005). Este postulado siempre depende de las relaciones sintácticas y semánticas en los contextos concretos, como también de la intención comunicativa del hablante.
La temporalidad verbal de Historia del corazón se basa en la constelación
actualizadora lo que es característico
de los discursos líricos10, pero
son frecuentes los paradigmas verbales compuestos y la distribución narrativa de los pretéritos, cuando el pretérito perfecto simple entra en correlación con el pretérito imperfecto y no con el presente. El presente actualizador es el paradigma central11 en veintinueve textos, el imperfecto como presente inactualizador
en doce textos, mientras que en siete textos se entrelazan los dos paradigmas centrales estableciendo así las superposiciones de dos temporalidades.
Es interesante que la distribución
de los dos paradigmas se divida: los textos
con el paradigma central del imperfecto
aparecen en la parte central de la obra, mientras que el presente domina en el primer y en el último tercio del libro.
Cabe mencionar también una intensa interrelación
entre los adverbios y los paradigmas verbales. Uno de los recursos
más frecuentes (también en otras obras aleixandrinas) es la acumulación de los adverbios en -mente y su gradación. El efecto principal de la temporalidad
adverbial suele ser la ralentización,
los adverbios son señal del dinamismo
negativo, están parando el movimiento, están creando el ritmo lento y acentúan la simultaneidad de los eventos. En la segunda parte del libro aparece
el adverbio en -mente por lo
menos una vez en cada texto, formando parte de paralelismos, y encontrándose en los lugares estratégicos
de los versos. A menudo la temporalización
adverbial es tan intensa que tiñe de temporalidad
también a otros adverbios no temporales
y sintagmas nominales y adjetivales.
9 Las superposiciones y yuxtaposiciones temporales
(Bousoño 1970: 300) son los
procedimientos principales
de la temporalización, sobre todo
en los discursos líricos del siglo
XX. Se trata de que las dos constelaciones
temporales aparecen cubriéndose o superponiéndose en
un mismo texto. En la superposición el pasado
y el presente se expresan simultáneamente, mientras que en la yuxtaposición ocurre
la sucesión directa de dos épocas
que están alejadas en el sentido lógico-temporal, lo que provoca efectos interesantes, el principal es el
de la doble lectura.
10 Sin embargo, prevalece
la constelación actualizadora
(en 69% de los textos) (Pihler 2009: 354).
11 El criterio
para determinar el paradigma verbal central en un texto poético es
su posición en los lugares estratégicos,
el inicio o el final del
verso, de la estrofa o del texto (Luján Atienza
1999: 149), su posición sintáctica en la oración y la frecuencia de su aparición.
A
continuación se analizan los procedimientos y mecanismos lingüísticos que hacen que
las relaciones temporales funcionen y provoquen diferentes efectos estilísticos en los ejemplos selectos de las cinco partes del
libro.
3.1.1 Como el vilano
La primera parte, Como el vilano, se diferencia
del resto del libro en cuanto
al tema principal, que es
el amor, y también en lo que se refiere a la temporalidad lingüística. La visión temporal que predomina no es el lento ascender del tiempo
humano sino que es la ubicación
del centro temporal en el aquí y ahora del
hablante lírico, cuyo flujo temporal es un cíclico ir y venir: Y pasa, y se queda. Y se alza, y vuelve. Siempre leve, siempre aquí, siempre allí;
siempre. Los mecanismos temporales de la temporalidad cíclica, que caracterizan
toda esta
parte, aparecen ya en el primer texto, que
también se titula “Como el vilano”: frecuentes paralelismos, varios adverbios de frecuencia (siempre, sin término, infinitamente, eternamente), acumulación
del presente actualizador, que junto con varios polisíndeton y oraciones de relativo va estableciendo
un dinamismo interior, repetición
de los deícticos ahora y mañana, acumulación
de los sintagmas nominales y la yuxtaposición semántica de los
contrastes temporales: el
amor es a la vez eterno y momentáneo, está en un ‘eterno desaparecimiento’.
Los veinticinco versos de otro texto de esta
parte, “Mano entregada”, están repletos de veinticuatro paradigmas verbales, lo que
normalmente supondría cierto dinamismo positivo ya que
el verbo indica nuevos conceptos y, por lo tanto, suele dictar
un ritmo de lectura más rápido. Sin embargo, se caracteriza por una lentitud sintáctica y el cerramiento del movimiento en ciclos ya que solo cuatro
de los paradigmas verbales aparecen en la posición del verbo
principal mientras que el resto de los veinte
forman parte de las oraciones
subordinadas. La hipotaxis12 ralentiza
el ritmo de lectura (Bousoño
1970; Lamíquiz 1972), independientemente
de los verbos que la constituyen. Al ritmo lento contribuye la combinación del presente actualizador con valor histórico, habitual y generalizador (NGLE
2010: 437): otro día toco, a
veces cierro,…
El
contenido nos muestra el acuerdo absoluto entre la estructura textual y el significado:
cuando el hablante, que es a la vez
el sujeto lírico, toca la mano de la amada, entra despacio, despacísimo13, secretamente en su vida. Todo el texto es una intensa repetición, una recurrencia: Pero otro día toco
tu mano. Mano
tibia. / Tu delicada mano
silente. A veces cierro / los ojos
y toco leve tu mano,
leve toque.
A parte de otras figuras cabe
mencionar varios poliptoton: toco leve ... leve toque; secreta ...
secretamente; abierta
... entreabierta; resuena
... resonado; poseído
... poseyéndole. Este último tiene
un efecto especialmente intenso por encontrarse en el lugar estratégico en el texto, el final del verso. La colocación del gerundio al final de los verbos es característica
también para el discurso aleixandrino anterior (como demuestra Bousoño (1956)), pero en Historia del corazón es
frecuente, además, la aparición del gerundio
con el uso sintácticamente marcado (en lugar
de las oraciones de relativo).
El efecto de este
12 La sintaxis
emotiva prefiere la parataxis,
lo que parece
lógico puesto que la hipotaxis requiere un dominio sobre el discurso y sus enlaces lógicos lo que
no parece adecuados para un hablar dominado por la emoción.
13 El par despacio, despacísimo (hasta despaciocísimamente) es
bastante frecuente en el discurso de Historia del corazón. La gradación
del adverbio representa otro de los recursos relevantes
de ralentización del movimiento (‘cámara lenta’ según Bousoño (1956)).
procedimiento es captar la atención del lector y guiarla hacia el movimiento de la acción expresada por el verbo, que no
avanza sino que está desplazando
el final y mantiene la persistencia
en el ahora. Asimismo se posibilita la doble lectura de la relación entre lo perfectivo,
pasivo y lo estático del participio
(poseído) y lo
progresivo y lo dinámico del gerundio
(poseyéndole).
3.1.2 La mirada extendida
La segunda parte, La mirada extendida, temáticamente representa la mirada hacia sí mismo.
El texto “El viejo y el sol”
es un ejemplo excelente de
la temporalización discursiva cuyo
efecto es la ralentización y la lenta progresión
de la vida humana. En el texto
se entretejen el inactualizador
imperfecto, ejemplos variados de la perífrasis con gerundio y el paradigma del pretérito pluscuamperfecto de indicativo.
El texto abre de una manera poco frecuente para un discurso lírico: Había vivido mucho. El uso catafórico del pretérito pluscuamperfecto
introduce de entrada la distancia temporal y espacial entre el hablante lírico y lo que este expresa, ubicando el centro en el nivel inactualizado, en una dimensión
anterior a otra en el pasado
sin referencia temporal explícita,
pero esperada por parte del lector. Como el pluscuamperfecto evoca dos posiciones
temporales, un evento
anterior y un punto de referencia
que viene definido normalmente por un texto previo, se utiliza frecuentemente en los textos narrativos. Pero aquí le sigue
la acumulación del presente inactualizado, el imperfecto con lo cual el ritmo se está frenando y dirigiendo la mirada del lector a la relación, por una
parte, entre el hablante14 y el viejo
y, por otra, a aquella entre el viejo y la luz, el sol como símbolo del final de la vida: Había vivido mucho. / Se apoyaba allí, viejo, en un tronco, en un gruesísimo tronco [...] Lo que quedaba después que el viejo amoroso, el viejo dulce, había pasado ya a ser la luz y despaciosísimamente era arrastrado
en los rayos postreros del sol,...
El efecto del lento desarrollo se entreteje con la acumulación del imperfecto en veintiún versos y la marcada temporalización adverbial, sobre todo
con los adverbios en -
mente, hasta el estilísticamente
marcado despaciocísimamente.
Otro elemento
clave de la ralentización discursiva en este texto es la perífrasis
verbal ir + gerundio (con el auxiliar en presente o imperfecto)15 cuyo
efecto es un lento y progresivo transcurrir que se refuerza con la acumulación de los gerundios en las posiciones estratégicas, abrazando el ritmo de la lectura en la simultaneidad: Después ascendía e iba sumergiéndole, anegándole, / tirando
suavemente de él, unificándole en su dulce luz / [...] ¡cómo iba lentamente limándose, deshaciéndose! / Como una
roca que en el torrente devastador se va dulcemente
desmoronando, / rindiéndose
a un amor sonorísimo; / así,
en aquel silencio, el viejo se iba lentamente anulando, lentamente entregando.
“El visitante” es un ejemplo ilustrativo de la superposición temporal. El hablante
lírico describe, desde la perspectiva presente, el
evento anterior de una visita,
en la que él mismo entra en una casa, pero los habitantes
no se dan cuenta de su presencia. Las dos perspectivas se cubren ya desde el principio:
el texto inicia con el deíctico aquí seguido
del
14 El hablante
lírico se limita a ser el hablante
descriptor (que desde fuera describe algo) y actor-testigo (aparece presente dentro del texto)
(López Casanova 1994: 69), lo
cual intensifica el efecto
de lo contado y le otorga credibilidad: la clave poemática está en la actorialización de esa figura humana concreta (el viejo) y en ese proceso de simbólica transformación o transfiguración en ese sol/luz tiene así
más peso.
15 Véase también Gómez Torrego (1988: 164).
paradigma actualizador pretérito perfecto simple, entré. El hablante está al mismo tiempo presente
y ausente, el poema parece
un viaje en el tiempo: Aquí también entré, en esta casa. / Aquí vi
a la madre cómo cosía / [...] Otro chiquillo [...] tocó mis piernas suavemente,
sin verme. / [...] Y entré, y no me vieron.
/ Entré por una puerta,
para salir por otra. // Un viento pareció mover aquellos vestidos.
La relación directa con el tiempo de
enunciación se establece
con el paradigma actualizador del
pretérito perfecto simple cuyo efecto final es la línea temporal que ‘termina en el principio’, en esta
casa, aquí, es
decir en el momento de la enunciación. El determinante demostrativo
y el adverbio desempeñan el
papel principal en la fusión
de las dos perspectivas: el hablante
ubica un evento pasado cerrado vi a la madre en el aquí y ahora estableciendo
así la superposición
temporal de los dos niveles
que asimismo se interrumpe en el décimo verso con
el demostrativo aquellos (vestidos) que
mueve otra vez el centro en ellos, es
decir en los no participantes de la comunicación. Pero la superposición se vuelve a intensificar con la perífrasis
aspectual durativo-progresiva con gerundio
en el cuarto verso (alguien diría qué guapa se está poniendo). El hablante
‘coge del brazo’ al lector, juntos observan la imagen pasada en la temporalidad simultánea en la que el lector es el testigo del
recuerdo del hablante, que se abre y cierra con el paradigma actualizador predominante, el pretérito
perfecto simple.
3.1.3 La realidad
En
la tercera parte, La realidad, se destaca la actualidad y la vida
real, poniendo en el primer
plano el presente concreto y la vida humana y dejando en el segundo los sueños, la tristeza y la soledad.
El texto “El alma” es interesante por varios aspectos. Le caracteriza “un enfoque
profundamente espiritual, incluso visionario, del vivir humano
y amoroso” (Cano 1980: 17) así que
confirma el carácter lírico
de la parte bastante realista, anunciada
ya en el título. La temporalización discursiva se establece
a través de la compleja relación entre la temporalidad verbal y adverbial en el principio
del poema que abre el pretérito perfecto compuesto: El día
ha amanecido / Anoche
te he tenido en
mis brazos.
Queremos llamar
la atención sobre la conexión
entre el pretérito perfecto compuesto, que establece la relación con el momento de habla, y el adverbio anoche, que establece
la ruptura con el mismo momento,
tiene efectos interesantes porque a la vez se expresa la acción terminada en el pasado y cierta relación con el momento de la enunciación. La intención del hablante
es acercar el evento al momento de habla, el efecto es el egocentrismo (Reyes 1990: 117), como si todavía te tuviera entre mis brazos, anoche es hoy, cuando ya
es de día.
La
intención del hablante para detener el flujo temporal se refleja en el mismo texto también
en el predomino (normalmente
poco frecuente el discurso aleixandrino) de los sintagmas nominales. En cincuenta versos aparecen solo veintidós paradigmas verbales que se centran con el actualizador presente, que claramente predomina (diecisiete formas). Dos paradigmas de imperfecto aparecen en un contexto estático en el que aparece también la ralentización adverbial: Alma mía, tus bordes, / tu casi luz, tu tibieza
conforme... / Repasaba tu pecho,
tu garganta, / [...] Tocaba despacio, despacísimo, lento, / el inoíble
rumor del alma pura, del alma manifestada.
La
acumulación de los sintagmas nominales desemboca en la parte final donde
con la acumulación de las implícitas
finales culmina el pensar del hablante sobre el alma, que equivale,
sorprendentemente y paradójicamente,
al cuerpo: Para engolfarme
en mi dicha. / Para olerte,
adorarte, / para, ceñida,
trastornarme con tu emanación.
/ Para amasarte con estos
brazos que sin cansancio se ahorman. / Para sentir contra mi pecho todos los brillos,
/ contagiándome de ti, que,
alma, como una niña sonríes / cuando te digo: ‘Alma mía…’
3.1.4 La mirada infantil
La
cuarta parte destaca por las diferencias
estructurales y de contenido.
En los nueve textos se desarrolla el tema
principal que son recuerdos
concretos y personales de infancia haciendo de esta parte la parte más realista del libro, “el punto extremo la incursión realista” (Valverde 1954: 564).
La distribución de los paradigmas verbales se constituye en favor del inactualizador imperfecto, que es el paradigma central de cinco textos (entre
nueve). Su función principal es el establecimiento de un telón de fondo de manera parecida a los discursos narrativos.
Hay que
mencionar como ejemplo ilustrativo el texto “El niño raro”, en el que el pretérito perfecto simple entra en correlación con el imperfecto y no con el presente (lo que
es característico para los discursos líricos
como venimos afirmando en este estudio). Lo lírico del
discurso se mantiene con el
ritmo, las imágenes poéticas y el orden sintáctico (predominan los adjetivos antepuestos extrañas manías, largo cuchillo), y también con la ‘huella
directa’ del hablante, qué viva fantasía la
de sus juegos. Por último, hay que destacar
el lírico final del poema cuyo efecto es
una fuerte sensación de simpatía y compasión hacia el niño. El imperfecto final deja abierto el texto: Mucho tiempo después supimos que, detrás de
unas tapias lejanas, / miraba a todos con ojos extraños.
El texto “La clase” es interesante
por el procedimiento de la superposición
temporal. El paradigma central es el actualizador presente que acompaña el pretérito perfecto compuesto. Los dos tienen una función parecida al presente histórico en los textos narrativos:
el hablante acerca el acontecimiento al momento de habla juntando el tiempo del enunciado
y de la enunciación. La superposición
temporal no es momentánea sino que se desarrolla progresivamente: poco a poco se dibuja
la imagen de la clase, de la misma
manera que suele ocurrir en un recuerdo, pero no a través del
empleo de diferentes paradigmas verbales sino con ayuda de adverbios que dictan
el movimiento temporal desde
el inicial allí hasta ahora y a través
de todavía hasta allí, donde
está el recuerdo que parece ser un sueño: Y allí sobre el magno pupitre está el mudo profesor que no escucha.
/ [...] Y ahora
una brisa inoíble, una
bruma, un silencio, casi un
beso, los une / los borra, los acaricia, suavísimamente los recompone. / Ahora son como son.
Ahora puede reconocérseles. / [...] Y se alza la
voz todavía, porque la clase dormida se sobrevive. / [...] y mira y ve
también el alto pupitre desdibujado / y sobre él el bulto grueso, casi
de trapo, dormido, caído, del abolido
profesor que allí
sueña.
3.1.5 Los términos
En la quinta parte, Los términos, el discurso está centrado en el hablante, la constelación
temporal predominante es la actualizadora,
donde los paradigmas verbales circulan alrededor del presente actualizador
como paradigma central.
En el último texto, “La mirada final”, con el que cierra también el discurso lírico de Historia del
corazón, se juntan todos los mecanismos
de la temporalización discursiva que resultan de la dualidad
inherente del sentir la temporalidad humana, su brevedad
y duración simultáneas que no se solucionan
ni con la muerte: Aquí, en el borde del vivir, después
de haber rodado toda la vida como un instante, me miro. / [...] cuando el largo rodar de la vida ha
cesado.
Los
veintiocho versos del poema están entrelazados con cincuenta paradigmas verbales (personales), entre los cuales predomina el actualizador presente, que es el centro,
pero le acompaña todo un abanico de otros paradigmas que posibilitan la constante transición entre los dos niveles y el intercambio de la perspectiva del
hablante lírico. Es
interesante destacar que el
texto se abre con una acumulación de pretérito perfecto compuesto con valor de pasado reciente que se centra en una mañana: La soledad,
en que hemos abierto los ojos. / La soledad en que una mañana nos hemos despertado,
caídos, / [...] Como
un cuerpo que ha rodado por un terraplén / y, revuelto con la tierra súbita, se levanta y casi no puede reconocerse.
El
paradigma verbal inactualizador de imperfecto de subjuntivo en -ra aparece dos veces con el valor pragmático-discursivo en que se
expresa un evento pasado realizado hacia el que el hablante lírico intencionadamente establece una distancia y lo ubica en el nivel inactualizado. El centro de la imagen poética es el ahora: [...] y ahora
el montón de tierra que le cubriera está a sus pies y él emerge [...] // No, materia adherida
y tristísima que una postrer
mano, la mía misma, hubiera al fin de expulsar.
El
paradigma actualizador, el pretérito
perfecto simple, aparece
con el restablecimiento del
hablante lírico en relación directa con el tú lírico y el centro deíctico en el aquí: Aquí, en el borde del vivir, [...] / ¿Esta tierra fuiste,
tú, amor de mi vida? [...] Alma por la que me fue la vida posible.
El futuro simple expresa una acción
posterior actualizada a través
de los complementos pero a la vez inactualizada
con el paradigma inactualizador presente
de subjuntivo: ¿Me preguntaré así cuando en el fin me conozca? […]…alma por la que me fue la
vida posible
/ y desde la que también alzaré mis ojos finales.
El
texto se caracteriza, además,
por el marcado polisíndeton
que en combinación con el presente actualizador acelera el movimiento y el ritmo de lectura: [...] y, revuelto
con la tierra súbita, se
levanta y casi no puede reconocerse. / Y se
mira y se sacude y ve
alzarse la nube de polvo que él
no es, y ve aparecer sus miembros, / y se palpa: [...] y todavía mareado mira arriba y ve por dónde ha rodado.
En la última parte del texto reaparece el pretérito perfecto compuesto junto con el pretérito perfecto simple cuya consecuencia es cierta dualidad
en la percepción temporal de la transitoriedad
de la vida. El pretérito perfecto
compuesto ubica al hablante dentro del flujo temporal que se cierra, por una parte, con
el pretérito simple y, por otra,
se abre con el futuro
simple: No: alma más bien en que todo
yo he vivido, alma por la que me fue
la vida posible / y desde
la que también alzaré mis ojos finales.
4. Conclusión
El centro
del discurso de Historia del
corazón despacio ascender. Prevalecen extensos textos con es la vida humana que es un largo y largos versos libres
en los que se acumulan diferentes paradigmas verbales con todo un abanico de valores. A lo largo de la obra son frecuentes tanto los paradigmas
verbales compuestos como largos y complejos
enunciados en los que predomina la hipotaxis. Esto le otorga al discurso lírico aleixandrino un carácter
particular, el de la ‘poesía de pensamiento’
o ‘poesía historicista’.
Sin embargo, Historia del corazón, mantiene
el carácter lírico que se manifiesta también en la sintaxis con el predominio
de la constelación temporal actualizadora
cuyo paradigma central es
el presente. El hablante lírico es a la vez externo e interno
y se desdobla frecuentemente
en nosotros (tanto en el sentido
de tú y yo, como de nosotros que
abarca al lector) con efectos pragmáticos específicos.
A menudo predominan las relaciones aspectuales sobre los temporales cuyo efecto es
el lento progreso de la acción,
señalado a menudo con figuras de polisíndeton, de hipérbaton y de la inversión que llama la atención
sobre los elementos discursivos marginales. Historia del
corazón se caracteriza así
por el progreso común de varias temporalidades individuales que avanzan con ritmos distintos.
El comentario lingüístico-pragmático
de los textos poéticos centrado en la temporalización discursiva revela, por una parte, la manera en la que el autor articuló la cadena lingüística, y posibilita, por otra, la concretización
discursiva del autor y del
lector como múltiples participantes en la comunicación.
El proceso comunicativo en
la lírica establece así su propio
sistema lingüístico-textual que
representa un entorno
particular en que se expresan
las relaciones temporales
con recursos lingüísticos. Creemos que el presente estudio demuestra que en los discursos poéticos
no todo es
presente ya que las relaciones tempo-aspectuales y tempo-modales en la
poesía no se anulan sino que
se realizan en el proceso
de la comunicación ficticia
dentro del mundo textual.
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